Por D.V: Un recuento de los negocios cerrados que hay en la manzana de la avenida Isidor Macabich, entre las calles Murcia y Balears, resulta una experiencia desoladora. Los números 57, 59, 63 de Isidor Macabich son tres locales cerrados y con sendos carteles de ‘Se Alquila’ o ‘Se traspasa’. Si el paseante gira a mano izquierda por la calle Murcia verá dos negocios más cerrados y, al llegar a la calle José Riquer Llobet, se encontrará con que la papelería que hacía esquina -un comercio con más de veinticinco años de historia- ha desaparecido y que, justo al lado, también ha anunciado su cierre otro comercio clásico del barrio, Audio Imagen, una tienda de artículos electrónicos.
El señor Francisco, responsable de una tienda de ropa, echa un vistazo a la calle y hace recuento de las bajas: “Han cerrado seis tiendas en un radio de cincuenta metros” y añade “y esto es Isidor Macabich, una de las calles principales de Vila. ¡Imagínese como estamos!”. El señor Francisco, a pesar de todo, cree conocer el secreto para sobrevivir a este periodo de crisis: “No contratar a nadie, llevar el negocio tú solo, hacer las horas que hagan falta y conformarse con la caja que entre”. En definitiva, economía de supervivencia.
Quien no lo tiene tan claro es Josefina Casado, propietaria de una tienda de moda en la calle José Riquer Llobet. No le quita el ojo a las obras de la nueva escuela de sa Bodega. Cuando el antiguo solar era una zona de aparcamiento, el barrio se revitalizó e incluso abrieron negocios nuevos. “Nuestra esperanza es que la escuela se abra y esta zona vuelva a ser un lugar de paso. Aguantaremos hasta septiembre del año que viene, y luego veremos qué pasa”.
La importancia de un solar
Cuando en diciembre de 2010 se cerró el solar del párquing y se iniciaron las obras de la nueva escuela de sa Bodega, casi todo el mundo saludó la novedad como una buena noticia, pero no siempre llueve a gusto de todos.
“Fue cerrar el aparcamiento y nuestros ingresos cayeron en un 75%” comenta Lina Tur. Ella tenía una tienda de artículos decorativos en José Riquer Llobet, pero también se ha visto obligada a cerrar su negocio. “Todos los clientes me decían lo mismo: es imposible aparcar aquí. Eso nos mató”. Josefina Casado tercia en la conversación: “Aguantamos porque no hay más remedio. Yo soy autónoma, mi marido está en el paro. ¿Qué hacemos? ¿Nos pegamos un tiro?” y, a continuación, repasa la lista de comercios que han cerrado en el barrio de la misma manera que un militar que leyera la lista de caídos en combate: «Es un goteo de cierres, es un destrozo”.
Menos dramático se muestra Javier Castillo, propietario de un comercio de acuarios. “El culpable no es el famoso párquing. Es la crisis” afirma, “esto no es una zona comercial, aunque haya gente que piense lo contrario. Cuando se instaló aquí el aparcamiento disuasorio aumentó el comercio, pero ya se veía que eso era engañoso”. Para Castillo, el secreto de la supervivencia nace de la necesidad de reinventarse: “Aunque la realidad no nos guste, hay que aceptar lo que es. Si el negocio no funciona, hay que reinventarse. No hay otra”.
Reinventarse o morir, o apretar los dientes y aguantar a que abra el nuevo colegio de sa Bodega y esperar a que vuelvan los clientes, si es que vuelven. Por el camino, van cerrando nuevos negocios mientras que el paisaje de vallas metálicas bajadas y locales vacíos se extiende por el barrio de es Clot como una epidemia imparable. Si volvemos andando por la calle Balears y llegados de nuevo a Isidor Macabich nos encontramos, como un símbolo de los tiempos, la oficina del Soib que, como siempre, está atestada.