@D.V./ En España hay una democracia de bajísima calidad y con un problema grave: los políticos desconfían de sus propios votantes y, por ese motivo, tratan de alejar la política de los ciudadanos. Un ejemplo lo tenemos en los debates electorales que estamos sufriendo. En países con una trayectoria democrática sólida y consolidada, como los Estados Unidos, los debates electorales son un espectáculo fabuloso: los candidatos no conocen previamente las preguntas que les realizarán los periodistas y éstos tienen libertad absoluta para preguntar lo que quieran. Los candidatos, además, pueden atacarse, improvisar, contrarestar argumentos, enzarzarse… En definitiva, DEBATIR.
En España es todo lo contrario. Formato rígido para evitar las réplicas y cercenar cualquier tipo de debate. Preguntas pactadas previamente, tiempo escaso y un periodista que ejerce de convidado de piedra, convertido en el tonto útil, en el mamarracho que sirve para dotar de coartada informativa a un acto que no tiene nada de informativo ni de democrático.
El paroxismo de este concepto de debate lamentable que produce vergüenza ajena lo vivimos este lunes en IB3 Televisió. Sobre la mesa, cinco candidatos: Rosa Estaràs (PP), Pere Joan Pons (PSIB-PSOE), Eberhard Grosske (EU), Miquel Àngel Sureda (ERC) y Natalia Prieto (UPyD). Una pluralidad que fue lo único positivo de la noche. Todo lo demás, auténtica basura.
Fue una basura el horario del debate: las 23h20′. Perdonen, votar es lo que define a una democracia y, por tanto, ofrecer información de cada candidatura es un servicio público. ¿Por qué no se emitió el debate en prime time? ¿Por qué a estas horas intespestivas?
Fue una basura que sólo durara 50 minutos. Con cinco candidatos, y en un bloque dividido en seis temas… ¡No había tiempo de exponer nada! Era lamentable y risible ver a cada candidato, con sólo un minuto ante sí -como en el programa ese de ’59 segundos’- explicando a toda velocidad, como si fuera un concurso de lectura rápida, con la verborrea de los vendedores de teletienda, cuatro consignas de cualquier manera antes de que les cortaran el micro. El resultado fue un desafortunado festival de micromonólogos que imposibilitaba cualquier tipo de debate. Ni intercambio de pareceres, ni contraste de argumento, ni duelo dialéctico… Ni siquiera tiempo para explicar de manera razonable el programa electoral de cada partido.
En definitiva. Una basura. Tiempo perdido. Ni siquiera las redes sociales se hicieron eco del debate. El hastag #EleccionsEuropees fue un fracaso absoluto, no hubo ni un sólo tuit divertido y sólo el PSOE y UPyD se tomaron la molestia de tuitear las frases de sus candidatos. El resto de partidos ni eso.
¿Y los candidatos? A causa de las circunstancias extremadamente hostiles, los que salvaron los muebles fueron los candidatos veteranos y con experiencia. Estaràs y Grosske fueron los claros ganadores, aunque dudo que hayan conseguido cambiar el voto de nadie. Pons estuvo blando y dubitativo. Sureda, muy nervioso, no paraba de carraspear y tartamudear. La candidata de UPyD provocó mucha tristeza y vergüenza ajena.
La única suerte es que no apareció Esteban González Pons denunciando que no puede ser que llamen a Ribéry feo, que hay que tener más respeto con los feos, que es una vergüenza lo que se hace con los feos. Puestos a caer al abismo, hay gente que no tiene ningún tipo de mesura.
Una autèntica puta merda… molt ben argumentada la diferència entre això i el model americà. L’has clavat quan has dit que es tracta d’una democràcia poc madura la nostra; i el problema és que els polítics no volen que maduri, ja els hi va bé així.