Seguro que todos habéis oído hablar de los okupas. Un tema recurrente en temporada de vacaciones tanto en las noticias como en esos programas asusta viejas que echan por las tardes en la televisión. Esos programas que se encargan de dar gran visibilidad al caso excepcional para que pensemos que es la norma. Pero hay otro tipo de okupas de los que nunca les escucho hablar.
Okupas en las playas de todo el litoral que ocupan el espacio público que debería ser privilegio de todos (válgase el oxímoron), que son las arenas planas y cómodas de las playas. Dueños de chiringuitos y beach clubs que se sienten propietarios de un espacio en el que colocan todas las mañanas centenares de hamacas sin dejar espacio a los que vamos a disfrutar de nuestra (de todos) arena. Y los que por la noche las recogen son los que menos mal lo hacen, porque luego los hay que las dejan fijas todo el verano, y no se te ocurra sentarte en una por la noche, porque capaz te encuentras cara a cara con su guardián, normalmente una persona en riesgo de marginalidad que acepta pasar todas las noches al raso cuidando de las hamacas a cambio de unas migajas en negro. Persona seguramente engañada pensando que realmente el dueño del chiringuito tenga derecho a ese espacio, ya que hasta te amenaza con llamar a la policía, que claro, nunca llega a acudir a una llamada de que hay alguien sentado en la playa.
Okupas en sus propiedades, sí sus propiedades, pero cuyo vallado alargan al máximo para cortar o dificultar el acceso a la costa intentando así, de la manera más pirata, privatizar un espacio costero público. Como el macro hotel construido en Xarraca, o proyectos más humildes como la mansión de Es Canaret. Su objetivo es disfrutar en privado, o más vil todavía, alquilar turísticamente su casa junto a una playa privada de un espacio al que aún hoy todos tenemos derecho de acceso amparado por la ley de costas española.
Okupas también espirituales, o healers o terapeutas, que sin ningún pudor hacen su negocio vendiendo a precios astronómicos sus masajes, sus sesiones de regresión a la infancia, meditación, kundalini o cualquiera de los sucedáneos que tan bien se venden a turistas occidentales ricos que quieren sentir la espiritualidad de oriente. Que con la excusa de la conexión con la naturaleza se creen con derecho de ocupar playas o zonas de costa como los alrededores de Es Vedrà para su lucrativo negocio, todo en negro y sin pagar ni un solo impuesto. A veces con la complicidad del dueño del chiringuito que se ve con derecho a «permitir un negocio» en un terreno sobre el cual no tiene derecho a cambio de una comisión.
Okupas también en autocaravanas, que usando el victimismo y la real precariedad de la isla como arma arrojadiza, se creen con derecho a ocupar zonas privilegiadas para vivir cerca del mar, y luego encima presumir de lo espabilados que son por no pagar alquiler y vivir en la playa. Visto el caso de un felpudo a las puertas de una caravana para que luego alguien que quiera ir un domingo un rato a playa no pueda ni aparcar. Porque, a menudo, además de la caravana que no van a mover porque es su casa tienen uno o más coches aparcados en el parking que nos debería dejar acceso a todos los que queramos hacer uso de la playa. Otros prefieren zonas más tranquilas como los acantilados en plena naturaleza, cuyo terreno queda totalmente erosionado por el paso de los vehículos y muchas veces basura repartida por la zona.
Esta okupación no acaba en la tierra, para desgracia de muchos, estos okupas que acaparan con lo que es de todos alcanzan su máxima expresión en las bahías de toda la isla. Especialmente en las que tienen una buena vista a la puesta de sol, que se llenan de barcos y yates arrasando posidonia, haciendo que para los que vamos a disfrutar desde tierra, el sol ya no se vea caer por detrás del mar, sino por detrás de los mástiles de los barcos. Privatizando así algo tan universal como es la contemplación de una puesta de sol de una tarde de verano.
Conociendo la realidad de otros países, en los que el litoral si está privatizado y a menudo las playas son de pago, nosotros tenemos la suerte de disfrutar de un derecho por ley de acceso a la costa, y como no vayamos con cuidado, nos lo van a usurpar de manera legal o no legal.
Bartu Juan