R. Beltrán/ Alberto Marcos (Madrid, 1977) se conoce el mundo de la literatura como la palma de su mano. Editor de autores españoles en Plaza & Janés, Marcos es el responsable de éxitos como La casa de los amores imposibles de Cristina López Barrio, las novelas de Andrés Pascual, los libros de Canal Historia y las obras de Inocencio Arias, entre muchos otros. Estudió Historia y ahora es eso precisamente lo que escribe: historias y relatos. La vida en obras (Páginas de Espuma) es su primer libro y ya está pensando en el siguiente, en el que aparecerá Ibiza indefectiblemente. Porque hace más de veinte años que visita Ibiza y se siente un poco suyo, por eso presentará su libro el sábado a las 20h en la librería Hipérbole de Vila, flanqueado por el editor ibicenco David Trías y el poeta Julio Herranz.
En los catorce relatos de La vida en obras haces un retrato muy crudo de la clase social más adinerada. ¿Luce más la miseria cuando quien la padecen son los que “lo tienen todo”?
He escogido esta ambientación por dos razones. La primera, porque son unos escenarios que yo conozco muy bien y de primera mano. Y siempre te sientes más seguro cuando escribes sobre lo que conoces. Esas verjas, esos céspedes verdes recién cortados… Son escenarios que he mamado desde pequeño y sabía que podía reflejarlos de una forma veraz. Por otra parte, también me parecía interesante la paradoja que se crea cuando tocas estos temas: la gente que a priori tiene ventajas económicas se supone que pueden enfrentarse mejor a según qué tipo de problemas, pero me interesaba mostrar que no es así. Hay un relato en el libro, titulado Medidas de seguridad, que demuestra cómo esa protección de la que pueden disfrutar los más privilegiados deriva en más soledad, más incomunicación y más problemas de adaptación al medio. Muchos de estos personajes nacen ya con un camino tan establecido que les cuesta mucho ser libres, les es muy difícil ser ellos mismos. Este contraste me parecía muy interesante porque añade conflicto a las estrías de la vida.
Desde luego, no has dado tregua a tus personajes ni en una sola línea.
Cuando escribo me apetece poner el dedo en la llaga. Es cierto que algún relato puede ser un poco duro, pero la única forma de superar un miedo es enfrentarte a él cara a cara. Para escribir sobre finales felices y sentimientos bonitos ya está la factoría Disney. Yo pretendía poner los personajes al límite y ver cómo respondían ante ello. Lo interesante de nuestras vidas en obras es cómo reaccionamos ante las situaciones difíciles.
De todos modos, si estos relatos hubieran tenido como protagonistas a personajes de otras clases sociales hubieran salido igual de duros. Al final, independientemente de dónde hayamos crecido lo importante es cómo reaccionas ante lo que te viene de fuera. La intención no era hacer una crítica a la clase social alta, sino advertir de que en nuestra vida en obras vamos a encontrarnos con problemas y hemos de saber cómo enfrentarnos a ellos. La angustia por la incomprensión, por no encajar con los demás, por no tener definida tu identidad sexual… Eso te puede pasar en La Moraleja y en Vallecas.
Cuando escribo me apetece poner el dedo en la llaga. Para escribir sobre finales felices y sentimientos bonitos ya está la factoría Disney.
¿Crees que es bueno que la vida esté permanentemente en obras o desearías que en algún momento te hicieran entrega de las llaves?
Eso me parece muy irreal, ni me lo planteo. Nuestra vida siempre está en obras y eso es, precisamente, lo más divertido. Al final no es tanto lo que te pasa, sino cómo te enfrentas a ello. Por eso, la pregunta que te haces constantemente es ‘¿cómo me construyo?’. A medida que creces vas haciendo acopio de herramientas para solucionar este tipo de conflictos.
Como cuentista militante, ¿qué te pareció que le dieran el Premio Nobel de Literatura a Alice Munro?
¡Me encantó! Curiosamente, nunca me implico demasiado con los Nobel de literatura. Me parece que la Academia tiene en la cabeza que ha de premiar a gente desconocida, significada políticamente o de lugares geográficos poco conocidos. Así, que de repente premien a alguien fuera de todas estas modas y razones extraliterarias es para mí una satisfacción. A Alice Munro la he leído siempre y la adoro. Por eso, que le den el Nobel a una mujer de Canadá y que escribe relato… ¡Me parece merecidísimo! Y también es un espaldarazo para el género, porque esta autora prácticamente sólo ha escrito relato. Basta ya de novela, basta ya de poesía y de ensayo oscuro… Y que se reconozca el género del relato, que está a la misma altura.
¿Por qué crees que en España hemos maltratado tanto este género cuando tenemos una tradición repleta de autores que lo han cultivado con maestría?
Creo que hay una percepción de que el relato no vende, no es comercial. Además, a pesar de los grandísimos cuentistas que tenemos, todavía arrastramos cierto complejo. Como ejemplo te contaré que a mí me han preguntado varias veces a raíz de mi libro que cuándo voy a escribir una novela… Como si el relato fuera un paso previo, un género menor. Aún así, esto está cambiando poco a poco y editoriales como Páginas de Espuma, que lleva más de diez años publicando sólo libros de relatos, están contribuyendo a ello.
Eres editor y escritor. Desempolvemos el tópico, ¿es cierto que todos los editores llevan dentro a un escritor?
Para nada. Precisamente hablaba de esto con mi editor, Juan Casamayor, y me comentó que jamás se le había pasado por la cabeza escribir. Otro editor al que tengo mucho aprecio, Constantino Bértolo (Caballo de Troya), también dice siempre lo mismo. Son dos vocaciones distintas, aunque trabajes con el mismo material: la literatura. Mi vocación de toda la vida ha sido escribir y, más tarde, trabajando como editor estoy contentísimo, pero intento no mezclarlo porque intuyo que si lo hiciera me volvería loco.
Como editor, ¿qué libro te gustaría lanzar?
Me encantaría editar un libro de relatos, un género que no he tocado como editor. Por ejemplo, una antología de autores de relato contemporáneos e internacionales.
Y cómo escritor, ¿qué libro te hubiera gustado firmar?
Sigo con el subidón del Nobel, así que cualquiera de los libros de relatos de Alice Munro. Para destacar un par, que creo que guardan cierta similitud con mi libro, resaltaría La vida de las mujeres, una serie de relatos con la misma protagonista. Y también La vista desde Castle Rock, en el que la autora cuenta la historia de su familia desde que emigraron de Europa para instalarse en Canadá.
Mi vocación de toda la vida ha sido escribir y, más tarde, trabajando como editor estoy contentísimo, pero intento no mezclarlo porque intuyo que si lo hiciera me volvería loco.
¿Cuáles son tus autores de cabecera como escritor?
Me fijo mucho en la tradición norteamericana del siglo pasado. Adoro a John Cheever, Flannery O’Connor, Katherine Anne Porter, John Carver… Conecto muy bien con este tipo de escritores y de alguna manera estaban en mi cabeza cuando escribía La vida en obras. Ese realismo que sólo busca contar una historia de la manera más sencilla posible me interesa mucho, porque no pretendo tanto transmitir un mensaje como contar una historia. Estos autores cuentan lo que les ocurre a personajes normales, para nada excepcionales, y eso es lo que yo pretendía con mi libro. Esta tradición comienza con Chéjov, que es el Gran Maestro del relato y es el autor que comienza a fijarse en la gente normal y a relatar tramas aparentemente intrascendentes para sacar de ahí temas mucho más profundos que tratan sobre esa vida en obras de la que hablábamos.
Madrileño de nacimiento, pero gran conocedor de Ibiza. ¿No es así?
Llegué a Ibiza como un turista más, de vacaciones familiares, y más de veinte años después para mí la isla es una segunda casa. No soy isleño pero a veces me siento ibicenco de adopción. He conocido todas las Ibizas habidas y por haber, tengo buenísimos amigos aquí… La siento muy de cerca.
¿Y no te has planteado ambientar aquí alguno de tus relatos?
¡Claro que sí! Lo que ocurre es que yo asocio Ibiza con cosas buenísimas, con el escape de esos ambientes opresivos que detallo en algunos de mis relatos. Por eso en su momento no apareció Ibiza como escenario, porque todo era demasiado apacible y paradisíaco. ¡Pero sólo aparentemente! Pero ya estoy escribiendo cuentos ambientados en Ibiza para mi siguiente libro, porque estoy convencido de que la isla da para mucho.
Estoy escribiendo cuentos ambientados en Ibiza para mi siguiente libro, porque estoy convencido de que la isla da para mucho.
Así que hay un próximo libro en gestación…
Páginas de Espuma ya me ha pedido un nuevo libro. ¡Me he convertido en un ‘espumoso’, como dicen en la propia editorial! Tengo una idea y desearía que fuera diferente a La vida en obras en cuanto al tono, al tema… Ahora me apetece centrarme en algo más concreto: los hombres. Me gustaría explorar eso que conocemos tradicionalmente como masculinidad y ver cómo ha evolucionado durante los últimos años.
Como conocedor solvente del mundo editorial desde las dos orillas, la de la edición y la de la autoría, ¿está la literatura pasando un momento tan nefasto o nos pasamos de pesimistas?
Yo soy optimista. Desde luego, el momento es difícil, la crisis ha afectado y mucho al mercado editorial… Pero la gente sigue leyendo, sigue escribiendo historias y esto no se va a perder nunca. Sigue habiendo grandes escritores y buenos libros publicados. También han editoriales y librerías pequeñas que están arriesgando y haciendo cosas diferentes. Esto, junto al tema digital, han de hacernos sentir optimistas. Todo son oportunidades buenas, puertas abiertas, caminos por descubrir…
Última y obligada. ¿Qué libros nos recomendarías?
Yo ahora mismo estoy recomendando a todo el mundo a Alice Munro porque el Nobel me ha dado una excusa fantástica para insistir en ello. También lanzaría otros nombres, como el irlandés Colm Tóibín, que ha escrito relatos y novelas estupendos, o la voz fresca y renovadora de Junot Díaz, que acaba de publicar Así es como la pierdes en Mondadori.