Un reciente informe de Exceltur revela una situación alarmante en Ibiza: el incremento desenfrenado de viviendas turísticas. Aunque se destaca una leve disminución del 17 por ciento en la capital de la isla, esto no es motivo de celebración. La avaricia desmedida de algunos propietarios que optan por alquilar ilegalmente sus pisos a turistas, está causando estragos en la población local y especialmente entre los más jóvenes, que no tienen posibilidades de emanciparse.
La voracidad por obtener beneficios rápidos lleva a muchos propietarios a desalojar a largo plazo a residentes y trabajadores locales para convertir sus hogares en alojamientos turísticos. Esta práctica egoísta está en el origen de la tremenda crisis habitacional que padecemos, dificultando que las personas encuentren viviendas asequibles.
Muchas personas se ven obligadas a compartir piso –e incluso habitación– en contra de su voluntad, pagando cantidades desorbitadas por un dormitorio y por el uso compartido de una vivienda, que en otros lugares de España bastarían para costear un pequeño apartamento o un piso para uso exclusivo.
Y no son pocos los residentes y trabajadores que cambian de casa varias veces al año en las Pitiusas, lo que contribuye a un desplazamiento forzado, según la época del año y por mor del capricho de los caseros, que en invierno alquilan a turistas y en invierno a residentes. La comunidad se ve fragmentada, y los lazos vecinales se debilitan debido al constante flujo de turistas en lugar de vecinos estables.
Aunque el turismo genera ingresos significativos y fáciles, lo cierto es que los perjuicios son incontables, pero quienes optan por alquilar a turistas los ignoran por egoísmo. La codicia les supera y prefieren la bolsa; disfrutar del dinero que obtienen sin atender al pozo en el que sumen a la sociedad ibicenca. Las consecuencias de sus actos son nefastas y las pagan todos, comenzando por los más vulnerables.
La avaricia de quienes priorizan el lucro inmediato sobre el bienestar del conjunto de la sociedad es la principal causa del drama que padece Ibiza. Por eso, es imperativo que las autoridades tomen medidas enérgicas para poner coto a esta lacra del alquiler turístico ilegal. Es perentorio proteger los intereses de residentes y trabajadores por encima del turismo.
El futuro de Ibiza no puede estar sujeto a la voracidad de unos pocos, que realmente son ya demasiados, sino en la sostenibilidad y el equilibrio entre el negocio turístico y la calidad de vida de la población local.