Hubo un tiempo, no hace tanto, en que, cuando un ibicenco salía de viaje o se mudaba a una gran ciudad, despertaba la envidia de todo aquel que le preguntaba por su lugar de su procedencia. Responder “soy de Ibiza” era lo mismo que pronunciar unas palabras mágicas que, a ojos de cualquier foráneo, eran sinónimo de paraíso, hedonismo, libertad y felicidad.
Hoy, y he tenido la oportunidad de comprobarlo en diversas ocasiones en fechas recientes, cuando afirmas que eres de Ibiza prácticamente te dan el pésame: “no se puede vivir de lo caro que es”, “no hay casas para la gente”, “ya ni nos planteamos ir allí de vacaciones”… La gente se refiere a la isla en estos términos y dicha percepción es de dominio público, compartida por una gran mayoría de españoles y una parte sustancial de europeos y de otros procedencias.
En realidad, Ibiza, si dejamos a un lado el coste de la vida, sigue siendo prácticamente la misma. Aún tenemos unas playas magníficas, aunque deberíamos conservarlas mucho mejor y primar en ellas la naturaleza, y el ocio, aunque ha sustituido la originalidad y la mezcla de personas y ambientes que había antaño por la exclusividad como valor principal, sigue siendo igual de importante. Existen, además, otros vectores que subrayan la idiosincrasia de la isla, como la náutica, la gastronomía, la oferta cultural, deportiva, etcétera.
La puntilla a esta triste imagen de destino prohibitivo nos la puso el extenso reportaje que el programa ‘Salvados’, de La Sexta, dedicó hace una semana a nuestra crisis de la vivienda y donde no se exageró en ningún momento la realidad, sino que ésta se radiografió con nombre y apellidos. Muchos ibicencos, de hecho, han manifestado a través de las redes sociales que el programa se quedó corto. No se han parado a analizarlo desde la óptica de las personas que no son de la isla, y que lo que contemplaron es una situación escandalosa, sórdida, injusta e intolerable. Más propia de una república bananera, donde los trabajadores de los hoteles duermen en chamizos, que de una sociedad mínimamente equilibrada y con perspectivas de futuro.
Con dicho programa, además, llueve sobre mojado. Al menos desde el punto de vista de la bien merecida fama de isla de lujo que nos hemos ganado, con unos precios que son prohibitivos a todos los niveles, no solo en materia de vivienda. Lo novedoso, además de la fuerza y credibilidad que implica escuchar las historias de boca de sus protagonistas, gente trabajadora con salarios decentes y puestos estables pero sin posibilidad real de disponer de una vivienda digna, es que, a partir de ahora, cala en los ciudadanos españoles otra idea: a Ibiza ya no sólo no se puede acudir de vacaciones, sino que tampoco se puede venir a trabajar o vivir. Y de momento turistas no faltan, pero sí los imprescindibles trabajadores que los atienden, y cada temporada vamos a peor. Tal vez la burbuja inmobiliaria no estalle, pero si lo está haciendo la laboral y las consecuencias pueden ser parecidas.
Aún más desesperante resulta contemplar cómo desde la política no ha surgido una solución que suavice el problema de la vivienda y tampoco se haya puesto freno a esta expansión desproporcionada del segmento del lujo, que es el culpable directo de la situación. Es más, muchos ibicencos tenemos claro que hace ya mucho que cruzamos el límite por exceso.
Construir montones de nuevas viviendas, aunque sean de protección oficial, saturando aún más de hormigón una isla que ya no puede permitirse que sigan devaluándose sus paisajes, no solo no resolverá nada, sino que se acabará traduciendo en más especulación inmobiliaria, por muchos filtros que se pongan. Aquí el toreo a la norma y la ordenanza es la tónica habitual y las administraciones no disponen medios humanos suficientes, ni por asomo, para contener la riada. Y, en caso de que se decidieran a ponerlos, ¿de dónde los sacarían?
Para qué construir más hogares cuando hay montones de pisos vacíos o que solo se ocupan en temporada, a través de alquileres semanales o incluso diarios. No importa que se prohíba el alquiler turístico en pisos y se precinte a unos pocos incumplidores. El sector siempre va por delante y encuentra la manera de sortear las dificultades. Máxime cuando ya se han asentado en la isla empresas que se dedican a explotar viviendas familiares como hoteles y, en algunos casos, incluso las han adquirido masivamente.
Leía hace unos días unas declaraciones del presidente de la Pimeef, Alfonso Rojo, en las que manifestaba: “necesitamos el turismo familiar”, “si queremos hacer una isla solo para el lujo, será un gran problema” y “la isla no debe perder su esencia, para que haya restaurantes de estrella Michelin o puedas comer un bocadillo en Santa Gertrudis”. Esto lo afirma el máximo representante de los empresarios isleños, cuyas palabras seguro que reflejan un sentir generalizado.
La única forma de combatir esta visión elitista y prohibitiva que ahora mismo proyectamos al exterior es abogar precisamente por las políticas contrarias a la expansión del lujo. Fomentar la creación de productos turísticos para otros segmentos sociales, promocionar la isla evitando como la peste conceptos como “exclusividad” y “lujo”, fomentar que las empresas apuesten aún más fuerte por la transformación de plazas turísticas en residencias para empleados y, sobre todo, abogar por conservar y potenciar todo aquello que nos ha hecho únicos y que el lujo, lamentablemente, va matando a marchas aceleradas: la autenticidad, la mezcla de gentes, la integración y la libertad. Con más profusión de zonas vip y clavadas injustificadas por doquier, ya no vamos a ninguna parte.
Solución? No mas permisos a la construcción de establecimientos de 5 y más estrellas. Bajar el límite de camas hoteleras para la isla = cuando cierran uno no dejar abrir nuevos. Reglas más estrictas = Beach clubes, hoteles, clubes ect prohibir música en las terrazas- en las afueras! No ampliar cada 2×3 al puerto y aeropuerto, más grande estos puntos de llegada significa más turismo. Invertir dinero en mejorar a la infraestructura de toda la isla, no solo en los pueblos! Agua , luz e Internet!! Poner un limite de entrada de coches para los turistas, limitar el uso de coches de alquiler !!!! Exigir a los residentes que compran coches pequeños, no hace falta que todos usan SUV !!!! Exigir al govern y los ayuntamientos de invertir más dinero en viviendas para gente de temporada! Sancionar al fraude de construir donde no se puede y otras trampas que hacen para poder vender a extranjeros!! La isla no crece!!!
Die Berliner Mauer im 1961