Elena Ruiz Sastre (Soria, 1960), directora del Museu d’Art Contemporani d’Eivissa (MACE) desde hace 35 años ha consolidado su apuesta por atraer, sin complejos de «pequeño museo», a primerísimas figuras del arte internacional con un presupuesto modesto. Prueba de ello es que Miquel Barceló será el protagonista de gran exposición de este año, regresando al museo en el que ya protagonizó en 2012 una inolvidable muestra tras la reforma y ampliación integral del edificio. Después de la Scoperta del Fuoco, de Santi Moix, y de Valkyria Crown, de Joana Vasconcelos, el museo no baja el nivel y sigue ambicioso. Y, sin tener que esperar al verano, hoy mismo Nico Munuera inaugura una exposición imprescindible dentro de la experiencia MACE Focus.
Pregunta: El museo comienza fuerte el año y nos brinda una exposición con Nico Munuera, que trabaja entre Valencia e Ibiza pero que no había expuesto antes en Ibiza.
Respuesta: Es un artista muy consolidado, reconocido, con una muy amplia trayectoria y al que sigo desde hace años. Cuenta con obras en museos y en colecciones particulares y ha expuesto en importantes galerías. Fíjate qué obras [muestra con admiración las imágenes de las obras que se exponen desde hoy en la Sala de Armas]. Son muy ibicencas, además, ya que parten de fotografías que ha tomado de naturaleza y de las que va hacia su transformación pictórica. Esta es la parte más conceptual de su trabajo, porque luego tiene otra faceta que es absolutamente pictórica. Es un placer tenerlo en la exposición Focus junto con compañeros de filas como son Irene de Andrés y Albert Pinya. Luego hay un dibujo pequeño de Christ Off, que es este artista que formó parte de la generación que yo llamé Hic et nunc [Mario de Ayguavives, María Catalán, Christ Off, Gary Cook, Rom Ero, Paco Romero, Simone Schander y Enric Riera] heredera de lo que el periodista Julio Herranz denominó Generació Relleu.
Se suman dos piezas: una de Robert Llimós, donada por David Parcerisas, y el cartel de cabaret realizado por Bartomeu Escandell donado por Concepción Comamala, que es una locura de bonito, maravilloso. Dos donaciones un poco extrañas, pero no porque sean raras, sino porque se se salen un poco de las líneas de la colección, pero que era una pena no recoger.
—Tras las estupendas exposiciones de Joana Vasconcelos y Santi Moix, que han tenido una amplia repercusión, ¿qué nombre o nombres nos puede avanzar como gran exposición de este 2025?
—Pues de cara al verano tenemos a Miquel Barceló. Llevamos trabajando en esta exposición mucho tiempo y, aunque no te puedo avanzar los contenidos, sí te puedo decir que Miquel está entusiasmado y que nos dijo que sí inmediatamente. Está muy contento de exponer aquí y nos lo ha transmitido, además, con vehemencia. Para nosotros… pues nada más que satisfacción, porque es un gran artista y se maneja en un territorio de la primera división, por utilizar términos futbolísticos. La exposición la va a comisariar Enrique Juncosa y va a ser impresionante, así lo creo.
—¿Especialmente impresionante?
—[Ríe] Impresionante porque está en un momento muy bueno, aunque siempre decimos de los artistas que admiramos que están en un momento muy bueno. Creo que lo podemos decir, no son palabras vacías. También Nico Munuera está en un momento muy bueno, muy maduro. Están sacando ambos unos frutos verdaderamente impresionantes…
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—¿Cómo consigue, con un pequeño presupuesto y en un pequeño museo, que artistas tan grandes dediquen su mirada a Ibiza, al museo de Ibiza?
—Con mucho esfuerzo y con mucho apoyo por parte del Patronato del Museo, que es quien aprueba y apoya el plan anual de actividades que presento de manera sistemática desde hace años. La persona que preside el Patronato es el concejal o concejala de Cultura, y hemos tenido en los últimos años tanto el apoyo de Pep Tur como ahora el de Carmen Domínguez.
También se logran estas exposiciones por el gran esfuerzo que hace el comité de expertos del patronato, que es siempre de asesoramiento y de guía, con Enrique Juncosa, Nilo Casares y Rosa Queralt.
Y luego, el gran esfuerzo personal de la dirección del museo por ponerse siempre unas metas… ¿cómo lo llamaría yo? Altas. Esto significa no paralizarse a priori por el aura del artista y, sobre todo, no tener complejos. A mí el MACE me parece un gran museo. No está reñido ser una gran institución con ser pequeño en tamaño y tener poco presupuesto.
También contamos una ayuda presupuestaria del Govern Balear, que nos está brindando desde hace ya unos cuantos años una subvención nominativa que se emplea en estas exposiciones.
—¿Ayuda de alguna manera la ‘marca Ibiza’ o es más bien contraproducente por los estigmas que arrastra?
—Es que no sé qué es la marca Ibiza en esos términos. No sé si es una cosa comercial, porque yo no manejo los términos comerciales ni los de las discotecas, ni de las fiestas. En mi argumentario siempre uso la historia de la isla y los valores de su cultura, y de su naturaleza. Entonces, ¿eso forma parte de la marca Ibiza? Es que no lo sé.
Hicimos una exposición —una de las mejores de los últimos años— que cuestionaba esa idea: la de Douglas Gordon y Tobias Rehberger: After the after. Ellos, desde luego, entraron directamente en la Ibiza de la fiesta desatada. Fue un acto de reflexión muy, muy hondo. No solo creo que fue de las mejores exposiciones de los últimos años sino que fue una muestra de arte relacional, lo cual también era raro e insólito de ver en Ibiza: dos artistas que producían la obra mano a mano entre los dos y que involucraban a otros, como al dj Sven Väth.
—Una de las ideas que le gustaría materializar es trasladar a los museos europeos lo que fue Ibiza para tantos artistas europeos, en especial alemanes, que huyeron del nazismo, que crearon en Ibiza y que abrieron nuevos horizontes. ¿Es un mensaje más necesario que nunca ante la corriente fascista que recorre Europa?
—Ojalá pudiéramos, me gustaría mucho, pero tenemos el equipo que tenemos y no damos para más. Es una exposición que, con apoyo del Govern, sería muy interesante. Me encantaría poder mostrar en Europa ese núcleo del Grupo Ibiza 59, que eran prácticamente casi todos alemanes. Que los alemanes supieran, si es que no lo saben, que todos estos artistas que vinieron a Ibiza no solamente fueron importantes desde el punto de vista artístico, sino también de la conducta: una lección de convivencia democrática sin sentirse afectados por el rencor o por resentimiento o por el dolor que les provocó en sus vidas el hecho de la Segunda Guerra Mundial en Alemania.
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Piensa que Erwin Broner y Katja Meirowsky son de origen judío. Broner se marcha de Alemania en el año 1933 y Katja Meirowsky ve cómo capturan a su novio, que luego será su marido, y lo encierran en un campo de concentración. Ella misma forma parte de la Resistencia, tiene que huir de Alemania y refugiarse en la frontera con Polonia en varias ocasiones… por poner solo algún ejemplo.
—En 2022 nos dejó Erwin Bechtold, fundador del Grupo Ibiza 59, que además residía y trabajaba en Sant Carles. ¿Hay algún proyecto para conservar y hacer público el legado de su obra?
—Su viuda, Christina Bechtold, tiene como objetivo precisamente que todo eso no se pierda y ahí están todos de acuerdo.
—Cuando dice «todos» ¿a quiénes se refiere?
—A las instituciones políticas. Me consta que el Consell y el Ayuntamiento de Santa Eulària están escuchándola y tratando de llevar esa idea a buen puerto. Nosotros, por la parte del museo que nos toca, no hacemos sino sumarnos, ponderar y acompañar a Christina en toda su toma de decisiones. A mí me encantaría que el fondo llegara a ser público.
—Este año cumple 35 años al frente del MACE… ¿qué balance personal hace?
—Eso sí te digo que es increíble, incluso para mí. Miro para atrás con naturalidad y con realismo. Me acuerdo de cosas que podía haber hecho mejor o que hice mal porque no sabía… pero luego trato de ser indulgente y decir: bueno, pero eras joven y no sabías. Puede ser que la vida sea un aprendizaje. Es una larga trayectoria implicada en un trabajo vocacional que amo, que me hace tan feliz y que me hace aprender tanto… no puedo sentir más que gratitud. He aprendido muchísimo. He aprendido a transformar todas mis experiencias en sabiduría, pero eso no quiere decir que sea sabia sino que las he transformado en conocimiento, en madurez.
—Creo que llegó usted a esa vocación por el arte de la mano de una mujer de su familia…
—Yo tengo una tía abuela, Paquita Ruiz Pedroviejo, hermana de mi abuelo, que fue una de las primeras mujeres museólogas de España. Compañera de estudios de Ortega y Gasset, dirigió y construyó, porque no existía, el Museo de la Alcazaba de Málaga, es decir, el primitivo Museo Arqueológico de Málaga. Era una mujer muy feminista. Cuando sacó las oposiciones, fíjate qué cosa tan injusta, a las mujeres no les dieron plaza de directoras: solo dieron plaza a los directores, a los hombres. Ellas, relegadas a segundas de a bordo… Y entonces ella y sus compañeras protestaron ante el ministerio, diciendo que por qué razón las mujeres no tenían el derecho de dirigir los museos. Fue entonces cuando le dieron la misión de construir el museo, que ahora está englobado en el Museo de la Aduana de Málaga. Yo veía a la tía Paquita como si fuera un mito.
Pero la que me lleva a decidir estudiar Historia del Arte es Lolita Franco. Lolita Franco era una persona sabia, una erudita total y absoluta. Me llevó a Toledo en el año 1974, yo tenía 14 años. No te puedes imaginar. Lo sabía todo de memoria. Llegué a Soria de ese viaje borracha de arte y dije: voy a estudiar Historia del arte. Mis padres no se extrañaron. Ya venía el terreno abonado [ríe]. Desde que nací, estuve a lado de mi padre [Emilio Ruiz] que investigó todo lo habido y por haber en la provincia de Soria. Era economista y todos nuestros fines de semana consistían en acompañar a mi padre por Soria para ver todo y estudiarlo todo: iglesias románicas, torres de defensa árabes, puentes romanos, vías romanas de comunicación, los palacios renacentistas, o sea, todo es todo.
Íbamos cargados todos los hermanos: uno con los planos militares, el otro con el metro para medir, el otro con la libreta para apuntar… Mi padre escribió la Historia económica de la provincia de Soria, que son dos tomos, y colaboró en la Enciclopedia Soriana….
—Y Antonio Ruiz, su tío y artista integrante del Grupo Ibiza 59, ¿fue también influencia?
—Mi tío, que murió en 2023 con 99 años, meses antes de cumplir los 100, ha sido una persona importantísima en mi vida. Después de estar en Ibiza en el Grupo Ibiza 59 vuelve a Soria y funda la Sociedad de Artistas Actuales Sorianos (SAAS) y crea su taller-librería que era una cosa muy moderna, porque por entonces (años 60) no existía ese concepto.
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Invitó a artistas interesantísimos y dinamizó la vida cultural en Soria muchísimo, con la misma perspectiva abierta, comprometida y de vanguardia que había trabajado en Ibiza. Me acuerdo de jugar de niña con los desechos y descartes de sus piezas cerámicas y de cuando nos ponía hacer grattage con unos papeles satinados de mucho gramaje y con ceras de colores… nos dejaba aproximarnos al mundo creativo de una manera desenfadada y lúdica. Esa figura siempre ha significado para mí la desacralización del arte: verlo siempre muy próximo a ti, de una manera muy natural, sin figuras jerárquicas, desde un punto de vista siempre muy próximo, familiar, experimental, muy sensual, muy físico.
—Y en este sentido, ¿cree que el museo tiene la obligación o la labor de aproximar el arte a las nuevas generaciones, a los pequeños?
—Yo siempre hablo de didáctica. Si no hay didáctica no hay museo y no sólo hablo de los pequeños. La sociedad se ha vuelto muy compleja. Y lo digo porque nos equivocamos si creemos que nos vamos a hacer entender manejando solo un discurso de cultura occidental. Me he encontrado dando charlas a niños y a niñas del centro socioeducativo Betania, que son africanos subsaharianos o africanos argelinos y marroquíes, y que cuando hablas de referencias culturales cristianas no saben de lo que estás hablando, incluso cuando manejas la palabra arte, no saben a qué se refiere, porque arte para un niño de Senegal o de Nigeria no es lo mismo que para un niño italiano, alemán, francés o español. Es otro concepto.
Entonces, todo eso nos enseña a volver a manejar un discurso que pueda comunicarse y que sea universal. ¿Y qué es lo universal en el ser humano? Las emociones, la estructura neurológica. Siempre me ha interesado mucho el fenómeno de la percepción y estos últimos años he aprendido muchísimo más, porque he investigado mucho más. Me he dado cuenta de que cuando hablamos de las emociones, ya da igual a qué cultura pertenezcas. Una emoción es la misma si perteneces al mundo asiático, al mundo americano, a los inuit, hayas estudiado o no hayas estudiado, hables en una lengua o hables en otra.
—Hay una moda o una apuesta por ‘exposiciones espectáculo’ con tecnologías inmersivas y realidades virtuales pero basadas en obras de arte clásicas. ¿Qué le parecen?
—¿Cuál es tu opinión?
—Yo tengo una opinión negativa. Me parece que es forzar la emoción y convertir la obra de arte en algo que no tiene nada que ver, que es completamente diferente.
—Bien, yo pienso un poco como tú: No puede ser que las personas hayan prescindido del mundo del arte o que le den poca importancia o que sólo lo admitan cuando es espectacular. Ojo: hay artistas que hacen cosas espectaculares. Una instalación de luz de James Turrell o una pieza de Joana Vasconcelos [Ruiz acaba de asistir a la inauguración de su exposición Flamboyant en el Palacio de Liria, a la que asistió el rey Felipe VI] son espectaculares pero ese es su lenguaje, que no está manipulado por un gestor para crear un sucedáneo que te cree un efecto de narcótico. El arte nunca anestesia la conciencia, el arte abre la conciencia, que es distinto.
El arte propone un camino juntos, que es estar dispuesto a enfrentarse con la realidad tal cual. La realidad no se puede subvertir, la realidad son cosas. De la realidad deviene el concepto de verdad también. ¿Qué pasó cuando los medios irrumpieron en nuestra vida? [coge el teléfono móvil] Que crearon una realidad que llamamos virtual o una realidad que llamamos digital. Lo que hace es distanciarnos de la visión de la realidad y enfría la emoción, te vuelve un poco psicópata, por así decirlo, porque ni sientes ni padeces. En televisión hemos visto muertos, asesinatos en directo, tragedias en directo y nos quedamos tan panchos… Yo no he visto que a nadie le cambie la vida por ver las imágenes más atroces que nos ha transmitido.
Nos hablaron de la muerte de la pintura, es decir, de que iba a nacer un arte nuevo. De hecho, en las últimas bienales que organicé ya admití el vídeo, el net.art… Pero había muchos conceptos que luego se ha ido abandonado.
—Y después han llegado los token y los NFT…
—Todo eso no ha sustituido el ejercicio de la pintura. El arte sigue siendo objetual. Y el arte objetual también es conceptual, porque parte de conceptos o se encuentra con conceptos. Es decir, muchas veces el artista no parte de una idea, sino que parte de la forma para llegar a una idea.
Todo esto ocurre en una civilización que está anestesiada ya de entrada, porque lleva muchos años con unos sistemas de educación, desde mi punto de vista muy malos, en donde no se busca nunca los vínculos con la realidad. Ahora leemos que ya hay colegios que se han planteado retirar los ordenadores y los móviles que impusieron hace años. Hemos pasado de la alabanza y de la glorificación a denostar unos medios que no sabíamos en qué consistían ni las consecuencias que iban a tener en nuestro ser, que sigue siendo antropológicamente antiguo. El ser humano no ha cambiado desde que dejó de ser mono. Las emociones son las mismas.
Respondiendo a tu pregunta inicial, todo este mundo-espectáculo es alimento para el adormecimiento de la conciencia. Persigue inocularnos una especie de narcótico para ser producto de consumo de las masas y obedecer las normas del mercado y de una vida que se han inventado unos cuantos, que no es la vida real.
—Al hilo de esto, el MACE no tiene presencia activa en redes sociales como Instagram. Sin embargo, la mayoría de museos sí han apostado por esto de manera total. ¿Hay algún plan en este sentido?
—Estoy totalmente de acuerdo en que deberíamos hacer más. Estamos cojos en este aspecto. De hecho, recientemente la Asociación Amics MACE ha sido consciente de esa carencia y ha puesto en marcha canales en redes sociales. Pero sí, desde el museo hay que aprender, afrontar cosas que no están bien o que se pueden potenciar.
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—¿Cómo articula cada año el programa de exposiciones? ¿Es complejo para un museo como este, con un presupuesto modesto?
—El mundo del arte es muy complejo, hay que conocerlo. El museo nace de un Plan director a largo plazo y se concreta cada año en un Plan anual de actividades. En el Plan Museológico ya se dice que uno de los ejes del museo es su colección permanente. Esa colección permanente, en el caso de un museo antiguo como este, tiene mucha solera. Se concibe en el año 1964 (primer año de la Bienal de arte universitario de Ibiza) aunque, en verdad, el museo se abre entre los años 1969 y el 1970 porque es una apertura disgregada en tiempo. De ahí viene la colección, que es la colección de la Bienal. Esta colección tiene unas características propias que hacen muy difícil unas narrativas coherentes. Pero los museos tienen que buscar en su historia, si la tienen, y, si no la tienen, tienen que crear un presente específico, temático o conceptual… tienen que poder decir: nosotros mostramos cuál es nuestra historia, cuál es nuestra personalidad, qué queremos transmitir.
—¿Entonces la historia del museo no la cuenta la historia de la Bienal?
—Esa historia de la Bienal actúa como un satélite que nos está recordando los orígenes del museo pero esa historia no cuenta la historia de Ibiza, cuenta la historia de la Bienal. Ese problema lo detecté en el mismo momento en que empecé a dirigir el museo, hace ahora ya 35 años: no era posible explicarle a la gente qué había pasado en Ibiza —si es que había pasado algo interesante en materia de arte contemporáneo— en base a esa colección de la Bienal. Me parecía que eso hacía perder una posibilidad inmensa porque la realidad siempre manda. Y la realidad del pasado contemporáneo, por así decir, de la isla de Ibiza era muy rico. No solo teníamos figuras individuales de gran interés artístico, sino también la presencia de ese Grupo Ibiza 59 que había dinamizado la isla y que había significado, ni más ni menos, que subrayar el nombre de Ibiza en el panorama de las vanguardias internacionales después de la II Guerra Mundial. Todo eso estaba por contar, estaba por hacerse, estaba por escribirse, estaba por coleccionarse… estaba por construir.
—¿Así que mantiene la colección de la Bienal como referente pero buscando la verdadera historia del arte contemporáneo en Ibiza?
—La colección de la Bienal va a servir en momentos concretos de bisagra… y no sólo de bisagra sino también de interés particular en sí misma, como así ha sido. Como ejemplo tenemos la colección de grabados japoneses que ha estado expuesta desde que reabrimos en 2012 hasta el año pasado.
Se ha construido, al mismo tiempo, una colección partiendo del Grupo Ibiza 59, y teniendo en cuenta, a nivel conceptual también, la presencia en la isla tanto de Walter Benjamin como de Raoul Hausmann.
De Hausmann hemos podido coleccionar unas cuantas fotografías hechas en Ibiza en los años 30 y de Benjamin no, porque Benjamin no era artista plástico, pero es referente conceptual y de otros artistas que ya están en los años 30 trabajando en Ibiza también, como por ejemplo Will Faber, que nos parece una pieza indispensable para entender la abstracción en Ibiza.
Nos hemos encontrado, entonces, con que muchos de esos artistas vanguardistas habían llegado a la isla, un territorio que ya había sido lugar de llegada de diferentes momentos culturales o de civilizaciones diversas.
—Así que la mirada va más hacia el pasado de a isla…
—Lanzamos nuestra mirada hacia el pasado, sí, centrándonos no sólo en lo contemporáneo. La llegada a la isla de los fenicios, romanos y musulmanes significa un aporte cultural de primera mano también desde el punto de vista artístico… Seguimos en esa poética de las llegadas a la isla y de cómo ese acervo cultural va nutriendo la isla, llegando a lo contemporáneo en los mismos términos. Las dos oleadas de artistas de vanguardia que se producen después de las dos guerras mundiales vuelven otra vez a vincular culturalmente la isla.
Después de la II Guerra Mundial, en los años 50, los artistas europeos que vienen a Ibiza traen el arte abstracto, en sus múltiples sinónimos: informalismo, expresionismo abstracto americano, informalismo gestual, informalismo matérico… todas esas corrientes que son producto del gran movimiento surrealista y que ha sido denostado y tildado de arte degenerado por los nazis desde los años 30.
Y todo eso lo están haciendo en Ibiza. A mí me parece que esa historia merece la pena ser contada y eso es lo que hemos hecho. No nos hemos parado en eso sino que, por otra parte, estamos también atentos a lo que está pasando en la isla. A finales de los años 70 y 80 aparecen artistas que han estudiado fuera de la isla Bellas Artes y han vuelto a Ibiza. Eso ha supuesto refrescar nuestra realidad, de manera que hemos tenido que atender a esos movimientos: la Generació Relleu e Hic et nunc de la que te hablaba antes. Estuvimos muy atentos a recoger toda esa presencia, como una generación que entraba con una enorme influencia en el presente del arte de las Pitiüses.
En la conmemoración del 50 aniversario del museo trabajamos con Teoría la Alegría y volvemos a recoger a los jóvenes de Baleares, más allá de Ibiza [Joan Bennàssar Cerdà, Irene de Andrés, Lara Fluxà, Bel Fullana, Adrián Martínez, Julià Panadès, Albert Pinya, Cristòfol Pons, Stella Rahola Matutes, Bartomeu Sastre y Marcel.la Barceló].
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Lo que se plantea es que esa idea de Ibiza como lugar de llegada y de viaje no termine nunca. La isla está en las rutas y, si no lo está, hay que provocar que lo esté, que la gente venga y que piensen sobre la isla. Y esa ha sido la premisa que he manejado en los últimos años, desde 2012: invitar artistas a pensar en Ibiza, a coger ese camino, esa ruta poética, física, y llegar a la isla para encontrarse con ese sustrato antiguo de dioses fenicios, de una Tanit, de Bes y los elementos intangibles o tangibles, como su luz. Santiago Rusiñol llamó a Ibiza la Isla Blanca, porque descubre el valor poético de la luz incidiendo sobre las paredes calizas de las casas, que recoge la pintura de Tur Costa o de Ferrer Guasch, los dos fascinados por ese valor simbólico que tiene la luz.
Nosotros invitamos a Edmund de Waal a pensar en Ibiza desde el legado de Benjamin y él encuentra la luz, el bosque, el mar, la espuma, el agua, el ambiente de Dalt Vila, lo mismo que se encuentra Walter Benjamin… Y decide crear una obra completamente en color blanco y la titula White Island, que es el nombre que le da Rusiñol a la isla y se la dedica a Benjamin y Hausmann.
Estamos invitando a artistas, que ahora son grandes nombres internacionales, a pensar en ese sustrato cultural y en la esencia de la isla: haciéndoles reflexionar sobre Ibiza.
Molt bona notícia, entre altres, lo de Barceló……🤤