@David Ventura/ Seguro que lo han visto en alguna película americana. El antihéroe perfecto, el trepa miserable que te cae antipático durante todo el metraje y que, de pronto, ante una situación dramática, extrae un coraje inédito y realiza un acto heroico que sirve para borrar todas sus faltas y convertir en héroe al antihéroe.
En estos momentos en los que la Cultura de la Transición rinde homenaje a uno de sus principales muñidores. Ahora que todos los medios oficiales extraen el incienso para recordar en olor de santidad al nuevo héroe de la patria, el tipo que en vida fue insultado, vejado, humillado, vilipendiado y difamado, y que ahora es una nueva gloria nacional, es necesario girar el reverso de la página y consultar las verdades que no entrarán en la crónica oficial de la historia, la crónica que se escribe desde el Poder. Es el momento, por ejemplo, de leer los dos retratos que el periodista Gregorio Morán realizó de Adolfo Suárez: ‘Suárez. Historia de una ambición’, que se reeditó como ‘Suárez. Ambición y destino’. Dos libros muy duros con el expresidente ahora fallecido pero que, en mi opinión, engrandecen aún más su leyenda.
Toda la política española -la misma que ahora lo convierte en martir- odiaba profundamente a Suárez. Lo veían como un trepa, como un arribista, como un oportunista sin escrúpulos, como un tipo sin cultura y mucha jeta. Todo eso era cierto. Nacido en una familia de la clase media rural pero venida a menos, pésimo estudiante, el joven Adolfo Suárez demostró un talento natural para medrar en el seno del régimen. Lo hizo utlizando la particular meritocracia del franquismo: buscándose un padrino poderoso, peloteando, mostrando ciega obediencia y infinita capacidad de adulación y astucia.
Protegido por Fernando Herrero Tejedor, gobernador civil de Ávila, el joven Suárez, sin ningún talento especial y con una preparación intelectual discreta -no sabía nada de economía ni de política exterior, no hablaba idiomas-, asciende a procurador en Cortes por Ávila en 1967, a los 37 años, en 1968 ya es gobernador civil de su provincia y en 1969 director general de Radio Televisión Española. Suárez es franquista, falangista -es decir, fascista- pero a la vez coquetea con los anemigos acérrimos de Falange, el Opus Dei. Es camisa azul hasta que los falangistas son apartados del gobierno. Es seguidor de Carrero Blanco -es decir, en la extrema derecha del régimen- hasta que se mueve hábilmente hasta las filas aperturistas cuando en 1975 es nombrado Secretario General del Movimiento, es decir, jefe del Partido Único, las FET de las JONS.
Es la impecable trayectoria de un arribista, de un trepa de manual, de un tipo sin otros principios que su interés personal. Pero, señores, en 1976 llega su gran momento. El auténtico cerebro de la Transición, Torcuato Fernández Miranda, consigue que lo nombren presidente de Gobierno, esperando que este tipo insignificante sea un títere dócil en sus manos. Se equivocaba. Cuando llega su momento decisivo, Suárez mata a su ‘padre’, consigue ganarse la confianza del rey y es quien apuesta por legalizar el Partido Comunista. Y durante los años dramáticos de 1977-1981, en plena cacería política contra él, con el ruido de sables, con el terrorismo de izquierdas y de derechas golpeando, con una oposición que coquetea con los golpistas, el arribista Suárez demuestra una dignidad, una valentía y un coraje excepcionales.
Ahora se habla del ‘consenso’ y el ‘diálogo’ que ‘hizo posible la transición’, etc, etc… Y un cuerno. Repasen la hemeroteca entre 1979 y 1981 y verán que ni consenso ni diálogo. Al contrario: una caza despiadada contra Suárez para hacerlo caer, cueste lo cueste, caiga quien caiga, y si hay que contar con los militares y la ‘solución Armada’, pues adelante. Y ahí participaron todos excepto el PCE -Carrillo siempre respetó a Suárez por haber tenido el coraje de legalizar a los comunistas-. Suárez fue traicionado por el rey y por los miembros de su propio partido, que se desembarazaron de él. Nunca dejó de ser un cuerpo extraño en la política, un tipo de provincias, un don nadie, nunca le respetaron. Sin embargo, repasen las imágenes del 23-F y verán ahí a un tipo digno.
El trepa inmoral se convierte en un héroe y, con su muerte, asciende a los altares. A mi me cae bien. Los seres de una pieza no existen. Los héroes mejor dejarlos para los panegíricos oficiales. Los protagonistas de la historia son gente de carne y hueso, con sus miserias y vanidades. Todo el mundo es libre para escoger y, antes las pruebas del destino, es cuando la calidad moral de cada uno se pone a prueba.
Por cierto. A pesar de sus sombras, Suárez, visto a día de hoy, parece un absoluto gigante. Una muestra más de lo excrementicia que es nuestra actual casta política y lo mucho que ha degradado en las últimas tres décadas. Y un apunte más, se acusa a Suárez de haber sido el cerebro de un régimen que se creó sobre el olvido de las víctimas y la impunidad de los que colaboraron con el franquismo. ¿De qué se extrañan? Suárez fue franquista hasta que dejó de serlo, pero esa labor de memoria y reivindicación histórica era un trabajo de la izquierda. En los últimos 34 años, la ‘izquierda’ ha gobernado 21. Más de dos décadas. ¿Y la culpa todavía es de Suárez?
Algú ho havia de dir. Jo tenia respecte per aquest home, però no estima.
Algú ho havia de dir. Jo tenia respecte per aquest home, però no estima.
Buen artículo. Totalmente de acuerdo.
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El articulo es esclarecedor, de lo que cualquiera con la mínima información, puede imaginar sobre la verdadera historia en todos los casos, no solamente el de un protagonista de la transición como, al fin y al cabo, Adolfo Suárez se ha convertido definitivamente por honores propios. Como un colega en campaña le dijo: -No puedes estar en la historia, y a la vez protagonizarla en la política-. En el trasluz podemos ver un personaje que alcanza lo que sólo unos pocos, por aquellos avatares del magnetismo que algunos poseen, y la grandeza de ver que ello ocurre una y otra vez en cualquier sociedad, cuando el momento y los personajes se encuentran en el lugar idóneo. Tambien me cae bien. Un gran articulo.
El articulo es esclarecedor, de lo que cualquiera con la mínima información, puede imaginar sobre la verdadera historia en todos los casos, no solamente el de un protagonista de la transición como, al fin y al cabo, Adolfo Suárez se ha convertido definitivamente por honores propios. Como un colega en campaña le dijo: -No puedes estar en la historia, y a la vez protagonizarla en la política-. En el trasluz podemos ver un personaje que alcanza lo que sólo unos pocos, por aquellos avatares del magnetismo que algunos poseen, y la grandeza de ver que ello ocurre una y otra vez en cualquier sociedad, cuando el momento y los personajes se encuentran en el lugar idóneo. Tambien me cae bien. Un gran articulo.
Bon article, i necessari.
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Agudo y estupendo articulo.
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