@D.V./ El final de la temporada turística y de los contratos de los empleados fijos discontínuos ha provocado un auténtico aluvión en las oficinas del SOIB para pedir cita, tramitar los papeles y darse de alta del paro. Desde primera hora de la mañana y hasta el mediodía, todos aquellos que han pedido día y hora, más los que tienen que sellar el paro, aguardan pacientemente su turno ya sea en el interior de las oficinas como en la vía pública.
Las citas se concertan previamente por teléfono para ordenar la llegada de la gente, pero a media mañana la gente ya se acumula y la espera suele ser de unos tres cuartos de hora de retraso sobre la hora fijada. Los funcionarios hacen lo que pueden y están desbordados, y todo el mundo parece tomárselo con resignación: “Todavía queda veinte números para que me atiendan. Me llamarán una hora tarde seguro” comenta Ana, una cocinera que terminó su contrato el 31 de octubre y que, después de trabajar durante seis meses y medio, cobrará la ayuda para pasar el invierno.
A pesar del retraso, Ana no tiene prisa y comenta que la espera en el SOIB le está resultando agradable: “Aquí te encuentras a todo el mundo. En dos días, he coincidido con cuatro compañeros de trabajo. Todos terminamos el mismo día y todos coincidimos aquí”.
Panorama ante un invierno sin trabajo
Los fijos discontínuos que vienen a darse de alta del paro se pueden dividir en dos grupos: aquellos quienes tienen otro salario que entra en casa, y aquellos quienes tienen sólo el subsidio para sobrevivir al invierno. Los primeros planean el invierno con cierta placidez, los segundos no tanto.
“He trabajado de camarero y mi mujer en un rent a car” comenta Alberto Naya, que está preocupado porque no ha llegado a trabajar seis meses y no tiene claro si podrá cobrar la ayuda, “pero tengo un bebé, cargas familiares, y espero poderla cobrar”. Este invierno se presenta complicado porque su mujer de fija a pasado a discontinua: “Un trabajo de invierno, ni que sea de media jornada, me vendría como agua de mayo”. ¿Cuáles son sus proyectos para las próximas semanas? Alberto no lo duda: “Buscar trabajo”.
Se lo toma con más calma Mónica Yustas, quien después de trabajar en un establecimiento hotelero durante seis meses, cuenta con cobrar el paro que ha acumulado en los últimos años más el sueldo de su marido, que trabaja todo el año. “Cuando vivía en Mallorca trabajaba todo el año y me cuesta acostumbrarme a trabajar sólo seis meses” y añade que el salario de su marido le da una “relativa tranquilidad”. Con un hijo pequeño y otro en camino, tampoco se puede permitir demasiados despilfarros.
Los que tienen una perspectiva bastante más complicada son Chafik Chohod, carnicero, y Abdullah Bouzammour, marmolista. Chohod ha acudido a sellar el paro y Abdullah, su amigo, que está también en el paro y no tiene nada que hacer, le acompaña. Abdullah comenta que lleva un año y medio en el paro pero que su antiguo jefe le ha prometido que le dará trabajo: “Un jefe mío me tiene que llamar. Ahora, obra nueva no hay, pero me ha dicho que cuando sepa algo me llamará. La cosa está floja”.
Con más placidez afronta el futuro la argentina Norale Álvarez: ha trabajado como camarera de barra hasta el 1 de noviembre, es fija discontinua y comenta que con la nueva normativa si viaja a la Argentina y está más de veinte días fuera de España, le congelan el cobro del paro: “No entiendo estas ganas de castigarte” comenta, y asegura que se pasará todos los próximos meses haciendo cursillos: “pero no estos cursos del SOIB, sino cursos de reiki, de terapeuta, de esas cosas”.