No puede decirse que José Manuel Soria, ministro de Industria y Comercio del gobierno Rajoy, sea el miembro más dialogante del gabinete ni el que mejor sabe escuchar el latido de la calle ni el más sensible en relación con la opinión ajena. Claro que con compañeros de pupitre como José Ignacio Wert, Alfredo Ruiz Gallardón y Cristóbal Montoro, el listón de la sensibilidad gubernamental está dramáticamente bajo. Pero lo que nos afecta de este señor de apellido toponímico, es la sorprendente capacidad de hacerse el sordo frente al clamor popular que suponen treinta y tres mil voces rogándole, exigiéndole y reclamándole que paralice las prospecciones petrolíferas que la industria más pesada plantea llevar a cabo a veinticinco kilómetros de nuestras costas, dos puntos por debajo del concepto inmaculadas.
Con la prisa que se da el Gobierno actual en derogar leyes aprobadas por gobiernos anteriores y engañosamente en sus antípodas ideologícas, el gran interés que demuestra Soria en defender la legalidad de esas jodidas prospecciones llama poderosamente la atención. Reforma el Ejecutivo estatal la ley del aborto, pretende hacer lo mismo con la del matrimonio entre personas del mismo sexo, crea una reforma labor a la carta blanca para sus votantes de mayor peso y así hasta darle al calcetín democrático tal vuelta que no vuelve a reconocerle ni la madre Punto Blanco que le dio tan pedestre vida.
El caso es que la clase política en general es cada vez menos receptiva a las reivindicaciones de la calle. Concentraciones, manifestaciones y reuniones suelen tener un resultado cero a la hora de evaluar los logros de tanto griterío callejero. Al menos en Eivissa hemos dado con una fórmula original e innovadora para llamar la atención del muy execrable ministro Soria. Manifestaciones sí, pero en pelota picada. Si un grupo de señoras guay exhibiéndose en top less ante el muy pío Rouco Varela se convierte en trending topic, qué no ocurrirá cuando la sociedad pitiusa al completo salga a la calle en una actitud tan naturalista y nudista que nadie podrá decir que se ha contravenido la ley de símbolos.
Si a esta iniciativa se suman todos los habitantes del área mediterránea, posibles afectados por la política terrorista medioambientalmente del jeque Al Saïb Soria todos ellos, habremos convertido una reivindicación popular en un happening que dará la vuelta al mundo en seiscientos veinticinco pixelazos. Ahora, febrerillo muy loco, no es el mejor momento para hacer esta clase de exhibiciones públicas e impúdicas, pero en cuanto nos lleguen las altas presiones habrá que ir pensando en una medida tan drástica como eficaz para que mi tocayo José Manuel se abra por fin de ojos y de orejas ante la justísima demanda pitiusa que cierra las puertas a las exigencias de los buscadores de oro negro.
¡Pum, pum!, ¿quién es? las prospecciones petrolíferas. ¡Cierra la muralla! No al petroeuro. Frente a las comisiones petroleras, dos cojones, dos tetas, un palito y un chochito. Porque yo también nací en el Mediterráneo.