Hay palabras que viajan contigo. Frases que retan al tiempo como dardos certeros.
«Hoy toca pelo», es una de ellas. Tres simples vocablos, aparentemente. Toda mi infancia, en realidad. Vacías, para todos vosotros -si existís- lectores. Para todos menos tres.
Si me lee mi madre, verá a sus dos hijos de niños corriendo por el salón zigzagueantes tratando de rascarle unos minutos al reloj para evitar la jornada diaria de «duchita, cena y a la cama». «Hoy toca pelo», recordaba amenazante dando comienzo a una guerra de argumentos incoherentes y súplicas para evitar a toda costa lavarnos la melena, quién sabe por qué. Así todos los días. «Un día con (pelo), dos sin», negociaba mi progenitora exhausta.
Si me leyera mi hermano, recordará la misma escena desde el lado opuesto; y me verá a su lado, elaborando estrategias y razones varias para posponer la rutina nocturna que ponía fin a nuestro tiempo de juegos.
«Hoy toca pelo», ha sentenciado sorpresivamente hoy mi pareja al volver del paseo matutino con Rita, nuestra compañera canina, de barro hasta las orejas.
Un latigazo nostálgico y medio después, me he asomado a aquella casa; he visto a aquella yo.
Qué importantes los detalles para entender bien el puzle. Compartir es impedir que muera una parte de ti.
Carmen Pi – @enparalelo