Un verano más, vuelven los mismos debates. El pasado mes de mayo se dio una concentración frente al Consell en protesta al monocultivo turístico. Al igual que en Canarias y en el resto de les Illes, esta concentración fue bastante numerosa.
Que el modelo productivo basado en monocultivo turístico que fagocita cada día más recursos, ya no es solo un mantra que repiten un grupo de izquierdistas. La Federación Hotelera nos dice que tenemos que cambiar el chip y no coger el coche para que los turistas puedan circular con mayor facilidad. También nos dicen que nos duchemos menos, que si no no habrá agua para las piscinas de los hoteles. Vox nos dice que no vayamos a la playa en verano, que claro que están masificadas, pero es lo que hay.
En definitiva, nadie niega que esto ya no es sostenible. Que el monocultivo turístico es como una manta muy corta: o te tapas los pies o te tapas la cabeza. El debate ya no es sobre las consecuencias negativas de la industria turística. El debate hoy día se da entre decrecer y diversificar o cambiar el chip.
Me pregunto hoy: ¿cuál será el siguiente chip que hay que cambiar? Me imagino algún artículo diciendo: «Nos hemos malacostumbrado a querer vivir en la tierra en la que nacimos. Si lo que se demanda hoy es apartamentos turísticos, habrá que adaptarse y cambiar el chip».
O algo así como: «Proteger las zonas rurales, agrarias y zonas de especial interés por su fauna y flora son cosa del pasado. Lo que genera empleo y valor añadido son las villas, los campos de golf y los beach clubs. La población de Baleares tiene que cambiar el chip».
También podríamos cambiar el chip y no ir a urgencias en verano para no saturarse más y que nuestros amigos los guiris puedan realizarse lavados de estómago tranquilamente al volver del West (también podemos cambiar el chip sobre los vómitos en las aceras, son propios de las sociedades más modernas de Europa).
Dicho así, parece absurdo, pero sabemos que no lo es. E incluso nadie pondría la mano en el fuego afirmando que los párrafos anteriores no están sacados de declaraciones reales de algún que otro propietario, empresario o político (si acaso no son los tres la misma persona).
Hay un experimento muy interesante que suele compararse habitualmente con determinadas situaciones sociopolíticas. Si cogemos unos sapos vivos (es un caso hipotético, pobres anfibios) y los soltamos en una olla con agua hirviendo, saltarán inmediatamente para evitar morir. En cambio, si los soltamos cuando el agua aún está tibia, los sapos permanecerán en la olla mientras esta se calienta. Y no serán conscientes de que el agua ha entrado en ebullición hasta que ya es demasiado tarde. Bien, pues esto es exactamente a lo que se refieren con cambiar el chip. A permanecer en la marmita de un modelo productivo que se derrama ya por todas partes.
El único chip que debería cambiar en Ibiza, es el de poner el alquiler a 2.000 euros porque tu vecino también lo ha subido, y total, como siempre hay alguien que lo paga… Pero vaya, esto ya es materia de otro artículo, al menos tan cínico como éste, pero que no será ni la mitad de cínico que las (no) soluciones basadas en cambiar el chip y en perseguir el alquiler turístico ilegal como única medida para paliar los precios de la vivienda.
Samuel Daza Cáceres
Así es amigo, la ley de la selva p