Se dice que alrededor de 122.000 personas fallecieron en España a consecuencia de la infección por Covid-19. En Baleares, serán unas 1.700 en Baleares. Realmente son muchas más, a la vista del exceso de mortalidad registrado en España, que triplica la media europea. El auténtico drama vivido por toda la población, con mayor o menor intensidad dependiendo de muchos factores, ha hecho que aquella pesadilla haya sido borrada de nuestro recuerdo con pasmosa facilidad. No queremos acordarnos de aquellos días encerrados en casa, donde sólo podíamos salir para ir al supermercado, pasear a la perrita y tirar la basura. Los fumadores podían ir al estanco, afortunados ellos.
Ahora vemos que el procedimiento de emergencia, única forma que tenía la Administración para contratar con las empresas de forma rápida y eludiendo trámites que de otro modo serían imprescindibles, engorrosos y de larga tramitación, fue un coladero para que mucha gente ganase dinero fácil. Y para que otros muchos lo robasen, directamente.
Debíamos haber previsto que al derribar los mecanismos de control a fin de que nuestros gobernantes y las instituciones públicas pudiesen comprar aquello que nos hacía falta, limitando al máximo la burocracia que todo lo ralentiza y entorpece, dejaría vía libre a delincuentes y desaprensivos, que aprovecharían la circunstancia para forrarse. Siempre sucede.
Lo malo es que, una vez dejamos atrás la pandemia, en lugar de sentarnos y analizar lo sucedido, algo que habrán hecho la mayoría de empresas importantes, para ver qué aprendizaje se puede sacar de aquella nefasta situación, hemos corrido un estúpido velo. Pasamos página sin más, como creyendo que no evaluar lo que se hizo, nos ahorraría el mal trago de rememorarlo. Pero nos equivocamos, porque las negligencias y los delitos del pasado, tarde o temprano, de un modo u otro, traen consecuencias y vuelven para perseguirnos.
Ahora vemos que aquellos que presumían poco menos que de habernos salvado la vida, en contraposición de otros gobernantes que habían liquidado a conciencia, por abandono, demostrando su infinita inhumanidad, a miles de ancianos en las residencias, fueron estafados, ya se verá si consciente o inconscientemente, dolosa o culposamente; y que luego fueron incapaces de exigirle al estafador los 3,7 millones que les pagaron por mercancía china defectuosa, cómo no.
Sólo firmaron la resolución del contrato el día de dejar el poder tras perder las elecciones de mayo de 2023, lo que nos lleva a pensar que si hubiesen seguido gobernando, hubieran hecho lo que al respecto hicieron los tres años anteriores: nada de nada.
En el colmo de la desvergüenza, acusan al actual Govern de haber dejado que caduque la reclamación. Como si Koldo García y José Luis Ábalos fuesen del PP y no del PSOE, del partido sanchista, para mejor decir. Están a un paso de culpar a Marga Prohens de los muertos por coronavirus, aquellos que ya no existen porque los hemos olvidado. Ya los hemos enterrado y no existen, del mismo modo que no hubo desabastecimiento de material sanitario, ni sanitarios denunciando que tenían que fabricarse ellos mismos los equipos de protección individual con sacos de basura, que reutilizaban las mascarillas y las gafas con que aspiraban en las UCI las tráqueas de los pacientes de Covid.
Muy rápido lo olvidamos, pero el caso Ábalos, también conocido como caso Koldo, caso Globalia, caso Air Europa, caso PSOE, etc. es una magnífica oportunidad para conocer lo que realmente sucedió en este país.
Joan Miquel Perpinyà