Después de explicar mis vaivenes anuales por el Festival de Sitges, en un ejercicio de autolametones por el que no he preguntado si había interés, toca hablar, ahora sí, de películas. Porque el de Sitges es un festival de eso, de películas, de muchas películas. Ni más ni menos que 230 se han exhibido durante once días de certamen, un número ciertamente inabarcable. Dejamos para otro momento el debate de si ensanchar la cantidad merma la calidad, o no tiene por qué suceder.
Obviamente resulta imposible tener una imagen global completa y no sesgada del cine exhibido. Incluso ver sólo la Sección Oficial a Competición, formada por 33 largometrajes, se antoja muy complicado. Así que, vaya por delante, este artículo nace ya con esa limitación. Pero es mi Scattergories y son mis películas.
Podría comenzar con el Palmarés, pero este Sitges 2024 lo recordaré siempre por una película que se ha marchado sin premio, al exhibirse fuera de competición, dos sesiones especiales que hicieron tambalearse los cimientos del Auditori del Melià. De hecho, se me va a hacer difícil no convertir este escrito en casi una oda a ella. Y es q esta edición siempre será la de The Substance, o La sustancia, título con el que ya se ha estrenado en cines comerciales en España. ¡Qué maravilla, por favor!
A estas alturas pocas cosas quedan ya por decir de ella. Su resumen argumental es sencillo. Una antigua estrella de Hollywood, interpretada por una Demi Moore que se marca la mejor interpretación de su carrera, vive atormentada envuelta en el recuerdo de su éxito pasado y en el desapego que la gran audiencia tiene hacia las estrellas ya entradas en edad. Un día, topa con un remedio, una sustancia, que le permitiría reverdecer su antigua belleza y gloria. No parece demasiado original, así de entrada, pero, oh señores, estamos ante una obra magna. Y lo es por muchos motivos.
La directora Coralie Fargeat, en su segundo trabajo tras la destacable Revenge (un “rape ande revenge” bastante más tradicional, eso sí) nos demuestra ya en los dos primeros minutos de la cinta hasta dónde va a ser capaz de llevar su genialidad. La dirección excesiva, los juegos de espejos, los contrastes cromáticos, el nervio y la pausa, todo al servicio de una dirección que merecería todos los premios, y que, perdonen la exageración, enamoraría a Kubrick. Ella misma firma un libreto brillante que ganó el premio al mejor guion en Cannes. Un guion abrumador, que salpica a diestro y siniestro contra la tiranía de la apariencia física, de la juventud, del machismo de la industria, de la cosificación de la mujer y de los fantasmas de la nostalgia de lo que ya se fue. Contra todo y contra todos, Fargeat nos dispara a la cara una apología de la destrucción física y emocional.
Y si una Moore sesentona se redime de chorradas pasadas, la otra que pasea carisma y talento por la pantalla es Margaret Qualley. La hija de Andy MacDowell, vista en la serie The leftovers, es la ¿antagonista? perfecta para Demi. Inolvidables ya sus primeros planos sonrientes y sus contorsiones, voluntarias e involuntarias, casi historia del cine. Y ojo a un Dennis Quaid absolutamente cartoonesco, al servicio de un mensaje que, no por obvio, te arrastra de principio a fin.
Y todo esto bañado con un body – horror gore al que no estamos demasiado acostumbrados a ver en salas comerciales, fuera del circuito de festivales. Esta La mosca “zentennial” es, sin duda, la película que hubiera necesitado la carrera de David Cronenberg los últimos años. Su particular “sustancia”.
En definitiva, La Sustancia nos abruma, nos golpea, nos fascina, nos remueve, nos divierte, nos ata a la silla. Por cierto, información de servicio, la pueden ver a partir del día 20 en el Teatro España de Santa Eulària, y más adelante en el Regio gracias a Zinètic. De nada.
Más allá de La sustancia, que te deja exhausto hasta escribiendo de ella, ha habido más cosas interesantes en lo que ha sido un Festival que, como la añada, ha dejado un buen regusto. Sitges no ha hecho más que confirmar que en 2024 el género fantástico está más vivo que nunca.
Un ejemplo es la gran triunfadora del certamen, ganadora de los premios a Mejor Película y al Premio de la Crítica: El baño del diablo. Preseleccionada por Austria para los Oscar, su afiliación al género está cogida con pinzas, pero eso ya lo hemos asumido. Basada en hechos reales documentados en la Europa central en los siglos XVII y XVIII, mezcla con crudeza depresión, bodas de conveniencia e infanticidios en el mundo rural. Algo plomiza en su ritmo, deja imágenes bellísimas y evocadoras, a medio camino entre los cuadros de Brueghel el Viejo y Fragonard. Recomendable hostia a nuestros valores.
Tambien salió con premio bajo el brazo el guion de A different man. Una vuelta de tuerca al concepto del doppelgänger, una sátira que lleva el “cuidado con lo que deseas, que se puede convertir en realidad” a la máxima expresión, de la mano de un personaje deforme que recuerda al lynchiano hombre elefante que ve como su versión mejorada (como si se hubiera inyectado la sustancia, ejem) no era tan fantástica como pintaba. De fino humor negro, notable café para muy cafeteros.
Una de las agradables sorpresas de la lectura del palmarés fue el premio a la mejor interpretación femenina para Kristine Froseth, la joven protagonista de Desert road, dónde una fotógrafa aficionada queda atrapada en un bucle espacio temporal al pinchar su coche en medio de la nada. Pese a que el tema ya está manido, sabe virar hacia soluciones originales y nos brinda un gran sci-fi de bajo coste pero muchísimo ingenio. Es un sí en toda regla, sin llegar a los niveles excelsos de otros loops espacio – tiempo vistos años anteriores como Coherence o Triangle.
Gustó bastante Exhuma, ladrillo coreano que a mí se me indigestó, que empieza como película de fantasmas al uso y acaba convirtiéndose en una lección de historia del país que no me apetecía escuchar. También fascinó a la mayoría Else, una paranoia muy imaginativa en que, pandemia mediante, los objetos se convierten en personas y las personas en objetos y así todos acabaremos siendo uno. Pinta bien así explicado, pero cuesta mantenerse despierto. Eso sí, contiene secuencias hipnóticas que no se olvidan.
Tras La sustancia, mi medalla de plata particular sería para Strange Darling. Si Tarantino hubiera dirigido el típico thriller con psicópata y final girl, sería Strange Darling. La película que has visto mil veces pero en realidad todavía no habías visto. Mejor verla sin saber nada de nada de ella. Ya se ha estrenado en cines en España, desgraciadamente no ha llegado a Ibiza. No se la pierdan cuando llegue a alguna plataforma, o a esa plataforma alternativa que no voy a nombrar por si viene el Tebas del cine a multarme.
Para ir acabando, recomendable Presence, la primera incursión en el terror del otrora muy demandando Steven Soderberg (un haunting house narrada íntegramente desde el punto de vista del fantasma). También el nuevo divertimento de Quentin Dupieux, El segundo acto, ácida como pocas y mucho más inteligente en sus subcapas de lo que parece. Y, me cuentan, pues, yo no las he podido ver, también dignas de aplauso son el pseudo-documental distópico 2073, y la sorpresa, otra distopía con toque Agenda 2030, The assessment, en un mundo destruido por el cambio climático donde la maternidad está limitada.
No quiero extenderme demasiado con lo que no me gusta. Lecciones de hacerse mayor. Decepcionantes la nueva frikada de Nacho Vigalondo, Daniela Forever, Azrael, Mr. K o la que pretendía ser el Amanece que no es poco de nuestra era y se queda en humor involuntario, Bodegón con fantasmas. Ah, y dudo que algún día tengan acceso a ellas, pero si se las topan sin querer, no toquen ni con un palo la colombiana Mi bestia o la brasileña Entierre a sus muertos.
Hasta aquí el repaso a una edición interesante. Les dejo, que tengo cita en mi médico para un tratamiento experimental con una sustancia…
Por Raül Medrano