José Manuel Piña Vives / En mis apresurados paseos por la ciudad de Eivissa observo con satisfacción el fuerte incremento de bonitos establecimientos dedicados a la lencería erótica. Por fin una noticia para lanzar campanas al vuelo, pienso para mis adentros, que dice un amigo mío. La lencería femenina es en la actualidad alegre, pícara, sugerente, incitante y excitante. Frente a las bragas de esparto y aluminio y los corsés opresores de nuestras abuelas, culots de seda, sujetadores de fácil y apasionante apertura, pantys acariciantes y ligueros ‘ábrete de piernas, corazón’.
Esta explosión de erotismo callejero es gratificante para todos aquellos que gustan de soñar aventuras sólo posibles en otra reencarnación, cuando nos toque ser más guapos, más atléticos, más simpáticos, más inteligentes y más vecinos de algunos de nuestros mitos sexuales. Pero también esta explosión de erotismo escaparatista es como una contestación espontánea y alentadora a la fiebre prohibicionista que venimos padeciendo de unos años para acá. Prohibido ser feliz.
De hecho, me extraña que el ministro Ruiz Gallardón, más mini que stro en cuanto a cerebro se refiere, no haya prohibido aún el sexo incluso en el ámbito conyugal, que debe de ser el más aburrido de todos los sexos si no se le va incorporando algún plus o gadget que haga subir la tempratura de la pasión en el tálamo nupcial.
Verdaderamente, uno empieza a estar muy cansado de tanta prohibición y de tanto tutelaje por parte de un Estado que, paradójicamente, exprime a sus súbditos a base de impuestos extranguladores en lugar de alentar a la población a que sesa feliz con sus vicios, sus manías, sus pequeños o grandes placeres y sus sanas costumbres en todos los ámbitos.
Se empiaza por apoyar e incluso financiar la segregación por sexos en las aulas, se totalitariza y patronaliza la política laboral, se exprime aún más al tribulado viciosillo subiendo el precio de los tabacos y los alcoholes y se acaba de banderillear al ya agonizante contribuyente con una estocada final a base de prohibir también a las parejas o a las solteras el derecho al aborto de las mujeres que no pueden o, sencillamente, no quieren parir un hijo. Por cierto, ¿de qué color llevará el pijama Alberto Ruiz Gallardón?