Son las 6 post meridiem en cuanto a rotación y traslación, ya apurando el mes de diciembre del dos mil veinticuatro que fijó el hijo del carpintero. Para los que les pese, esto son cosas que pasan cuando el planeta es totalmente esférico. Mi perro, un retriever de color negro, está más pendiente de las moscas que de otra cosa. Por eso me veo en la obligación de ser yo quien se haga responsable, quien sea consciente de algunas cosas.
Toda identidad necesita una idiosincrasia, un trazo que la perfile, un apellido con el que pertenecer a algo o a alguien. Los apellidos de Ibiza son esos tópicos típicos que se mantienen en todas las mesas de la isla. Ya sean de pageses, expatriados, políticos, artistas, turistas, temporeros, empresarios, deportistas, camellos o, a veces, recién aterrorizados. Antes y después de la copa de hierbas ibicencas, de alguna manera casi siempre intencionada, surge ese tópico que, más que una simple apreciación, lleva consigo un artilugio de refrendo, proclama y/o propiedad.
Todos hemos estado en alguna de esas mesas. Según los iba recordando, los fui apuntando en una nota del teléfono que copio y pego tal cual (inclusive la mala ortografía):
1. La paz de los inviernos en Ibiza.
2. El alquiler desorbitado.
3. La isla te acepta o te expulsa.
4. Es Vedrà y su magnetismo.
5. Las dos caras de Ibiza.
6. La isla de los hippies.
7. Quejarse del turismo de calidad.
Es furtivo que estos “apellidos” que ha adoptado la isla de Ibiza, establecidos así por criterio relativo, muchas veces sin el más mínimo atisbo de referencia o realidad a lo que atiende el tópico, van reportándose en un impasse de boca a oreja desde hace tanto rato que ya es dificilísimo encontrar una etimología que verdaderamente los justifique. Es mas una coletilla que, al usarse, ya te convierte en habitante de Ibiza.
Si tú, en la mesa, le dices a aquel o aquella que “la isla te acepta o te expulsa”, es evidente que a ti te ha aceptado y no vas a perder la oportunidad de enseñar ese colmillo chupóptero vampírico a media sonrisa. Al mismo tiempo, has dejado que tu pulso deje de latir de octubre a mayo para vivir “la tranquilidad del invierno”. Además, eso te permite ver la otra cara de Ibiza, que debe ser como la de la luna: desconocida para los que no viven sin pulso en invierno.
El reto está sobre la mesa. Lo del alquiler es como lo del tren eléctrico en Ibiza, que parece más una fantasía que una aventura de Vicent Marí, que, por modestia, se va a dedicar a las VPO. Claro, normal. A mí eso me pesa, porque una línea de tren, sin ser un topicazo en la isla, ayudaría tanto.
Lo del magnetismo de Es Vedrà tiene lo que tienen los horóscopos: una necesidad superlativa de dar sentido a la existencia misma, por encima del asfalto que voy pisando. Pero de una manera mediocre, pues solo se sustenta en el amparo estético; por aquello de que la roca es bonita, eso no cabe duda.
Lamentablemente, lo de los hippies… ya es tarde para decirles que pidan perdón por lo que han hecho.
Y el turismo de calidad, todos sabemos que se discute más en las mesas de políticos y empresarios que en las de temporeros o camellos, porque, al final, es puro marketing. El turismo, en sí mismo, carece intrínsecamente de calidad, por turismo que es.
En fin, sin más eufemismos, la próxima vez que esté en una mesa, me voy a permitir la de un nuevo apellido, el octavo pasajero de esta peli: ¿qué te parece? La nueva Ibiza.