En la vida muchas veces no es suficiente con decir basta. Hay que rebelarse. El dilema está en saber cómo, de qué manera. E involucrar a los demás. El cómo nos lo marca el estado de derecho y las herramientas que pone al servicio de los ciudadanos, entre ellas, el derecho a la manifestación o a la concentración. Eso fue lo que hicimos el pasado viernes varios cientos de personas delante del Consell de Ibiza. Pocas, a mi entender, dada la gravedad de la situación que la isla vive. La plataforma Prou!!! nos convocó a todos, sin distinciones, y lo hizo con antelación y gran difusión. Enterarse se enteró todo el mundo, otra cosa es asistir o hacer caso omiso. Aquí entra la segunda parte.
Involucrar a los demás en los tiempos actuales no parece tarea fácil, más, cuando anteponemos asistir a macrofiestas con horario restringido para la entrada gratuita a residentes, a la asistencia a un acto reivindicativo que nos afecta directamente a todos. Porque, paradójicamente, colgamos mensajes desesperados en redes sociales buscando alojamiento o pisos de alquiler asequibles y luego, no nos cortamos en subir fotos y videos de lo bien que me lo paso en dicha fiesta casi a la misma hora que otras personas vociferan en el número 49 de la Avenida España de Vila. Ese turismo masivo que nos ahoga es el causante de la dramática y asfixiante situación que vivimos, sobre todo, habitacional. Esto hay que entenderlo. La masificación no beneficia ni al turista ni al residente, únicamente al especulador. Que no son pocos.
Entiendo que hay muchos motivos para acudir a un acto de protesta de esta naturaleza, y también, que con uno basta para no hacerlo. En estos sitios acabas coincidiendo siempre con la misma gente. Algo tendrá que ver la conexión mental. Allí estábamos los mismos “perroflautas”, los habituales “robagallinas” y los “adoctrinadores” docentes de siempre. ¡Qué le vamos a hacer! Será nuestra condición. Pero había más gente. Bastante más. Justo delante de mí, un grupo de chicas, poco más que adolescentes, pancartas en mano, fueron de las primeras en cantar consignas y animar el cotarro, empujadas por la fuerza y la energía de la juventud. Y es que, la gente de esa franja de edad es la más perjudicada. No me preocupa a mí que no haya vivienda para los que vienen de fuera. Me preocupa que no la haya para los de aquí, y se tendrán que ir. Así de claro y así de duro. En esto es donde hay que poner el énfasis: en que no tiene que venir más gente a trabajar cuando no hay vivienda para los isleños. Y es a la juventud a la que hay que involucrar en esta lucha, porque les va su futuro en ello. Ahora mismo, aquí no lo tienen aunque tengan ocupación.