La escritora y profesora ibicenca Helena Tur ha publicado La playa del carbón (Ed. Plaza & Janés), una novela ambientada en Asturias en el año 1853, y que, a través de una historia de amor como hilo conductor, baja hasta las profundidades de la mina del pequeño pero fascinante pueblo costero de Arnao.
El viernes 19 de abril estará en Ibiza para presentar la novela en la librería Sa Cultural acompañada por el autor, también ibicenco, Toni Montserrat, con quien comparte amistad, sello editorial y pasión por los libros y las buenas historias. Es más, ambos estarán también en el coloquio sobre literatura ‘Construint històries’, que ha organizado la Biblioteca Municipal de Can Ventosa y en la que también participarán Bernat Joan, Matilde Lladó y David Ventura. Será a las 20.15 horas del martes 16, presentado por la concejala de Cultura de Ibiza, Carmen Domínguez.
Helena Tur, autora de En el corazón de Jane y Malasangre, entre otros títulos, nos lleva esta vez a Asturias para conocer a Sara y Cornelia Bernal, dos hermanas de alta cuna, que, tras el fallecimiento de su abuelo, tienen que abandonar la casa familiar, que ha sido comprada por un tal Iván Arango. Sara e Iván comienzan su relación con mal pie y sus caracteres fuertes les separan, pero pronto sentirán que son más las cosas que les unen que las que les distancian. Con ese hilo, Helena Tur nos lleva a la mina de Arnao y retrata el ambiente del lugar. Lucha obrera y alta sociedad, chismorreos, amoríos e historias basadas en hechos reales se entremezclan en sus páginas.
—Nos llevó a El Bierzo con Malasangre y ahora a Asturias para su nueva novela. ¿Qué tiene el norte que tanto le atrae para ambientar sus novelas?
—Del norte me encanta el verde, el azul grisáceo del mar… pero, sobre todo, en este caso tenía que ser el norte porque necesitaba una mina con solera y tenía que ser Asturias, que es paradigmática en minería.
—Y ese interés por la vida de la mina, ¿cómo surgió?
—El libro que está detrás de esta novela es La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Friedrich Engels. A partir de ese libro y viendo que, como profe de Historia, los chavales no tenían ni idea de la lucha por los derechos sociales, surgió la idea de buscar una historia donde hubiera habido algún movimiento sindical importante. También me interesa mucho la obra sobre socialismo utópico de Robert Owen así que, buscando temas de comunas, falansterios [comunidades de producción y consumo, ideadas dentro del socialismo utópico francés] y cooperativas encontré varios ejemplos en España, pero nada que realmente me fascinase… hasta que llegué a la mina de Arnao. No es una cooperativa como tal, porque lo que encuentro es una iniciativa privada de crear un poblado para los trabajadores en el que haya hospital, escuela, viviendas dignas, economato, casino… esta preocupación por los trabajadores me pareció curiosa en un lugar como Asturias. En esa época lo que ocurría era más bien lo contrario. Historias como la de unos catalanes que habían montado un telar en Asturias porque decían que en Cataluña siempre protestaban los obreros, mientras que en Asturias aceptaban cualquier horario y condiciones.
—Así que encontró un ejemplo de una mina en la que los empresarios querían cuidar a los trabajadores de alguna manera…
—Sí. Sabiendo, de todos modos, que es una empresa de recursos humanos que sale ganando porque necesitaban formar al personal: iban a necesitar ingenieros, personas formadas en minería, mucho personal administrativo… Siempre hay un quid pro quo, pero me parece muy curioso ese poblado.
—¿La historia de amor (o no) de Sara e Iván es entonces un hilo argumental para contar otra cosa?
—Claro. La historia de amor es el hilo conductor de principio a fin de la novela, pero a mí me gustan mucho los personajes secundarios, el trasfondo y el contexto y la idea era ir por ahí. Hacer algo entretenido y que enganchara pero para hablar de otra cosa. La Mina de Arnao ha sido pionera en muchas cosas y me parece increíble que sea tan desconocida.
—Entonces, ¿ha creado una novela que mezcla a su querida Jane Austen [Tur es experta en la autora británica] y sus lecturas más apasionadas sobre el tema de los movimientos sociales y los derechos de los trabajadores?
—Exacto [ríe].
—Ha hablado antes de sus estudiantes. ¿Es un libro pensado para transmitir a los más jóvenes la idea de todo lo que se ha tenido que luchar para lograr derechos laborales y sociales?
—Ese fue el empuje, lo que me hizo querer escribir esta novela. Pero si escribes una novela con un fin así de marcado, al final acaba pareciendo un panfleto. La literatura es otra cosa.
—¿Para escribirla viajó a Asturias? ¿Cómo ha sido el proceso de investigación del contexto histórico?
—Para documentarme prefiero viajar al sitio una vez que ya tengo escrita la novela, porque sé exactamente qué voy a buscar y sé que voy a contrastar. Si voy antes, me deslumbro con todo y empiezo a juntar demasiadas cosas. Quedé allí con historiadores e ingenieros de minas porque era necesario. Una vez allí, observas detalles importantes o curiosos, como que en aquella época una persona tardaba horas en ir de Arnao a Avilés por los acantilados, mientras que ahora hay un paseo marítimo impresionante con el que tardas 20 minutos.
—¿Ese rigor histórico consigue que la que novela se respire como más real?
—Eso procuro. Es algo que intento cuidar mucho, otra cosa es que lo consiga.
—¿Cómo definiría en pocas palabras a sus dos protagonistas principales: Sara Bernal e Iván Arango?
—Son ambos temperamentales y orgullosos. Pero los dos son buena gente y se van dando cuenta de ello al conocerse más. Él es un hombre hecho a sí mismo, que viene de trabajar en una mina pero ha ido creciendo y ahora forma parte de la empresa belga de las minas… pero no deja de ser un don nadie. Ella, sin embargo, es la hija de un conde… él es carbón y ella ha sido criada para ser perla y digamos que, para que esto encaje, ella tendrá que hacerse arena. Hay que leerlo para saber qué ocurre.
—¿Qué es lo que más disfruta y lo que menos del proceso de escribir, publicar y promocionar?
—Hay dos partes del proceso que me gustan mucho. Una es la investigación. Me encanta porque aprendes muchísimo… pero también te descentra mucho. La otra es la escritura del primer manuscrito, lo que más disfruto. Hablo del primer borrador, cuando estás creando y es una gozada. Después, las reescrituras y revisiones son disciplina. No es el mismo entusiasmo pero es necesario y se disfruta. Y lo que menos, los viajes. En el momento lo disfruto, pero cada vez me da más pereza viajar y abandonar a mis gatos; no me gusta dejarlos. Y la parte de promoción es la que yo considero ‘trabajo’. Cuando escribo disfruto y ahora, en plena promoción, la agenda no me permite escribir y centrarme y yo soy una persona de rutinas. Las entrevistas me gustan, pero viajar ya no tanto.
—Uno de los temas que ha abordado en esas entrevistas, a raíz de la publicación del libro, son los movimientos sociales o la lucha por los derechos laborales. Trayendo el tema a Ibiza, no sé si le sorprende ver la falta de movilización de la sociedad ante problemas tan graves como el de la vivienda para los trabajadores.
—Me sorprende y no me sorprende. Por una parte, me sorprende constantemente que no pasen muchas cosas en educación, por ejemplo, o en Ibiza… pero los funcionarios que estuvieron en Ibiza a finales del siglo XIX y principios del XX ya testimonian el carácter ibicenco indulgente. No sé cuáles son las causas y tampoco es que los políticos ayuden. Los que hemos creado el problema de la vivienda hemos sido nosotros, vendiendo casas a un sueco que te paga 600.000 euros y no a un ibicenco por 200.000 euros. Da la sensación de que no pasa nada y de que no hay una culpa clara o determinada en una persona o en unas cuantas personas. Es un sistema que te va llevando así y, cuando el problema es el sistema, ¿por dónde atacas?, ¿cómo lo combates? Es que es muy difícil, pero la palabra difícil no tiene que dejarnos de brazos cruzados tampoco.
—Ya que hablamos de Ibiza, tiene varios proyectos literarios en la recámara pero ninguno de ellos ambientado en ibiza. Esta vez viajará al País Vasco y a Canarias.
—Exacto. He intentado escribir algo y tengo cosas ambientadas en Ibiza pero me agarroto. Me impone más Ibiza. Me siento con una responsabilidad diferente. Tengo dos historias ambientadas en el País Vasco y una en Canarias, sí.
—¿Tres libros? Está trabajando a tope, entonces…
—Lo que ocurre es que yo tenía ya muchas cosas escritas cuando empecé a publicar. No es que, de repente, haga novelas como churros sino que tenía muchas cosas avanzadas y otras que estoy revisando.
—Quien escribe, ¿escribe toda la vida publique o no?
—Así es… y tengo incluso novela negra, que no voy a tocar porque sé que no pega nada ahora, con la línea en la que voy.
—Siempre puede recurrir a un pseudónimo para la novela negra como ya hizo en su día cuando publicaba novela romántica como Jane Kelder. John Banville lo hace como Benjamin Black…
—Sí, ¡nunca se sabe! Para esto soy muy juguetona, pero también dependerá de lo que me aconsejen, en función de lo que vaya funcionando. Si Helena Tur funciona, no necesitaré pseudónimo [ríe].
—Y ¿qué primeras impresiones tiene de la nueva novela ahora que ya lleva un tiempo en el mercado?
—En Arnao ha sido impresionante. Resulta que el pueblo se presenta este año al Premio Princesa de Asturias como Pueblo Ejemplar y que haya salido esta novela, ambientada allí, les ayuda muchísimo y da apoyo de cara a que tengan posibilidades, según me han hecho llegar. Les estoy apoyando muchísimo y ellos a mí. Me esperan allí y me da mucho miedo defraudar.
—Lo cierto es que lo primero que apetece como lectora es buscar imágenes del lugar, para ver si quedan restos de todo eso que describe de la mina, de la naturaleza y los fósiles y sí… Es un sitio precioso y muy inspirador.
—Lo es. Una maravilla. Una exuberancia absoluta de naturaleza, hay, además, muchísimos fósiles del Devónico y uno de los arrecifes más ricos del mundo. Allí se hizo la primera mina subterránea, el primer pozo vertical, las primeras vías de hierro en territorio español y ¿cómo es que no se conoce más esta mina? Yo simplemente me he aprovechado de toda esa riqueza.