@Miguel Vidal / El sorteo de semifinales de la Champions apunta a una repetición histórica. Para los analistas –y para muchos aficionados- Atlético de Madrid y Bayern Munich son los favoritos para alcanzar la final de Lisboa. Los colchoneros porque viven uno de los momentos más pletóricos de su historia como conjunto, y los bávaros porque han recogido el testigo del Barcelona y hoy por hoy son los mejores de Europa. Si así acontece tenemos servido el segundo acto de aquella final de Bruselas de hace cuarenta años en que el Atlético rozó la gloria.
Los aficionados rojiblancos de ahora, la mayoría jóvenes, no se acuerdan, y a lo mejor tampoco han leído nunca sobre ello. El tiempo difumina tanto las cosas que ni siquiera existe ya el estadio donde se jugó aquella final entre el Atlético de Madrid y el Bayern Munich, el estadio Heysel, de gran recuerdo para el Real Madrid, que el 28 de mayo de 1958 se proclamaría en éste escenario campeón de Europa al derrotar al Milán en la prórroga con un gol de Gento (2-1); amargo para el Atlético como contaremos más adelante y dramático, un borrón de lo más negro para la historia del fútbol y de la Copa de Europa con los treinta y nueve aficionados fallecidos, la mayoría por avalanchas, aquél 29 de mayo de 1985 en la final entre Juventus y Liverpool.
Ha desaparecido Heysel, ha desaparecido Luis Aragonés, autor del gol en el minuto 114 que parecía iba a dar el título a su equipo, pero a falta de veinte segundos un inesperado gol de Schwarzenbech, con un chut lejano que pasó por un bosque de piernas sin que nadie pareciera darse cuenta y que supuso el empate tras ciento veinte minutos de constante brega. Este día, 15 de mayo de 1974, con cerca de treinta mil aficionados atléticos en la grada, que tuvieron que volverse a casa después del partido en el mayor puente aéreo de la historia entre Bruselas y Madrid, nadie se explicaba lo que había ocurrido. Bueno, sí, José Eulogio Gárate dijo que el gol de Luís tan cerca del final había producido una euforia tan grande en los jugadores, como si fuera una borrachera, que de repente sólo veían banderas rojiblancas y españolas en las gradas, gente que se abrazaban como si enloquecieran, y se olvidaron del balón. El propio Gárate faltando segundos fue a sacar de banda y dio el balón a un contrario y en esta jugada se originó el gol del Bayern. “No sabía ni lo que hacía ni donde estaba”, aseguraba días después el genial ariete que todos conocíamos como “El Ingeniero del Área”, por sus goles y por su profesión de Ingeniero.
La resaca fue terrible y traumática. Dos días después, en el desempate, los bávaros, golearon: 4-0, con goles a pares de Gerd “Torpedo” Muller y Uli Hoeness, actual presidente del Bayern.
A costa de un Atlético que rozó el título con los dedos, el Bayern estrenó su dominio en Europa conquistando consecutivamente la Copa de Europa 1974, 1975 y 1976, coincidiendo con su época dorada capitaneados por Franz Beckenbauer. Despues no sería hasta 2001 que volvería a ganar una Copa de Europa y la pasada temporada la Champions, como se conoce actualmente a la Copa de Europa, coincidiendo con una nueva etapa de esplendor del equipo.
Si los analistas –y muchos aficionados- no se equivocan, y efectivamente la final la juegan colchoneros y bávaros, el Atlético ésta vez no se conformará con rozar la gloria, sino que querrá tocarla. Física y anímicamente están preparados para tomarse la revancha…cuarenta años después. “El Cholo” y los suyos no vivieron aquél drama, ni siquiera habían nacido, pero tienen sed de revancha. Lo ocurrido en Heysel lo llevan en su ADN.