@D.V./ En el pleno municipal de Sant Antoni de este jueves he visto algo que no había visto jamás. Había gente protestando, sí, pero era algo distinto. En este último año hemos vivido plenos con policías locales cabreados, con los empresarios del West a voz en grito y montando una cacerolada, o a los mismos trabajadores de Can Coix con carteles y reclamando el pago de sus nóminas. Pero lo de hoy iba más allá de la protesta gremial sino que era un hartazgo, de cansancio de una forma de hacer política, una especie de cabreo y una irritación profundísima.
La alcaldesa tampoco ha sabido gestionar el pleno. A Gutiérrez no le hubiera costado nada tener una pequeña deferencia y modificar el orden del día para tratar en primer lugar el tema de Can Coix y evitar que los que habían asistido como público se pasaran dos horas de pie. Es un detalle, llámalo ‘bienquedismo’, llámalo tener un poco de psicología, llámalo ser un poco vivo y saberse ganar a la gente… No costaba nada, pero no lo hizo.
En el debate se evidenció nuevamente la dificultad que tiene el actual equipo de gobierno para encajar críticas. Que te critiquen es algo que forma parte del oficio del político. Todo aquel que se expone a la opinión pública debe saber encajar las críticas. Aceptarlas, respetarlas y, evidentemente, rebatirlas y responderlas con argumentos. No obstante, Gutiérrez y su equipo encajan muy mal las críticas. Este jueves se ha demostrado de nuevo. La reacción que tuvo ‘Maymó’ hace un par de meses cuando se planteó el problema de las barreras arquitectónicas fue también muy airada, excesiva, y llegó a acusar a la prensa de dar mala imagen de Sant Antoni, de manipular y intoxicar a los ciudadanos. Olvidan que la crítica, cuando es constructiva, es indispensable para el ejercicio de la política.
He vivido todo el pleno entre el público y he escuchado todo lo que han comentado. Sin embargo, las reacciones más crispadas no las he oído durante el debate sobre Can Coix sino cuando se ha tratado el tema del paso de peatones en el Lidl. Constatar como el Consell y el Ayuntamiento se pasan la pelota y se niegan a pintar unas rayas de color blanco en el suelo es algo que da mucha vergüenza. En un país en el que quien manda, cuando quiere hacer algo lo hace -ya sea por decreto-ley, convocando plenos urgentes, modificando PGOUs, haciendo lo que haga falta- escuchar según que excusas porque no les da la gana enviar a dos operarios, coger un cubo de pintura blanca y pintar doce puñeteras rayas, es algo que no se entiende.
En esos momentos, entre el público escuché palabras muy gruesas -y que aquí no se pueden reproducir- contra el Ayuntamiento. Algo está pasado en Sant Antoni. La pregunta es si los que mandan se darán cuenta en algún momento.
Bueno… Como dijeron hace bastantes plenos cuando pintaron algunos pasos de zebra y otros no «que se les había acabado la pintura». Quizás les ha pasado lo mismo, no les quedan cubos de pintura. Yo ya no me sorprendo de sus argumentos ni otras incoherentes apreciaciones.
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