No recuerdo exactamente qué día, pero no falta mucho para el derby político-futbolístico en primarias socialistas entre las dos candidatas de este partido a las elecciones autonómicas del próximo año. Ninguna ibicenca ni menorquina ni formenterense se ha clasificado para este encuentro-desencuentro. Ambas, Francina Armengol y Aina Calvo, juegan en el Son Moix de la política doméstica, aunque la intuición periodística que casi siempre me falla me inclina a pensar que la Pichichi de este partido será la primera de ellas, porque además de otras cosas, lo lleva escrito en el apellido: ¡! Armen-Gooooooool!! (leáse con entonación de comentarista de ‘Carrusel deportivo’ pasado de rosca).
En cambio, el Calvo de la contrincante me evoca sólo el anuncio televisivo de atún claro Calvo, que con su genialidad habitual protagonizaron dos calvos ilustres: Jesús Puente y José Luis López Vázquez, dos tiunfadores en lo suyo a pesar del poco glamour de sus apellidos. Puede parecer que no, pero he llegado a la conclusión de que un nombre con sus correspondientes linajes puede decidir a favor o en contra la vida de quien los porta.
Para contradecirme, cómo no, vienen a mi memoria ejemplo que contradicen mi tesis. La cantante Martirio ha triunfado grandemente a pesar de su oprobioso nombre y Nino Bravo estrelló muy prematuramente su apabullante carrera en un pueblo de la carretera que une Madrid con Valencia. ¡Bravo, Nino!
El mundo de la política, por el contrario, sí me da la razón en la teoría que llamaré de la nomenclatura. Claudio Sánchez Albornoz, último presidente de la Segunda República, tuvo que salir por piernas de su casa hacia el exilio vestido con la prenda de baño que lleva su apellido antes de que las tropas franquistas se lo robaran. Niceto Alcala-Zamora nunca pudo superar esa doble y fatal conjunción de linajes que le hacía parecer una línea ferroviaria. Finalmente, por no cansar al lector, el mismísimo Napoleón, tuvo que izar la bandera blanca en Waterloo después de meterse por el gaznate un par de botellas del cognac que lleva su nombre.
A quien se apellida Piña solo le queda la esperanza de que le metan en una lata de conservas. Aina Calvo y Francina Armengol están ya calentando motores en los boxes para salir disparadas hacia la pole position. El público y los simpatizantes del PSOE tendrán la última palabra en ese pugilato. A ver cuál de las dos marca el goooooool de la victoria.