Acaba de salir a la venta El caso de la mujer del estanque (Plaza & Janés), el nuevo libro de la escritora ibicenca Helena Tur con el que abre una saga de misteriosos crímenes ambientados en el País Vasco. Un cozy crime —un subgénero de la novela negra más amable, más humorístico y menos violento y que va en la senda de la maestra Agatha Christie—, que incluso se puede situar en la novela euskandinava por su localización. Costumbrismo, ficción histórica y crímenes se combinan en esta obra ambientada en Ochandiano, Vizcaya, en 1897. Tur estará presentándola en Ibiza el 30 de mayo a las 19:30 horas en Sa Cultural, acompañada por Toni Montserrat. Antes lo hará en Palma, donde reside y donde estará firmando por Sant Jordi.
—¿Qué le gustaría que se llevaran los lectores de El caso de la mujer del estanque?
—Que tengan ganas de volver. Que se lo hayan pasado bien y quieran repetir conmigo, porque eso es lo más bonito que le puede pasar a un escritor: cuando alguien dice “te compro tu libro porque sé que tú me gustas, sé que me gusta lo que haces”. Es lo más maravilloso.
—Da la impresión de que se ha divertido escribiéndola. ¿Ha disfrutado más con El caso de la mujer del estanque que con otras novelas?
—Siempre se disfruta escribiendo, pero esta tenía un punto divertido, cómico, y sobre todo, unos personajes secundarios muy extravagantes que iremos descubriendo a lo largo de la trama.
—Se ha ido de nuevo al norte, como ya hizo con Mala sangre, ambientada en El Bierzo, León, o La playa del carbón, en Arnao, Asturias. ¿Alguna inspiración concreta la ha llevado hasta Ochandiano?
—Buscaba el norte y, de repente, encontré un libro sobre el órgano de la villa de Ochandiano que había escrito un señor, Sergio del Campo Olaso, que repara órganos de allí. Lo leí y aparecían un montón de detalles sobre el pueblo. Lo busqué en Google Maps y lo vi ideal para ambientar un crimen como el de la novela, donde todo el pueblo puede ser sospechoso. Con todos los datos que tenía, fui para allá y quedé con este señor y su mujer, que es musicóloga. Me hicieron de cicerones y les estoy muy agradecida porque fueron muy generosos como lo ha sido toda la gente vasca con la que he tratado. Resultó ser una maravilla de pueblecito.
—Muchas historias literarias del País Vasco están ambientadas en pueblos de costa, pero usted ha elegido un pueblo muy pequeño y de interior.
—El guardia civil protagonista se va destinado a un pueblo interior de secano pensando que no va a pasar nada, porque es el típico lugar donde nunca pasa nada… y se encuentra con que han matado a la mujer del alcalde.
—Usted es una escritora tremendamente polifacética...
—He escrito novela romántica, un thriller, una biografía ficticia de Jane Austen… pero me he dado cuenta de que es muy importante tener una etiqueta clara de cara a la librería y al lector, y por eso me he creado una etiqueta, un sello, para identificar las novelas de cozy crime que publicaré y que ha creado un artista que se llama Óscar Vázquez y al que estoy muy agradecida. El dibujito-sello se llama Izu. Es una mezcla entre una calavera y un cardo, que en vasco se llama eguzkilore y que, según la superstición del lugar, ahuyenta los malos demonios.

—Hace solo unos días entrevistaba justamente a Mikel Santiago, que ha estado con usted en Ibiza en el encuentro Lit-Eulària, y cuyas novelas también están ambientadas en el País Vasco y bajo esta etiqueta de novela euskandinava, haciendo el juego entre Euskadi y la novela escandinava, que tan bien ha funcionado en los últimos años. ¿La suya se puede encuadrar en este género?
—No está tan oscura, es más luminosa, pero puede encajar… Con ella inauguro, además, una serie protagonizada por el guardia civil protagonista, un personaje que le ha gustado mucho a mi agente literaria, de manera que las siguientes novelas las protagonizará él en diferentes pueblos del País Vasco.
—De modo que seguirá un tiempo por el País Vasco…
—La siguiente, que ya la tengo escrita, está ambientada en Durango.
—¿Ya la tiene escrita? Vaya ritmo de escritura, porque últimamente publica una novela por año…
—Sí, pero es porque tengo mucho escrito. Esta la tenía escrita desde hace años. Son proyectos que tengo y que voy arreglando, cambiando cosas…
—¿Cómo construye a los personajes? ¿Se inspira en personas cercanas, los crea de la nada…?
—Me estoy fijando mucho en las personas mayores, que dan mucho juego. Además, mi siguiente libro lo ambientaré en un asilo. Pero lo que he hecho siempre ha sido imaginarme una situación, una conversación en esa situación, y, a partir de ahí, he ido construyendo al personaje. Yo reescribo mucho, así que, tras una primera versión, releo… Y me puede pasar, como en el libro de Jane Austen, que las cuatro hermanas suenen igual en la primera versión. Por eso reescribo, les doy su voz y les doy coherencia durante la novela.
—¿Tiene algún personaje favorito en el libro que, quizá, no sea el más protagonista, pero con el que se haya encariñado?
—Me gusta mucho la pareja de hermanas mayores, Emilia y Beatriz, que conviven. Dan mucho juego porque, además, son muy distintas. Los personajes mayores siempre dan más juego que los jóvenes.
—En la presentación en Ibiza le acompañará Toni Montserrat, que es compañero de editorial, Plaza & Janés, y que ha abierto una saga de crímenes ambientados en las Illes Balears.
—La conexión es muy buena y nos está enriqueciendo mucho el contacto y las experiencias compartidas de cada uno, que, de alguna manera, nos iluminan. A los dos nos viene muy bien.

—Tiene una faceta investigadora y académica que disfruta también. ¿Eso se nota en sus libros, por ejemplo, documentándose sobre cómo se ejecuta un crimen…?
—Para algunos de mis libros he hablado con muchos policías y guardias civiles también, especialmente para una novela negra no publicada todavía, que tengo que revisar y que está ambientada en Palma, y es actual, contemporánea. Hice hasta un curso de forense para saber determinados detalles. El trabajo de escritura y la documentación te permite entrevistarte con un montón de gente con una excusa y preguntarles de todo. Permite satisfacer mucha curiosidad y llegar a muchas personas o lugares que de otro modo no lo harías…
—Se habla mucho hoy en día de las técnicas de escritura de una novela… Hay escritores que, cuando empiezan a escribir, lo tienen todo súper estructurado…
—Yo soy incapaz: lo admiro y me encantaría, pero yo, en el primer manuscrito, lo que hago es dejar que la historia salga. Y sale una historia, no una novela. Luego tengo que trabajarla para que sea una novela, para que esté bien estructurada, que esté compensada, que no me sobren personajes, que no me falten y que tenga coherencia.
—¿En la reescritura uno corre el peligro de cansarse de su propia novela, de releerla tantas veces y no ser capaz de tener una visión global?
—Tengo una compañera de Latín que me ayuda muchísimo con todo, con los sintagmas, las preposiciones… Me aporta muchas indicaciones y le hago caso casi siempre, porque hay cosas que una no ve y su mirada es muy buena.

—Usted es profesora, actualmente en excedencia, pero ¿es posible vivir de la literatura?
—Las editoriales españolas son muy poco arriesgadas y hay un vínculo directo entre el marketing que te hacen y lo que tú vendes. Cada semana llegan 600 títulos a la librería, un catálogo en el que el librero tiene que elegir qué va a sacar en la tienda. Ahora se habla mucho de las librerías que anunciaron que no van a vender El odio, sobre el caso Bretón, pero no dicen a cuántos más no ponen a la venta cada semana. Es que no caben, literalmente no caben los libros. Hay una saturación brutal y no se ponen de acuerdo las editoriales en bajar un poco el nivel, y se perjudican a sí mismas.
—Ya que ha sacado el tema de Bretón y aunque no tiene que ver con su novela sino con la corriente true crime, ¿cómo analiza su retirada de la venta por parte de Anagrama?
—Querer publicarlo ha sido parte de oportunismo por parte del autor, no sé si también de la editorial, y luego se ha retirado porque se ha visto oportuno retirarlo, ya que tenía al público en contra. Dudo mucho que ese libro sea arte, pero si hablamos de arte, yo estoy en contra de los límites y de la censura. El compromiso del escritor es con la obra, no con lo que dice, sino con la obra, con cómo está escrita.