Con la cantidad de tentaciones en las que nos dejamos caer en estos días, hay una a la que espero saber resistirme durante la redacción de esta tontería a la que me gusta llamar artículo para dignificar un poco la vacuidad de sus contenidos: hacer un resumen de este año 2013 que nunca debió pasar por el calendario. Será culpade los mercados internacionales o de los distintos gobiernos que nos desgobiernan, pero al año que se va puente de plata, como se hace con el enemigo que huye. Prefiero extenderme con el que está a punto de salir del claustro materno o del horno, sea cual sea la figura que prefiere el lector.
Para las Pitiüses ha llegado quizá el momento de crear nuestra propia marca diferencial del resto de la oferta turística mundial. Si el gobierno central trata empecinada pero atolondradamente de promocionar la marca España, justo cjando el futuro del país pende de una telaraña, aquí estasmos nosotros, más valientes que nadie para ofrecder una alternativa sólida a la debacle general. Pero no pensemos en años anteriores ni en iniciativas ya periclitadas.
No se trata de un asunto de autoridades, que parecen estar en su sitio sólo para terminar de inseminar la cochinilla (vulgo joder la marrana) sino de esos empresarios adelantados a su tiempo, que siempre han existido entre nosotros (véase el amplio catálogo de dueños de la noche) y de los trabajadores dispuestos ya a pagar por un puesto de trabajo cada vez peor retrubuido y con menos derechos. ¡Toma ya brotes verdes y finales de túneles con la salida señalada con un cartel que reza ‘No hay salida’!. ¡Toma ya cinturones que en vez de sujetar la cintura se utilizarán pronto para sujetarse el cuello de una viga! Esas últimas frases me las ha dictado el cuervo Rockefeller al tiempo que movía frenéticamente la pelvis y las caderas, esas partes del cuerpo tan delicada y tan frágil para el Rey de España.
Creemos, antes de que alguien nos robe la idea y se lleve el minino al H2O un comité de sabios que decida unilateralmente los complementos que hay que añadir para convertirse en destino im-prescindible e im-presionante, en cuatro palabras a esas islas tan bendecidas por las manos de los dioses y tan maltratadas por sus habitantes.
Tenemos territorio y talentos suficientes como para impulsar no sólo una campaña global de autocomplacencia de genial que nos salen las cosas. Sólo falta completar la oferta con una serie de complementos que realcen los atractivos naturales de ambas islas para ofrecerlos como plus en las ferias turísticas internacionales. Ahora que el execrable Carlos Delgado ha dimitido como conseller de turismo y que ya está en marcha el traspaso de competencias en esa materia, tal vez nos quede ahora un cierto margen para maniobrar. Adelante pues y que a nadie se le ocurra pedir o imponer más campos de golf o más beach clubs. Esas posibilidades se han quedado ya tan antiguas como el bailar pegados.