Como en una partida de póker, el Isleño se ha tirado un farol con el despido de su entrenador y le ha salido mal. Asensio ha ido a la mano seguro de sus cartas y se ha llevado la partida. El club le citó ayer en las oficinas de Can Misses y le ofreció pagarle dos mensualidades con un pagaré. El técnico declinó esta posibilidad. Acto seguido, el presidente, Vicent Torres Murtera, se sacó de la chistera un documento con su readmisión. Asensio lo firmó y durante 60 minutos volvió a ser entrenador del Isleño. Una hora después, el máximo responsable del club le llamó de nuevo a consultas y le despidió otra vez, o le redespedió, al gusto. Al menos lo intentó, ya que a efectos legales Asensio sigue siendo el entrenador del primer equipo hasta que se resuelva su contrato. La gestión del club es muy discutible, la manera que tiene de jugar sus cartas, no.
No es el guión de una comedia, aunque pueda parecerlo e incluso pudiera serlo. Es la realidad del absurdo, que supera la mejor ficción. El club creía que con tal de no volver, Asensio iba a coger el pagaré, que no el dinero, e iba a irse por donde había venido. Pero como la jugada le salió ‘rana’, el club se vio obligado a redactar un segundo documento en el que se aferraba a un mensaje de texto que Asensio había remitido al director técnico de la entidad, Toni Torres, para tratar de conseguir su baja, de lograr que se marchara renunciando a parte de su dinero. Asensio recogió el guante, pero no lo firmó. El escrito, del 11 de diciembre, relata el desánimo de Asensio. Es una conversación personal, privada, entre el entrenador y el director técnico y en la misma el primero explica al segundo que si el Isleño no está conforme con él y su forma de actuar, que le paguen que se va.
Asensio se asesora y se plantea ir a Can Misses a entrenar al equipo ayer por la tarde para que no puedan acusarle de dejación de funciones. Sin embargo, descarta a media tarde esta posibilidad después de hablar con el colegio de entrenadores, que le recomienda no ir a Can Misses y evitar de este modo una situación incómoda para las dos partes. El entrenador queda en un bar con los medios de comunicación, que le han estado acribilillando a llamadas. Explica todo lo dicho anteriormente y lo apoya con documentos, pruebas irrefutables del ridículo del club. Durante el encuentro, sorbiendo una cerveza, suena su teléfono. Es el presidente, quien, otra vez, a la desesperada, cita al entrenador. Quiere que firme la baja. Éste acude al encuentro, pero no acepta, por enésima vez, las condiciones del acuerdo de despido que le proponen ni los talones que le ofrecen por una cantidad inferior a lo que él cree que le corresponde.
El secretario técnico del Isleño, Toni Torres, ha pedido asesoramiento al secretario de la Federación Balear de Fútbol, Manel Bosch, para saber si el hecho de depositar los pagarés con los que pensaba finiquitar al técnico saliente en el colegio de entrenadores ofrece al club la posibilidad de presentar a un nuevo entrenador y esquivar de esta forma las disuasorias multas que se avecinan por no tener ficha. Pero no es así. Si el entrenador no firma la baja, no hay escapatoria. Cada partido al que el Isleño acuda sin preparador le costará 600 euros. Esto en un mes puede traducirse en la hoy nada despreciable cantidad de 2.400 euros, sificiente como para acabar de ahogar a un club que ya respira con dificultad.