@David Ventura/ No voy a decir cosas de Lou Reed que no hayan dicho ya otros antes. Ha sido una de las voces más personales de la historia del rock, un símbolo de una época, un sonido y una sensibilidad. En los años 70 alcanzó la categoría de mito, con todo lo que eso comporta -una cantidad ingente de historias apócrifas, leyendas, y cuentos truculentos circularon sobre su persona- y desde los años 80 estuvo al margen de la industria musical, viviendo de rentas -con algunas excepciones- y reinventándose como escritor y poeta. Para quien esto escribe, Lou Reed es una figura extraordinaria y algunos de sus discos suponen un shock, un auténtico martillazo en el alma.
Reed además de crear algunas canciones inolvidables, que marcan indeleblemente el cerebro del adolescente hipersensible, se especializó en canciones deprimentes. Para aquellos que tengan un buen día, que estén contentos con este sol primaveral de octubre y que se hayan levantado con ganas de vivir, les ofrecemos aquí una terapia de choque depresiva. Diez canciones perfectas para acompañar a un funeral, diez bombas atómicas de mal rollo, diez explosiones de tristeza. Venga… ¡que sólo es lunes!
Sunday Morning (1966)
La Velvet Underground abría su legendario disco de debut ‘The Velvet Underground & Nico’ con una canción de una rara belleza. La voz grave de Nico acompañada de un xilófono que puntuaba una melodía parecida a una nana infantil, nos ofrecían un tema que le daba la vuelta a los tópicos del domingo por la mañana. El Sunday Morning era aquel momento espantoso en el que, perjudicado por los últimos coletazos de una fiesta, el cuerpo y la mente en estado de parálisis,y tras una de esas afterparty que te dejan en un perdido polígono industrial, uno vuelve a casa y ve el rostro sonriente de las familias que pasean por el parque disfrutando un domingo por la mañana, y es cuando sabes que estás poseído por un virus que te hace ser inevitablemente malo.
Stephanie says (1968)
Stephanie se pregunta por qué entregó la mitad de su vida a hombres que la despreciaban. Esta bellísima canción sirvió de inspiración a Olvido Gara para adoptar el pseudónimo artístico de Alaska, ya que “she’s not afraid to die / the people call all her Alaska”. Y la canción finaliza con los coros repitiendo “hace tanto frío en Alaska, hace tanto tanto frío en Alaska!!!”.
Candy says (1968)
Es dificil encontrar una canción tan bella, delicada e inquietante como ‘Candy Says’. Este tema de la Velvet compuesto por un Reed en estado de gracia nos relata la confesión de un transexual que nos cuenta cómo ha llegado a odiar su propio cuerpo, cómo odia tener que tomar grandes decisiones, y que ve una bandada de pájaros aleteando sobre sus espaldas. Beth Gibbons realizó una versión sobrecogedora, que transmitía toda la desesperada belleza de la canción.
Caroline says (1973)
‘Caroline says’ pertenece al tercer disco en solitario de Lou Reed ‘Berlin’, el cual es, probablemente, el disco más triste y deprimente de toda la historia del rock. Yo lo tengo en casa pero confieso que no tengo valor para escucharlo, ya que estoy seguro que estas canciones producen suicidios. Dentro de la amalgama de negrura absoluta que es este trabajo, ‘Caroline says’ marca un punto álgido de tristeza. Melodía bellísima acompañada de una guitarra acústica y un órgano muy de la época, y la cansina y pastosa voz de Reed hablando en nombre de Caroline quien, tras levantarse del suelo, comenta: “Puedes golpearme todo lo que quieras. Me da igual. Ya no te quiero”.
The kids (1973)
Más madera. Continuamos en ‘Berlín’, la opera-rock favorita de quienes desearían no haber nacido. Después de sufrir los malos tratos de sus novios irascibles, los dramas no terminan para Caroline: los servicios sociales se llevan a sus niños, ‘The kids’ es una canción sólo apta para masoquistas. Su escucha rompe el corazón y a veces no he podido contener la llorera. Y ahora que tengo críos pequeños, más todavía.
The bed (1973)
Todavía no nos hemos movido del ‘Berlín’. Esta cama ha vivido grandes momentos, esta cama ha acogido a amantes, esta cama ha sido el escenario de momentos de éxtasis y de desolación, esta cama conoce nuestros secretos más íntimos. Esta cama también es el escenario de un suicidio. Probablemente, la canción más triste de todas.
Leave me alone (1978)
‘Leave me alone’ pertenece a ‘Street hassle’, el último gran disco del Lou Reed salvaje de los 70, el disco en el que Reed reivindica su papel de padrino del punk y regala ruido áspero, acoples, producción desaseada, desafinados diversos y letras llenas de mala hostia. ‘Leave me alone’, dejadme solo, es extraordinaria, violenta, cachonda y muy ruidosa, con una letra que es un canto al “dejad de tocarme los cojones” y que dedica un inmenso “OS ODIO” a su público, a la crítica, y a todo el género humano.
Dreamin’ (1992)
‘Magic and loss’ es el último gran álbum de Reed. Como no, también es uno de los más deprimentes. Se trata de un disco conceptual dedicado a su amigo Doc Pomus, fallecido de cáncer, y sus canciones tratan básicamente de esto: recuerdos de los amigos muertos y temas sobre la radioterapia, los hospitales, los goteros, la quimio, el sentido de la vida, el adiós a todo esto, las oportunidades perdidas, la omnipotencia de la Muerte, etc. Todo muy alegre, en definitiva. En este rosario de calamidades, ‘Dreamin’ brilla con luz propia: rememorando sus últimas tardes en la habitación del hospital con su amigo moribundo, Reed alcanza el cielo con esta canción preciosa.
Coney Island Baby (1975)
Termino con una pequeña licencia. ‘Coney Island Baby’ es una canción triste pero no es deprimente, porque termina bien. Porque después de explicar todas las dudas, inquietudes y tristezas de este chaval de Coney Island, todo lo triste de la vida se desvanece ante la llegada del Amor, y esa invocación “Glory of love, the glory of love” del final de la canción convierten estos seis minutos y medio en la tristeza más luminosa que haya existido jamás. Canción preciosa, inolvidable, una canción que merece la inmortalidad. Un tema perfecto para despedirnos de Reed y decidir, en el último momento, que mejor nos cortamos las venas otro día.