Cuando habla del Teatro Pereyra se le iluminan los ojos. Cuando habla de la historia de este edificio histórico de Ibiza, se emociona. En el vínculo de Pedro Matutes Barceló (Eivissa, 1968) con este inmueble y su pasado, que fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2005, se entrelazan sentimientos, recuerdos, charlas con sus abuelos, imágenes antiguas y todos los años que ha dedicado a indagar y averiguar cosas sobre la memoria de esta sala, la primera de estas características que hubo en la isla, algo que se nota que le apasiona por la cantidad de detalles que conoce y que ha recopilado en los últimos años. El interior es casi idéntico al que había y en la restauración se ha cuidado hasta el último detalle.
El próximo 3 de mayo, al fin, el Pereyra reabre como teatro, sala de cine, de espectáculos y local de música en vivo tras más de 40 años desde la proyección la última película. Los primeros pasos de la reforma y recuperación de este espacio histórico de la ciudad de Ibiza se dieron en 2007. En esta entrevista, Pedro Matutes cuenta todos los detalles y qué quiere que sea y represente para la sociedad ibicenca la remozada sala así como los usos que quiere darle, que son los mismos para los que fue concebida.
Da la impresión de que le hace más ilusión este proyecto que todos los que ha puesto en marcha anteriormente en su vida empresarial.
Me hace una ilusión especial, es cierto. Por todo lo que supone: es un legado familiar sobre el que he investigado mucho y del que tengo referencias directas por parte de mis abuelos y de mucha otra gente. Muchas personas de Ibiza, además, me paran por la calle para contarme sus experiencias con el Pereyra. Luego, gente de mayor edad me explica que venían a bailar… Aquí hay entre una y dos generaciones perdidas para la sala principal del teatro, gente joven que se sorprende por cómo es por dentro, ya que hace casi 40 años que no se abre. Hemos hecho un proyecto decidido a recuperar un teatro, no un bar o un local. Estamos recuperando el teatro de Ibiza. Había otro, el Serra, que se ha perdido. Por suerte, este se ha mantenido y hemos hecho un esfuerzo desde todos los puntos de vista: personal, económico, empresarial y de organización para hecerlo de la mejor manera posible.
¿La idea principal ha sido siempre recuperar el teatro o han barajado otros planes?
No, no. Lo que ocurre es que cuando iniciamos este proceso hubo la posibilidad de cederlo al Consell de Eivissa por un espacio de tiempo de hasta 40 años, como habíamos hecho anteriormente de forma gratuita, que al final no fructificó. En aquel momento no teníamos claro lo que queríamos hacer y decidimos afrontar la reforma desde el capital privado y en 2007 empezamos a trabajar en este proyecto. No sabíamos exactamente qué queríamos, pero sí sabíamos que se encontraba en una situación estructural muy complicada, porque estuvo muchos años cerrado y al tener muchas partes de madera se habían deteriorado por el efecto de los insectos. Era una estructura débil, que es como nació, puesto que en el momento de su construcción, por imposición militar, al encontrarse al lado de las murallas y todo lo que se hacía alrededor de estas tenía un permiso especial con el condicionante de que debía poder derrumbarse fácilmente y no podía tener ni muros ni paredes muy grandes ni anchas y que tuviera muchas partes de madera. Por tanto, como no sabíamos exactamente lo que queríamos hacer, lo hicimos lo más polivalente posible. Hicimos un proyecto de usos muy fiel a lo que era inicialmente. Aquí (la entrevista transcurre en la sala ‘Sandoval’ del Teatro Pereyra) se hizo de todo. Históricamente se ha hecho de todo aquí. ¿Por qué? Porque era el único local de importancia que existía en la isla en aquel momento y, durante muchas décadas, fue el único lugar donde había un sitio para bailar, para funciones teatrales, conciertos, cine, congresos, como el Agrícola de 1912, que tuvo repercusión en la prensa nacional (en el edificio hay placas con citas aparecidas en medios de comunicación nacionales hace más de un siglo). Todo se hacía aquí. Incluso había salones más pequeños donde determinadas asociaciones, como Ebusus o el Club Náutico de Ibiza, entre otras, llevaban a cabo sus reuniones y fiestas antes de disponer de sus propios espacios.
¿Fue complicado conseguir todos los permisos, porque ha habido muchos retrasos sobre los tiempos de ejecución que se habían marcado?
Evidentemente, las obras en un edificio de estas características no pueden ir tan rápido como otros debido a su condición de BIC en categoría de monumento y protección de nivel 1. Qué quiere decir esto, que hay que ser fiel a sus características y usos originales y en este sentido hemos hecho un esfuerzo importante para que así sea. Si es verdad que el hecho de que cada decisión sobre el teatro tuviera que pasar por diferentes comisiones como la del Pepri o la Ciotupha, que en aquel momento se reunían con poca periodicidad, cada paso que se quería dar costaba mucho y los permisos podían tardar años.
Entonces, ha sido algo normal.
No exactamente. Porque ciertos retrasos son admisibles, otros, al igual que algunas decisiones, en cambio, no tanto. Pero bueno, la verdad es que en el transcurso de los trabajos de reforma también hemos encontrado restos arqueológicos en al menos tres ocasiones, cuando hicimos el transformador de fuera del edificio, cuando pusimos la primera grúa y, la última, cuando se llevó a cabo la excavación en la zona de platea y el escenario, donde apareció una construcción de época romana, que puede tener algún antecedente púnico también, de uso portuario que, aparentemente, se empleó entre el siglo I y el IV, ya que, en aquel momento, la línea de costa pasaba muy cerca del Pereyra, todo lo demás es terreno ganado al mar, era zona de aluvión. También se encontraron herramientas que se utilizaban para la elaboración de redes de pesca, monedas y cosas muy chulas, la verdad. Tenemos previsto poner un panel explicativo sobre todo esto, que es muy interesante desde el punto de vista histórico.
Cuéntenos brevemente la historia del Teatro Pereyra, que dice que tiene referencias directas por parte de sus abuelos.
Mis abuelos ya eran la segunda o tercera generación que hacía uso del teatro. Todo esto arranca a finales del siglo XIX. Qué ocurría: que Ibiza no tenía teatro. Había habido uno pero había desaparecido. Existían algunas pequeñas salas que se empleaban para representaciones artísticas y en algunos casos con ciertas críticas sociales de que eran lugares cerrados, como La Neutral, por ejemplo. Se necesitaba algo con mayor capacidad, que era lo que la gente estaba reclamando. Esto ya existía en otros lugares, pero en Ibiza, no. Y en aquel momento la ciudad estaba creciendo. De hecho, el Pereyra es el primer edificio que se construyó más allá de la Marina, en lo que se conoce popularmente como la segunda ‘estacada’. Y después de muchas llamadas públicas por parte de la gente que escribía en los diarios, y lamentaciones de que no hubiera un teatro en condiciones, apareció esta iniciativa, que es una iniciativa en la que se juntan tres amigos. Es decir, que el Pereyra es una historia de amistad entre tres personas: el comandante Pereyra, que, aunque no actuó oficialmente, que lo hizo a través de su esposa, Mercedes Sandoval del Castillo como promotora, tuvo que informar sobre el proyecto para otorgar un permiso militar, cuyo expediente obra en mi poder; después José Tarrés Espinal y mi bisabuelo, Abel Matutes. Es decir, un militar liberal e ilustrado, y dos comerciantes de la Marina, Tarrés y mi bisabuelo, que en aquel momento tenía 31 años. Estos tres amigos se ponen de acuerdo, y llevan adelante esta iniciativa. El Ayuntamiento de Ibiza ayudó sacando a subasta los terrenos -que eran de propiedad municipal, pantanosos y que se conocían como s’Hort de sa Tarongeta-, aunque con un condicionante, que quien lo comprara lo tenía que destinar a un teatro. Lo compró mi bisabuelo por 1.000 pesetas, que en aquel momento era un dineral. El teatro completo costó unas 67.000 pesetas, aproximadamente. Los tres pusieron capital social y empezaron a moverse mientras llegaban los permisos para poder construirlo y ofrecieron a la gente la posibilidad de poder participar y quien quiso hacerlo tenía que poner un duro al mes y cada 50 pesetas derivaban en una obligación. Todas ellas se pagaron en los tres años siguientes y se recaudaron unas 15.000 pesetas en total. Conservo todas las obligaciones, en las que hay entre 90 y 100 familias de Ibiza, y habrá un reconocimiento específico a todas ellas.
¿Ha sido muy costoso reformar el teatro manteniendo la mayor parte de los elementos originales?
Cuando empezó la obra, lo primero que hicimos fue ir a buscar y etiquetar todos aquellos elementos que se querían y podían conservar. Porque de lo contrario muchas de estas cosas desaparecen por propio desconocimiento, porque se tiran sin querer. Las balaustradas del palco y las columnas de madera, así como la tramoya, son las mismas del primer día. Todo lo que hemos podido, incluso el motor que servía para subir y bajar el telón como los proyectores, no los primeros, sino los que se instalaron en 1952, se han conservado. Después ya veremos qué hacemos con ellos [ríe]. De lo que no había rastro, como la sala Sandoval en la que nos encontramos, en cuyos laterales había despachos, se ha intentado integrar con un proyecto coherente con el resto, con placas referentes a la historia, una parte de trípticos con la historia y fotos antiguas del Pereyra diseñado con aire cubano porque el general que da nombre al edificio y su esposa se conocieron y se casaron en Cuba. Tendrá un cierto aspecto de museo. No queremos que sea un local más, lo tenemos claro. No es nuestra vocación y siempre hemos querido tratar esta reforma como una cosa especial, como un legado familiar, y viendo el resultado, creo que lo hemos conseguido.
¿Ha costado más de lo que pensaba inicialmente devolver a la vida el Teatro Pereyra?
Sí, sí. Desde luego que sí. Mucho más. Prefiero no hablar de dinero, porque, porque…
¿Pero puede dar alguna referencia al respecto?
Hay una inversión muy elevada, doble. Por una parte, la de la restauración, y, por la otra, que hemos comprado el cien por cien de la propiedad, que era parte de tres ramas familiares. Pero bueno, pensamos que es una cosa que nos hacía mucha ilusión y que es una forma de entregar, en cierta parte, a la sociedad una cosa que creemos que tenemos que dar y con este espíritu lo hemos hecho. Nuestra gran ventaja, como empresa familiar, es que pensamos a largo plazo. No somos un fondo que quiera una rentabilidad inmediata y podemos hacer las cosas de esta forma, bien, mal y si nos equivocamos ya le daremos una vuelta. Por tanto, nuestra visión, como he dicho, es a largo plazo y si el teatro ha estado en manos de la familia 125 años, espero que lo esté otros 125 como mínimo, si todo va bien.
Usted ha vivido siempre en el barrio de la Marina. ¿Qué cree que puede aportar la reforma y puesta en marcha de nuevo del teatro en una zona que en los últimos años ha ido de capa caída?
Yo he vivido aquí siempre, pero es que el primer Matutes que llegó a la isla vivió en la Marina, y todos mis descendientes han vivido en la Marina y han sido gente del mar. Tengo un vínculo muy especial con este barrio. No concebimos, bajo ningún concepto, cerrar en invierno. Queremos que el negocio vaya muy bien en verano para que en invierno no tengamos que preocuparnos demasiado por este componente. Sabemos el impacto que puede tener el teatro sobre la Marina. Pensamos que podemos ser un polo de atracción y por eso queremos dotarlo del máximo contenido posible y hemos creado la iniciativa Teatre Obert, para que todo quien tenga una propuesta pueda representarla en el Pereyra. Quiero que haya vida porque como residente del barrio sé lo que ocurre a las ocho de la tarde de un mes de febrero en el barrio, que no hay nadie. Queremos revitalizar el barrio e incluso estamos mirando de que haya algún tipo de actividad formativa para niños a medio plazo. Creo que el teatro puede ayudar mucho a este barrio y estoy captando esta sensación de entusiasmo por parte de la gente, que me para por la calle y me pregunta ‘cuándo abriréis’. Si por cada vez que me han preguntado esto me hubieran dado un euro, probablemente me habrían pagado la obra [ríe].
Aquí venían algunos colegios de Ibiza con sus alumnos a cantar villancicos, entre otras muchas cosas. ¿Están abiertos a recuperar este tipo de actividades?
Total y absolutamente. Tengo claro que el Pereyra generó un vínculo sentimental importante en mucha gente de Ibiza y que aún pervive en ellos y me gustaría que esta sensación volviera y que la sociedad lo sintiera suyo a pesar de que sea un proyecto privado que se ha hecho sin ninguna aportación pública, un hecho bastante insólito dentro de lo que suele ser la recuperación de patrimonio histórico, porque estamos hablando de una de las operaciones de este tipo más importantes que se han llevado a cabo en Baleares. Lo que quiero es que la gente que viene a cantar un villancico o a realizar algún otro tipo de actividad se lleve un recuerdo para siempre al verse en el escenario, con los focos y los padres en el palco.
El teatro había funcionado muy bien en invierno cuando se dedicaba a la música en directo. ¿Habrá algo similar en invierno?
Sí. En verano habrá el show de Nacho Cano seis o siete días a la semana y todo estará basado en la música en directo. He escuchado barbaridades por desconocimiento, como que vendrá David Guetta a pinchar al Pereyra o cosas similares. Pero, con todo respeto a esta gente y a los dj’s, ellos tienen otros sitios. Aquí no. Nosotros queremos ser diferentes en una isla que se conoce, creo que excesivamente, por la música electrónica. Nuestra propuesta es diferente. Luego veremos si la gente la compra, que creo que sí porque pienso que la isla necesita un local como este, pero ya veremos. También habrá cine, con un proyector digital y un buen sistema sistema de sonido. Aún no sabemos de qué manera, con qué programación, si habrá cine comercial o independiente, temático o maratones cinematográficas puntuales. Lo que era el café del teatro se ha habilitado para conciertos y lo que se haga en una sala puede ser independiente de lo que se hace en la otra porque están perfectamente insonorizadas. Todo esto con una vocación de generar más atractivo a la zona que otra cosa.