José Manuel Piña Vives. La lluvia y el frío intentaron deslucir la feria agrícola de Sant Antoni en una jornada que consiguió resultar festiva a pesar de la constancia de los elementos negativos. El buen ánimo del numeroso público asistente a la Cooprerativa Agrícola de la localidad portmanyí desafió al mal tiempo y se congregó en el punto de convocatoria como si estuviesen bajo el mismo sol que dos días atrás caldeó los actos convocados con motivo de la fiesta del patrón. Decenas de coches aparcados en las inmediaciones de la Cooprerativa ya anunciaban el éxito de la jornada, a pesar de que sus organizadores se lamentaban a una de la climatología desfavorable.
Los atractivos para disfrutar de la fiesta eran muchos y sólo los que se habían preparado para desarrollarse al aire libre tuvieron que cancelarse o modificar su horario. A pesar de ello sí que se celebró la gimkana payesa prevista, en la que los más jóvenes tuvieron ocasión de familiarizarse con as tareas agrícolas que habían dado de comer a sus abuelos. Las generaciones anteriores prefirieron quedarse a resguardo de la lluvia bajo el porche metálico de la nave principal de la Cooperativa.
Muchos de ellos recordaban tal vez el auténtico y fructífero pasado agrícola del pueblo, hoy casi totalmente abandonado en favor del monocultivo turístico. A pesar de ello, la Cooperativa desarrolla durante todo el año una intensa actividad para que ese motor fundamental de la economía no muera definitivamente. Así lo comentaban los mayores bajo el frío decorado del porche, casi el único y abarrotado rincón en el que cobijarse del antipático e incesante goteo de una lluvia suave pero persistente.
Acompañaban todos sus tertulias con un vino payés de aceptable calidad mientras que otros muchos se apuntaban al almuerzo no menos payés que se servía en distintos puntos del recinto. Una ración compuesta pornchuleta de cerdo, muslo de pollo sin hueso, panceta, salchicha y pan se vendían al módico precio de seis euros en las casetas instaladas por una conocida firma de refrescos. Pero también en el interior se servían parecidos manjares a cambio de un donativo para un sorteo.
Dentro de la nave podían adquirirse, por otra parte, todo tipo de productos de artesanía popular ibicenca. Desde los cistellons decorados hasta delantales ilustrados con payesas, desde reproducciones de fetiches fenicios y púnicos hasta joyas de bisutería y desde instrumentos musicales típicos hasta prendas de vestir.
A la entrada de ese bazar de objetos tradicionales de las Pitiüses, los asistentes podían disfrutar de una exposición de canarios que con sus vistosos plumajes de colores y sus afinados cantos trataban de competir con la música de Pota Lait, que sonaba con fuerza desde los altavoces. En su puesto, los artesanos reclamaban más celeraciones de estas características. «Cada vez se cierran más convocatorias de este tipo», lamentaban frente a su mercancía.