ERA DE NOCHE, Y SIN EMBARGO LLOVÍA…
@L.F./ Poco podía imaginar Charles Schulz (EE.UU, 1922-2000) que su creación que viera la luz simultáneamente en siete periódicos norteamericanos de alcance nacional el día 2 de octubre de 1950 iba a convertirse en un punto de inflexión que marcaría un antes y un después en la forma de concebir los cómics. Alejándose del estilo trabajado y realista de la decadente edad de oro, el autor lo pone todo patas arriba con una propuesta gráfica de un sencillo y esquemático que asusta, donde unas tramas autoconclusivas de tintes surrealistas giran durante varias entregas alrededor de un concepto unitario que hace las veces de finísimo hilo conductor entre una tira y otra.
La innovadora Peanuts se convirtió rápidamente en la daily strip más importante e influyente jamás creada hasta la fecha (y aun a día de hoy no superada, añadiría yo) llegando a ser publicada al unísono en 2.600 periódicos de 75 países de todo el mundo, siendo traducida a 40 idiomas y llegando a tener un alcance de 355 millones de lectores. Su éxito arrollador también se vio reflejado en especiales de televisión merecedores de premios Emmy; disfrutó de su propia serie animada, The Charlie Brown and Snoopy Show; de varias películas para el cine y de todo tipo de merchandising habido y por haber en cualquier objeto susceptible de ser impreso con alguna imagen de unos protagonistas que llegaron a copar las portadas de las revistas Time y Life. La mismísima NASA le puso al módulo de mando del Apolo X el nombre de Charlie Brown y, como no podía ser de otro modo, bautizó como Snoopy al módulo lunar.
El magnífico trabajo en solitario de Schulz, sin ningún tipo de asistente a lo largo de su carrera, acudió puntual a su cita de forma ininterrumpida durante 50 años consecutivos hasta que en diciembre de 1999 este anunciara su retirada por motivos de salud. Las tiras diarias acumuladas terminaron de publicarse el día 3 de enero del 2000. Las dominicales inéditas duraron un poco más, hasta el 13 de febrero de ese mismo año, siendo publicadas, por increíble que parezca, pocas horas después del fallecimiento del autor (estaban en rotativa a la misma hora del deceso). De hecho, esa última tira dominical venía acompañada de un mensaje de despedida del propio Shulz, quien parecía haber ligado íntimamente su propio destino al de sus criaturas más reconocidas.
Los adultos no aparecen ni por asomo en Peanuts ni falta que hace, porque sus angustias y conductas maniáticas son extrapoladas y resultan fácilmente reconocibles en los pequeños personajes protagonistas. Así tenemos a un Charlie Brown que resulta ser un perdedor en toda regla, incapaz de alcanzar un ápice de éxito en la escuela (trabajo) ni entre las niñas (mujeres), su equipo de béisbol es una calamidad en toda regla en la que hasta el montículo del pitcher reniega de su mala suerte. Lucy representa a una sociedad interesada y cruel mientras ejerce de psiquiatra de Charlie, más preocupada por el montante de su minuta que en ayudar a su paciente, a quien siempre mortifica con sus bromas pesadas y desaires mientras hace lo propio con Linus, prototipo de adulto moderno, inteligente y estresadísimo que se defiende de un mundo que le viene muy muy grande ocultándose tras su mantita de protección. Schroeder (mi preferido) es un puto genio con su piano de juguete entre las manos, pero cuando Charlie le plantó por vez primera ante uno de verdad no tuvo por más que echarse a llorar ante su propia ineptitud.
Y que decir del escéptico y me atrevería a afirmar que incluso cínico Snoopy, aviador de la primera guerra mundial y encarnizado enemigo del Barón Rojo, tenista, patinador y escritor de relatos que le son devueltos inmisericordemente por las editoriales acompañados de hirientes y sarcásticas notas de rechazo (me se yo de uno que inició su primera novela que a la postre resultaría publicada con una frase habitual de Snoopy: “Era de noche, y sin embargo llovía…” como os lo cuento). Pero por encima de todo, Snoopy es el perro de Charlie Brown, “ese niño cabezón que me trae la comida” visto desde su propia perspectiva independiente y transgesora. Completan el elenco la insolente Sally, la descuidada Patty, la tímida Marcia, el pajarillo Woodstock y toda suerte de árboles ávidos de comerse las cometas de unos niños ingenuos que a pesar de todo son tratados con tremenda ternura por su autor, que no permite que sus insignificantes maldades pasen de ser “menudencias” (peanuts en argot ingles) que a fin de cuentas son las que dan título a la serie de tiras de prensa más importante de la historia del cómic.
Lluís Ferrer Ferrer (Cala Mastella, 1971) Especialista en tebeos y demás vicios insalubres, es el escritor (i)responsable de la Trilogía ibositana (2008-09-10) traducida al castellano y recopilada en El Hondero (2013), de los guiones de la webserie Salvador, un superhéroe low cost (2012-13), y colaborador del programa de Radio Èxit, Supercultura Freak Chow (2013) otro despropósito relacionado con el mundo del cómic…como si no hubiera cosas más importantes que hacer.
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