Por D.V: Van a leer una palabras que serán música para sus oídos: “El pleno del Parlament ha aprobado hoy el decreto ley de medidas urgentes que posibilitará la inmediata ejecución de las obras de construcción del nuevo hospital de Eivissa, que supondrá una inversión próxima a los 111 millones de euros. De este modo, según las previsiones de la Conselleria de Salud y Consumo, la obra se (…) iniciará en noviembre, y la mayor parte de la infraestructura estaría lista a finales de 2011”. Hermoso, ¿verdad? De esta forma, el 9 de junio de 2009, Europa Press informaba de que el Govern se ponía las pilas para que el nuevo Can Misses fuera una realidad. El mismo día, el entonces presidente del Consell d’Eivissa, Xicu Tarrés, proclamaba exultante que “disfrutaremos de la mejor atención sanitaria con los mejores profesionales” y que el nuevo Can Misses será “un hospital modélico y orgullo de todos los ibicencos”.
En la actualidad la obras no están paralizadas -porque, si los transeúntes y curiosos se fijan, verán a media docena de señores con casco por la obra- pero como si lo fueran. Las últimas noticias que tenemos sobre el tema las ofreció el portavoz del Área de Salud de las Pitiüses, quien dijo que se están “estudiando” las modificaciones propuestas por los profesionales de la sanidad al proyecto. Si tenemos en cuenta que las modificaciones al proyecto se suelen aceptar antes de que las obras comiencen -es decir, sobre el papel, cuando son un proyecto-, y no con la obra medio construida, es fácil deducir que algo funciona mal en lo que se ha construido hasta ahora, lo que no puede más que augurar negros presagios sobre su futuro.
De momento, la apertura del nuevo hospital está cancelada sine die y el nuevo conseller de Salud no se ha atrevido a ponerle fecha a la inauguración.
La pesadilla de dos alcaldesas
“La estación de autobuses de Vila abrirá el 30 de junio”. El eco de estas palabras de la alcaldesa de Vila, Marienna Sánchez-Jáuregui, todavía resuenan como un eco por los pasillos de Can Botino. Vanas esperanzas. La famosa estación de autobuses del Cetis va camino de convertirse en un iceberg donde se estallan todos los responsables del consistorio: Lurdes Costa ya inauguró la estación en dos ocasiones y una de ellas fue durante la campaña electoral de mayo de 2011, un gesto que le valió la reprobación de la Junta Electoral.
La primera piedra del Cetis se puso el 19 de abril 2005 y, tras diversos problemas provocados por la aparición de aguas subterráneas, la obra se terminó en febrero de 2011 tras tres años y medio de retraso. Empezaba entonces un nuevo suplicio, ya que las empresas de transporte se negaban a utilizar la instalación a c
ausa de las altas tasas por uso que había aprobado el consistorio en 2004, y que establecían que las empresas debían pagar 50 euros por cada autobús que entrada o saliera de la estación con pasajeros. El ayuntamiento ha propuesto rebajar la tasa hasta 10 euros pero todavía no existe acuerdo, por lo que se ha encargado un informe para analizar el tema de las tarifas.
Este es el tercer informe que el ayuntamiento de Eivissa encarga sobre el Cetis. Particularmente interesante resulta leer el primer informe sobre la estación que se encargó a la Universidad Politécnica de Madrid. En este texto, cuya lectura debería ser obligatoria, el catedrático Andrés Monzón asegura que la estación cump
le todos los requisitos, constata la necesidad imperiosa de que Eivissa se dote de esta infraestructura, y expresa el horror que le provoca la existencia de la actual no-estación, que carece de licencia, en la que los autobuses ocupan irregularmente la vía pública en Isidor Macabich sin pagar ninguna tasa por ello, y en la que las taquillas se encuentran en el interior de los bares.
A día de hoy, es imposible saber cuando se inaugurará la estación del Cetis. Después de las reiteradas meteduras de pata, es altamente improbable que ningún político vuelve a proclamar solemnemente que “la estación abrirá antes del verano”.
Residencia terminada, ahora falta llenarla
En la época en la que parecía que sobraba el dinero, se hacían cosas muy feas. Una de ellas, por ejemplo, sucedía en la construcción de obras públicas. La administración licitaba un proyecto, lo otorgaba a la constructora que presentaba el presupuesto mas económico y, posteriormente, la constructora hacía lo que le daba la gana, encarecía los presupuestos de manera disparatada, las administraciones pagaban -ya se sabe que el dinero público parece que no sea de nadie- y aquí paz y después gloria. El problema llegó cuando dejó de sobrar el dinero y las instituciones públicas exigieron a las constructoras que fueran un poco más escrupulosas.
Un ejemplo clarísimo lo tenemos en la residencia para mayores y centro de día de Sant Antoni, un equipamiento necesario e indispensable. Se adjudicó por 6’8 millones de euros en 2006 y el Govern balear terminó pagando 11’6 millones. Govern y Consell rompieron con la empresa adjudicataria, Vías y Obras, y tuvo que terminar la obra Ferrovial. El problema es que, cuando la residencia se finalizó en 2011, no había dinero ni para equiparla ni para contratar al personal.
Han pasado casi dos años y el edificio ahí sigue. El presidente del Consell de Eivissa, Vicent Serra, ya ha asegurado que en 2013 la residencia no se abrirá, y que sólo lo hará “cuando hayan los fondos que permitan que la residencia funcione como es debido”. Si tenemos en cuenta la deuda que acumula el Govern y la falta endémica de fondos del Consell, es probable que la residencia abra antes de la última glaciación.