En el siglo XXI, las democracias liberales, que han sido la columna vertebral de Occidente, se enfrentan a una amenaza sin precedentes: el ascenso de populismos y extremismos. La obra “Cómo Mueren las Democracias” de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt proporciona una lente esclarecedora para comprender cómo estos fenómenos plantean un desafío existencial para los sistemas democráticos arraigados en nuestra historia.
El populismo, según Levitsky y Ziblatt, a menudo se manifiesta como un líder carismático que desafía las normas institucionales y utiliza retóricas polarizadoras para movilizar a las masas. Esta estrategia, que busca capitalizar la desconfianza en las élites políticas, ha encontrado eco en diversas democracias occidentales, sin ser la nuestra una excepción, socavando gradualmente las bases de la democracia liberal.
Acompañando al populismo, los extremismos de diferentes orientaciones ideológicas representan otra amenaza destacada. Tal como advierten los autores, los movimientos extremistas, al socavar las normas democráticas y fomentar la intolerancia, debilitan los cimientos de la democracia liberal y ponen en peligro la estabilidad política. La polarización política intensifica las divisiones y obstaculiza la capacidad de las democracias para funcionar de forma efectiva. Las disputas partidistas, exacerbadas por líderes populistas, amenazan la cooperación necesaria para abordar los desafíos complejos que enfrenta nuestra sociedad.
En la actualidad estamos viviendo múltiples procesos de erosión del estado de derecho, así como ataques a nuestras instituciones democráticas: ataques a nuestro sistema judicial y a su independencia, recortes en leyes cruciales para luchar contra la corrupción política, o a nivel externo injerencias de países externos a la Unión Europea que buscan beneficiar sus intereses y debilitar la alianza del viejo continente.
Esto último se ha visto en tramas como el ‘Qatargate’, donde además de a Catar, se está investigando la presunta implicación de Marruecos en supuestos sobornos a autoridades políticas de la Unión Europea con el objetivo de manipular resoluciones importantes, o el caso ‘Pegasus’, en el que también se vinculaba a Marruecos con el espionaje a móviles de políticos españoles. Otro caso destacado y conocido es el de las injerencias y ataques de Rusia a países occidentales a través de campañas de desinformación, ciberataques, o incluso con financiación y ayuda a movimientos políticos que pretendan desestabilizar países como el nuestro, algo que ha impulsado por ejemplo que se aprobara por abrumadora mayoría en el Parlamento Europeo que se investigara la supuesta conexión de Rusia con el independentismo catalán.
Nuestra generación, quizás demasiado confiada en la paz y bienestar actuales, debe reconocer que este periodo en la historia humana es una anomalía frágil. En medio de fuerzas que presionan para alterar este equilibrio, la resistencia a campañas de desinformación y la cautela frente a demagogos y populistas en la política son imperativas. La sociedad, ante estos desafíos, enfrenta la prueba de su capacidad para preservar los valores fundamentales de la democracia liberal.
Vuestra generación es la de la propaganda occidental, la propaganda Hollywoodiense y Netflix, la OTAN y sus invasiones, expolios y crímenes.
Los golpes de estado del adalid anglosajón, el mismo que utilizó varias bombas atómicas, el mismo que tiene el control de los medios oficiales en occidente.
Cualquier persona con capacidad de pensamiento individual, sabe perfectamente de lo poco que escribo en referencia a una basura de artículo, pagado por supuesto, como manda el sistema neoliberal occidental.
En qué parte quieres colocar a Rusia aquí..?
Cantamañanas.
Creo que el autor de este comentario no se ha tomado la pastilla hoy. Encima insultando… pobrecito.