Los agricultores de Ibiza denuncian la falta de medidas eficaces para frenar el daño a los cultivos causado por la proliferación de torcaces. La emergencia cinegética, en vigor desde el año pasado, «no ha sido suficiente», lamentan, y las pérdidas «siguen aumentando», especialmente en los viñedos y explotaciones hortícolas.
En la reunión celebrada el pasado miércoles en el Consell de Ibiza, convocada por la Conselleria de Agricultura y la Dirección General de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, los productores pusieron sobre la mesa la necesidad de «acciones más contundentes». Mientras la administración valora extender la emergencia cinegética, los agricultores insisten en que se requieren medidas estructurales para garantizar la viabilidad del sector.
Desde la Cooperativa de Agricultores de Sant Antoni, su gerente, Juan Antonio Prats, sostiene que la caza por sí sola «no es suficiente para contener la plaga».
“El problema no es solo autorizar la caza, sino que no hay incentivos reales para que los cazadores participen activamente en la reducción de la población de torcaces”, explica Prats.
Las restricciones administrativas y la «eterna burocracia» para la caza han hecho que muchos cazadores opten por «esperar la temporada habitual en lugar de implicarse en el control de la plaga», explica Prats. Además, lamenta que no existan ayudas económicas que compensen a los agricultores por los daños sufridos ni apoyo financiero para instalar barreras físicas como redes protectoras.
Las pérdidas económicas derivadas de esta situación afectan tanto a grandes productores como a pequeñas explotaciones familiares, muchas de las cuales dependen de sus cultivos para el autoconsumo.
Agricultores de Ibiza, al límite
Una productora vitivinícola, que prefiere no revelar su identidad, asegura que la situación de la agricultura en Ibiza es cada vez más insostenible. No solo por la plaga de torcaces, sino por una combinación de factores que hacen que el sector esté al límite. “Llevar adelante una empresa agraria en Ibiza es prácticamente una hazaña. El sector tiene todo en contra: la climatología, la falta de apoyos y, ahora, una plaga de torcaces que devoran nuestras cosechas”, señala.
Las torcaces devoran los cultivos de Antonio Costa Tur, viticultor de la bodega Can Maimó.
Además, critica que en la reunión del Consell la representación de los agricultores fue minoritaria frente a la de los cazadores, lo que a su juicio demuestra «la falta de una estrategia clara por parte de las administraciones». “Si el problema es agrícola, ¿por qué no se ha convocado primero al sector primario para evaluar la situación y diseñar un plan de acción? Se está confiando en la buena voluntad de los cazadores sin ofrecer alternativas estructuradas”, advierte.
Durante la reunión se plantearon diferentes estrategias complementarias para afrontar la crisis. Se habló de la posibilidad de contratar cazadores profesionales que trabajen en coordinación con los agricultores, pero hasta el momento esta medida no ha sido implementada ni cuenta con respaldo financiero. También se mencionó la opción de reintroducir especies depredadoras de torcaces, como el águila calzada, aunque se desconoce con exactitud los posibles efectos adversos en otras especies de la isla.
Otra propuesta fue el uso de drones para ahuyentar a las palomas, pero la medida se descartó debido a su baja eficacia, ya que las aves regresan en cuanto la amenaza desaparece. También se discutió la financiación pública para la instalación de redes en viñedos y otros cultivos. Sin embargo, según explica otra agricultora de Ibiza, «actualmente el coste de cubrir una viña con redes supera los 200.000 euros«, un gasto inasumible para la mayoría de los productores.
Los agricultores insisten en que, a pesar de que «existe buena voluntad por parte de las administraciones para combatir el problema, la emergencia cinegética no es suficiente» y que es necesario un enfoque más amplio y coordinado que contemple «medidas económicas y estructurales para reducir el impacto de la plaga».
Mientras la administración evalúa sus próximos pasos, la incertidumbre crece y, sin un plan de acción concreto, los productores siguen viendo cómo sus cultivos y su futuro están en riesgo.