La matrona Maribel Isidoro le puso palabras a su vocación en Barcelona, cuando, siendo todavía estudiante, el doctor García Vanrell la entrevistó durante una criba, porque había menos plazas vacantes que candidatas para los estudios de matrona. «Pues mire, tengo 22 años y yo quiero la vida, no la muerte. He pensado que, con la vida, voy a ser muy feliz”, le dijo.
Mañana viernes será su último día de trabajo en su despacho de Can Misses tras 44 años de servicio. Ha prolongado hasta los 69 años su jubilación, que podría haber sido hace cuatro. Ella dice que ha sido por coincidir con el momento de la jubilación de su marido, pero escuchándola se concluye que le ha costado dejar una profesión que le ha dado tanto y en la que ella lo ha dado todo.
Maribel Isidoro no necesita una entrevista para hacer balance de sus 44 años como matrona en Ibiza. Lo que necesitaría sería un libro entero, con sus muchos capítulos de días felicísimos, otros días terribles; de nacimientos, pérdidas, acompañamiento, saturación de trabajo… A lo largo de la entrevista se emociona recordando momentos muy duros y se le empañan los ojos. En otros, la sonrisa no le cabe en la cara al recordar cómo ayudó en partos muy complicados. En otros momentos se enfada recordando el ninguneo que han sufrido las matronas por parte de la gerencia «hayan sido de un color político o de otro», critica.
De Barcelona a Ibiza
Cualquier duda al respecto de su vocación se le disipó después de pasar tres meses haciendo prácticas en lo que llamaban la antesala de la muerte: el servicio de Otorrinolaringología del doctor Tresserra en el Clínico de Barcelona, donde se encontró haciendo turnos de noche en una planta de enfermos terminales de cáncer y hasta con suicidios de pacientes, en unos tiempos en los que esta enfermedad tenía mucho peor pronóstico. Esa experiencia la dejó marcada, hasta el punto de dudar de si sería una buena enfermera. Pero ser matrona la salvó de esa duda vocacional. Su trabajo, sin embargo, no ha sido un camino de rosas y también ha pasado por momentos muy complicados.
¿Pero cómo llegó Maribel Isidoro a Ibiza? Estudió en el Clínico de Barcelona y, al finalizar, no tenía muy claro su destino. “Maribel, te he encontrado trabajo en Chinchilla”, le dijo su amiga Marisol, una albaceteña con la que había estudiado. «¿Chinchilla? Pero, ¿dónde está eso?», se preguntó ella. La casualidad quiso que otra amiga, Neus, una chica ibicenca, le dijese que había trabajo en la Clínica Vilás. “Como comprenderás, con 24 años, en Chinchilla no me había perdido nada”, relata Isidoro entre risas. “Lo que no sabía yo es que iba a estar aquí 44 años”, añade.
«Hazme una entrevista»
Llegó a Ibiza en diciembre de 1981, cuando la población en toda la isla apenas superaba los 62.000 habitantes (ahora somos más de 160.000 fijos, más la población flotante del verano) y con un trabajo de matrona en la Vilás. Unos meses más tarde, en marzo de 1982, cogió, además, una plaza de APD (Asistencia Pública Domiciliaria) en Santa Eulària donde estuvo 13 años (nueve de ellos los compaginó con la privada).
“Me planté en Santa Eulària, que por entonces tenía 12.000 habitantes (ahora tiene 42.000) y solo cinco policías municipales para todo el pueblo, y me encontré en una pequeña consulta en la calle Sant Jaume que nadie sabía ni que existía”, relata.
Así que Maribel Isidoro, todo un carácter, se plantó en el Ayuntamiento de Santa Eulària y preguntó si en el pueblo había algún periodista. Y le hablaron del histórico Michel Ferrer Clapés (Argel, 1952-Ibiza, 2012), cronista autodidacta de Santa Eulària y todo un personaje.
Le indicaron dónde encontrarle. «Hazme una entrevista. El pueblo tiene que saber que hay matrona», le dijo. A lo que él le respondió, algo descolocado sobre el tema: «¿Y qué preguntas te hago?». «Yo le dije que no se preocupara, que yo me hacía las preguntas y las repuestas», relata la matrona entre risas.
Así que la entrevista, que salió en Diario de Ibiza, dio a conocer su trabajo, de modo que muchas personas del pueblo la conocieron y la consulta se fue animando cada vez más.
Años después, Maribel Isidoro se encontró a Michel haciendo los certificados de residente en una oficina municipal de Jesús. “Allí estaba, sin pegar golpe”, bromea la matrona.
Maribel Isidoro venía a Ibiza con una formación excelente del Clínico de Barcelona, especialmente en cesáreas, y eso la convirtió en algo más que matrona de la Vilás, donde intervino en operaciones quirúrgicas fuera de sus competencias como apendicitis agudas y otras, ya que no tenía miedo del quirófano y tenía muy buen conocimiento del instrumental quirúrgico.
Pero cuando tuvo a su primer hijo, en 1989, quiso tener algo de tiempo para disfrutar de la maternidad y dejó el trabajo en la privada, aunque se quedó con la plaza de Santa Eulària.
«La vida da y quita. A mí, con 25 años, aquel 12 de marzo de 1982, la vida me dio, cuando me llevó a Santa Eulària; pero también quita, porque años más tarde me llegó ese momento de tener que dejarlo y tomar otras decisiones», afirma la matrona.
Y es que en 1986 se había aprobado la Ley General de Sanidad y muchas cosas estaban a punto de cambiar. Una de ellas era una amenaza que se cernía sobre Maribel Isidoro: las plazas de APD se consideraban a extinguir. “Yo, sentada en el antiguo Montesol, pensaba: bueno, pues lo que me dure… y así pasaron algunos años”.
Pero llegó el momento. Hacía como 20 años que no se convocaban oposiciones para todo ese personal sanitario, de modo que les obligaron a pasar por las pruebas.
«Fue en el peor momento: mi hija con dos años; mi niño, con cuatro, mi trabajo en Santa Eulària y yo estudiando diez horas al día». Fue un esfuerzo titánico. “Deja de llorar y estudia, me decía a mí misma. Me dejé la salud, estaba delgadísima, sin energía… pero aprobé con el tercer puesto de Baleares [asegura que podría haber sacado más nota de no ser por su letra endiablada, que cree que no gustó al tribunal]». Eso le permitía escoger casi cualquier plaza de las islas.
En enero de 1995 fue a Mallorca y, con la lista de plazas en la mano, hizo un recorrido en coche por los pueblos con su marido. Hacía un día malísimo y llovía mucho. Vieron Sineu, Andratx… pero ya fuera por la lluvia, por el agotamiento que tenía de la oposición o por las dudas de mover a toda la familia a Mallorca, lo cierto es que renunció a esos pueblos mallorquines.
“¿Sabes qué conclusión saqué de aquello? Hice muy bien lo difícil y regular o mal lo fácil: elegir”, admite.
Así que Maribel Isidoro escogió quedarse en Ibiza y se incorporó al antiguo Centro de Salud de Can Misses el 1 de febrero de 1995, solo unos días después de que su hija cumpliese tres años. Este centro sanitario ya no existe porque el solar lo emplearon en construir la central eléctrica que surte al hospital actual.
Años de sobrecarga de trabajo
El tema del arrepentimiento por no haber escogido un pueblo mallorquín, tal vez más tranquilo, se debe a que, en Ibiza, Maribel Isidoro pasó por el boom poblacional de los 90, que ha llegado hasta ahora, y que ha sobrecargado la sanidad y otros servicios como la educación (no olvidemos los once años que estuvo en marcha el colegio prefabricado de barracones junto a los Multicines).
“En salud, primero va la necesidad, después la protesta y después la administración actúa. Es mi percepción”, subraya la matrona, que remarca que, poco a poco, su área se ha ido sobrecargando y no solo de pacientes sino de servicios. «Al principio solo se hacía obstetricia; eso ha aumentado a servicios de ginecología, de formación, al programa completo de atención a la mujer…», y eso con 1.300 partos que atender al año y su correspondiente seguimiento.
«Cuando empecé no había ordenadores, pero yo ya me hacía mis gráficas y por eso sé que empecé por 186 pacientes al año y acabé con 402 ya hace 20 años, cuando el aumento de la población fue brutal. Había entonces cuatro matronas para toda la isla. Yo fui asumiendo el aumento de trabajo y no me daba cuenta de lo que eso suponía», relata Isidoro, que considera «brutal» el aumento de trabajo y la presión que soporta la sanidad pública de Ibiza debido al incremento de población residente y a la presión del verano.
«Y cuando ahora veo Sineu me digo: no ha crecido como Ibiza», dice Isidoro bromeando sobre aquella decisión de quedarse en Ibiza cuando ganó la plaza.
Pero, fuera bromas, una carga de trabajo así tiene sus consecuencias e Isidoro sufrió problemas de salud graves hace unos años, que no se puede descartar que fuesen derivado del estrés laboral que padecía entonces.
¿La clave para ser una buena matrona?
Durante once cursos impartió formación de matrona, una etapa que le gustó mucho. Era una profesora dura pero enseguida veía quien valía y quién no para este trabajo, que exige mucha vocación. La clave está en la curiosidad y en «el interés», en querer «saber hacerlo todo y de todas las maneras». Con Maribel Isidoro han aprendido lo que no viene en los libros.
De sus alumnas y de las madres que ha atendido durante estos años ha recibido numerosas muestras de cariño, en la calle, a través de cartas en el diario, con mensajes directos… pero no duda en subrayar que por parte del IB-Salut no ha recibido «nada» Es más, Maribel Isidoro afirma, rotunda: «Abandono total de las matronas».
«Ha crecido la población de una manera brutal y el apoyo de la dirección ha sido escaso y da igual si hablamos de atención primaria, de enfermería o de lo que quieras. No ha dependido del color político de la gerencia; han sido todos, ha sido sistemático», critica la matrona.
Lo mejor de su trabajo
“He ayudado a cientos de madres a evitar complicaciones serias, en varios casos detectando síntomas de preeclampsia, una enfermedad propia del embarazo que se puede llevar por delante la vida del niño y de la madre. He evitado decenas y decenas de preeclampsias al no gustarme lo que vía en un monitor y por enviar a la madre a una cesárea urgente”, relata.
No sabe con certeza a cuántas mujeres puede haber atendido en 44 años, pero han sido miles. «He ayudado a nacer a niñas que ahora son pacientes a las que les llevo el embarazo, de modo que mis primeras pacientes son ya abuelas de los bebés en cuyos partos he asistido como matrona», destaca.
¿Cómo le hace sentir haber acompañado a tantas mujeres en un momento tan importante de sus vidas? «A mí me ha llenado inmensamente, me ha hecho feliz», admite Isidoro que cumple los 69 el próximo viernes 31 de enero.
La jubilación la va a vivir «con una ambivalencia». «Lo he reflexionado muchas veces: nado 1.200 metros por la mañana y estoy bien para la edad que tengo, pero el cuerpo ya no responde igual. El cuerpo se va imponiendo. Uno es consciente de que una parte muy importante de su vida se cierra y se cierra de golpe. Y es una parte que te ha llenado mucho y se cierra para siempre. Y la pregunta, ahora, es cómo abrir nuevas puertas, nuevos caminos», reflexiona Maribel Isidoro, que se considera «madre, matrona y esposa».
No todo ha sido perfecto en su trabajo. «Reclamaciones las ha habido en tantos años, pero hay que estar muy seguro de ti mismo y de comprender que la presión asistencial desborda; comprender que no puedes caer bien a todo el mundo ni empatizar con todo el mundo. Llegar a esta conclusión forma parte de las relaciones humanas y de la madurez», subraya la matrona. «A veces, cuando me ha llegado una reclamación, lo que he hecho ha sido enviar a la gerencia la hoja de curro del día para que vieran la lista de pacientes que tenía ese día. La carga de trabajo», añade.
Maribel Isidoro le puso palabras a su vocación en Barcelona cuando aquel doctor la entrevistó. Ahora cierra esa puerta pero su legado quedará en las matronas a las que formó y en todas las mujeres que han vivido uno de los momentos más importantes de sus vidas a su lado. Y es que, con sus claroscuros, 44 años después, Maribel Isidoro ha sido feliz porque escogió «la vida».