En lo que llevamos de año, han llegado a las costas de Ibiza y Formentera aproximadamente 115 pateras con 1.750 personas a bordo. Formentera es, de lejos, la isla donde más han llegado, con un centenar, frente a las 15 aproximadamente que ha recibido Ibiza.
La mayor parte de estas embarcaciones son abandonadas por los patrones al llegar a la costa y alguna de ellas ha ardido por completo por razones que se investigan. Una hipótesis es que podría deberse a un fuego intencionado, con el propósito de borrar las huellas dactilares que puedan incriminar posteriormente a los patrones de las embarcaciones.
Muchas de estas barcas se abandonan en lugares de difícil acceso, como bajo los acantilados de la Mola de Formentera, pero otras a pie costa y a la vista de todos. Lo cierto es que su presencia se ha convertido en un paisaje tristemente habitual en el litoral de la isla, especialmente en lugares como la costa del Pilar de la Mola, s’Estufador o Es Caló.
Decenas de estas pateras encalladas en la costa acaban desechas por la acción del mar, especialmente por los últimos temporales. Terminan su viaje desde Argelia o bien hundidas o completamente destrozadas, repartiendo restos contaminantes por la costa de la isla.
Bajo estas líneas se puede ver, por ejemplo, la degradación de una patera que llegó a principios de agosto. Unos días después, sobre el 7 del mismo mes, estaba completamente destrozada.
Combustibles de los motores, los propios motores, baterías, plásticos (como bidones de agua), chalecos salvavidas, ropa, y restos de los cascos se desperdigan por la costa, generando un problema medioambiental añadido.
«En la zona de s’Estufador se acumulan actualmente cinco barcas y otras tantas que arribaron ya no están pero no porque hayan sido retiradas, sino porque el mar se las ha llevado», relata un testigo de los hechos a Noudiari. «En Es Caló se hundió otra y hay muchas haciéndose pedazos en la zona de la Mola y los acantilados», añade.
La Administración del Estado es la que se ocupa de la destrucción de las pateras, a través del servicio de una empresa externa que se contrata puntualmente, según las necesidades, para retirarlas, informan a este respecto desde la Delegación del Gobierno. Es decir, que se contrata el servicio de retirada en función de las necesidades y llegadas, que no son estables en el tiempo ni en el número de barcas.
Desde la Delegación explican que cuando se genera esa necesidad se contrata el servicio y se acaban retirando todas, pero no es posible actuar de manera inmediata porque la contratación de servicios externos por parte de la Administración sigue unas pautas estrictas de gestión y trámites y eso puede demorar la intervención en algunos casos. Siempre que es posible, estas barcas se llevan a tierra, hasta que se procede a su destrucción, según destaca la Delegación del Gobierno a consultas de este medio.
Al tratarse de un fenómeno irregular, cuya punta de llegadas no puede preverse, está sujeto a la necesidad de adaptarse a las circunstancias. También influyen las condiciones meteorológicas.
La realidad en todo caso es que estas embarcaciones no se retiran de manera inmediata y están generando un problema de residuos y medioambiental añadido.
Ciudad sin ley