Adaya González (EFE) / Tras un junio muy llevadero que podría invitar a pensar que este verano el calor no matará a tantas personas como los dos anteriores, el Observatorio de Salud y Cambio Climático avisa de los efectos que puede tener una subida rápida de la temperatura, que agudiza el impacto tanto en la mortalidad como en las hospitalizaciones.
Héctor Tejero, responsable de Salud y Cambio Climático del Ministerio de Sanidad -que colidera junto a los de Ciencia y Transición Ecológica el Observatorio de Salud y Cambio Climático-, apela en una entrevista con EFE a no bajar la guardia y protegerse, a uno mismo y a los que no pueden hacerlo, del calor. «Es como una especie de asesino silencioso», advierte.
España es el país más vulnerable de la UE al cambio climático, la gran amenaza para la salud pública mundial. El problema no son los huracanes o tifones propios de otras partes del planeta; aquí, «la gran catástrofe asociada a la salud es el calor».
«Antes, el cambio climático era una cosa que se veía como lejana y que afectaba a los osos polares, pero ahora lo que vemos es que va a ser ante todo una crisis de salud pública. El cambio climático enferma y mata y, si no hacemos nada para evitarlo, cada vez enfermará y matará a más gente», subraya este doctor en Bioquímica y Biología Molecular.
El calor mata de dos formas: directa y fulminante mediante un golpe, y otra más sostenida, pero mucho más letal, que es agravando las enfermedades que ya se tienen. La ingesta de determinados medicamentos también influye. Mayores, niños, enfermos crónicos, embarazadas o personas socialmente más desfavorecidas son las más vulnerables.
Tras los de 2003 y 2022, el verano pasado fue el tercero más cálido desde que se tienen registros; entre el 15 de mayo y el 30 de septiembre, 24 personas murieron por golpe de calor, una cifra que va en aumento desde 2019.
A siete de ellos les dio en el ámbito laboral, otros siete reunían factores de riesgo sociales o ambientales (como vivir solo, en casas poco acondicionadas o difíciles de refrigerar o en la calle) y 3 por estar practicando actividades deportivas o de ocio.
No obstante, Tejero cree que «las laborales hay que tratarlas de forma separada al resto de muertes por calor, porque la gente no siempre puede elegir las condiciones de trabajo».
«Los trabajadores tienen que autoprotegerse, pero la responsabilidad siempre recae en la empresa. Lo que puede estar pasando -avanza- es que seguramente tanto unos como otras no están adaptándose lo suficientemente rápido».
El grupo de trabajo de Salud Laboral y Cambio Climático, el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo e investigadores del CSIC están trabajando para encontrar una mejora a esta situación, pero Tejero insiste en que habría que obligar a las empresas a incluir el calor en sus planes de prevención de riesgos laborales.
Los golpes suponen una ínfima parte de las defunciones achacables a las altas temperaturas; el año pasado se alcanzaron las 3.009, y el anterior, las 4.789. Casi 8.000 en dos veranos.
Para estar bien preparado, «lo principal es la adaptación, que debe ser gradual», para que el cuerpo se aclimate fisiológicamente; un incremento repentino del termómetro podría acarrear más mortalidad y hospitalizaciones, por ello prefiere no confiarse tras un junio que ha acabado sin muertos ni avisos por calor.
«Esperemos que baje un poco; en el Observatorio estamos muy pendientes de lo que pueda pasar en julio y si las temperaturas aumentan de forma rápida», asegura.
También la población debe adoptar una cultura del calor, que es la que explica que en las zonas más cálidas muera menos gente por altas temperaturas. «En el sur se sabe que hay que ventilar la casa por la mañana y por la noche y, el resto del tiempo, tener ventanas cerradas y la persiana bajada», ejemplifica.
Y tener muy presente que «la primera ola del año es la más importante».
Hidratarse, evitar la actividad en las horas centrales del día, reducir alimentos ricos en grasa y sustituirlos por más fruta y verdura o huir del alcohol son otros formas de atenuar los estragos del calor.
Mapa de calor
Hace unas semanas, Sanidad presentó, junto a una campaña de prevención, el nuevo mapa del calor, que permite afinar las alertas: a las 52 unidades de referencia de los anteriores -provincias y ciudades autónomas-, incorpora 130 zonas de meteosalud, áreas con un comportamiento de temperatura homogéneo de las que puede haber varias en una sola provincia.
Dado que no se viven igual 30 grados en Córdoba que en Asturias, el mapa asigna a cada una de las áreas un umbral de temperatura a partir del cual se disparan los riesgos para la salud.
Los ciudadanos pueden suscribirse al sistema de alertas en la web del Ministerio, especificando el municipio del que quieren recibir la información. Mediante un SMS se les avisará cuando se alcance el nivel naranja (medio) o rojo (alto) de riesgo.
El sistema hace predicciones a 3 días, de modo que Tejero interpela al «sentido común»: si se nota demasiado calor, aunque el mapa no arroje un nivel de riesgo elevado, hay que protegerse a uno mismo y a los más vulnerables y evitar toda actividad de riesgo.
EFE