@David Ventura/ Ben Clark es un poeta atípico. En primer lugar, porque escribe bien. En segundo lugar, porque en vez de comportarse como un monstruo de vanidad y egocentrismo, Clark se quita méritos y, en cambio, parece más preocupado en destacar los méritos ajenos. Así, me habla de Román Piña Valls, el principal culpable de que la Editorial Sloper haya publicado el poemario La Fiera, con el que Clark ha ganado el Premio de Poesía Ciudad de Palma: “Román cree en el libro y se está currando una muy buena promoción y distribución”.
Clark también elogia a Yannick Garcia, quien ha realizado una “extraordinaria traducción del libro al catalán”, y tampoco se olvida de Projecte Mut, quienen en su último disco ‘Col·lecció de Satèl·lits’ han musicado su poema ‘L’illa’.
Este poeta insólito que prefiere hablar de los demás antes que de sí mismo es el ibicenco Ben Clark. Nacido en 1984, ganó el Premio Hiperión por ‘Los hijos de los hijos de la ira’, ha publicado ‘Basura’ y ‘Mantener la cadena del frío’ y se ha estrenado en las labores de traducción con ‘Diez de diciembre’ de George Saunders. Pero el motivo de esta entrevista es la presentación en Eivissa de este estimulante poemario que es ‘La Fiera’. El acto se celebrará este viernes en la Librería Hipérbole y la presentación irá a cargo del periodista Pep Tur. ‘La Fiera’ se puede encontrar en las librerías al precio de 11 euros y también se puede adquirir en la página web de la Editorial Slopper.
Hablamos de ‘La Fiera’ con Ben Clark en el bar Can Sala de Sant Jordi, después de un café y un chupito de hierbas, y mientras un niño toca con la flauta dulce un variado repertorio que va desde el ‘Bona nit blanca roseta’ hasta ‘La canción de los pajaritos’.
Al principio del libro encontramos esta cita de Aristóteles: ‘El hombre que vive solo o es una bestia o es un dios’. ¿Este hombre solo que se convierte en bestia, esta Fiera, eres tu?
Puede parecer que La Fiera sea yo, el autor del libro, pero no es así. En mi opinión, para que un poema funcione es necesario encontrar una voz poética. El poema debe funcionar a través de esta voz que surge de algún sitio. Por ejemplo, en una novela puedes escoger si escribes algo en primera o en tercera persona, pues en poesía sucede lo mismo. Buscas a un interlocutor, alguien que sea el protagonista del libro.
En este caso, me he puesto en la piel de otra persona, de alguien que no soy yo pero que tiene mucho que ver conmigo, y este personaje sería la Fiera.
La poesía dicen que es el reino de la subjetividad absoluta, y me parece interesante que admitas que tu no eres el protagonista de tus versos, que interpretas a un personaje.
La Fiera es una idea que tengo yo, una idea poética de una criatura. A veces cercano a mi, a veces más alejado. El libro está dedicado al actor Philip Seymour Hoffmann porque podría personificar la Fiera y, de hecho, le pregunto si lo es.
¿Es una poesía que se separa del ‘yoísmo’?
Creo que la poesía debe ser un pensamiento reposado y destilado. Una elaboración intelectual a partir de una experiencia sentimental. Cuando planteo la voz del sujeto poético, intento buscar la distancia que me permite elaborar las ideas que quiero expresar. Te pongo un ejemplo. De muy joven, en la antología ‘Versos per la llengua’, publiqué una elegía por un amigo muerto en un accidente, pero esa elaboración partía de una idea de manera que se podía intercambiar por cualquier otra experiencia de pérdida, sea la de un amigo, la de un hijo, la de alguien joven.
La poesía, en mi opinión, no debe ser un torrente desbocado de emociones, sino que debe ser una idea que nos lleve a un sentimiento. Quizás es una influencia anglosajona pero no estoy muy seguro de ello. Quizás estoy equivocado y todo.
Hay dos poemas muy parecidos en el libro: ‘Quizás’ y ‘Big bang’ en el que parece que toda la historia del universo, desde su creación, tenga una justificación a partir de la experiencia amorosa: ‘Si este abuelo imposible pudiera verlo todo/ y n un instante lúcido/ pudiera vislumbrate aquí sentada,/ fruto extraño de la sucia deriva de los milenios,/ quizá le pareciera todo bueno’.
Es como un zoom hacia atrás. Una pareja está en una cama, mirando el techo y entras en un flash-back en el que retrocedes hasta el big bang. Es como si estuviéramos en una especie de bucle en el que todo cobra sentido al vivir el amor. En ‘Quizá’ vemos a un neardental que huye del frío y nos preguntamos que si pudiera ver todo el devenir de la Humanidad, pasar por encima milenios y guerras y llegar hasta el momento del Amor, entonces quizá pensaría que todo valió la pena.
‘La Fiera’ da nombre al poemario, y estos versos nos habla de un animal salvaje que debe bajar la cabeza e integrarse en la sociedad, acatar las normas que le imponen a sufrir la melancolía que le supone recordar ‘ritmos huecos del bosque/ donde una vez la Fiera fue feliz/ y temida, su sombra en todas partes’.
La Fiera plantea la misma historia que ‘El extranjero’ de Camus u otras obras de alienación. La Fiera ingresa en la sociedad porque no le queda más remedio. Una de las ideas que recorren este poemario es qué puede hacer un ser que quiere ser libre, salvaje y feroz en una sociedad comedida, del consumo administrado, en esta sociedad que hemos construido: ‘viviré como un hombre/ y adoraré las horas y las fechas/. (…) Ahora sí, ya soy sólo una bestia más,/ quebrada por todos los carteles,/ mansa en un bosque estéril de domingos’.
Más adelante le dedicas un poema a un almendro en flor, lo cual me parece chocante. Que en el siglo XXI un joven poeta le dedique unos versos a un árbol, como si fuera el ‘Pi de Formentor’, ¡se me hace raro!
En el siglo XXI dedicarle un poema a un almendro en flor es casi subversivo. Creo que no se debe renunciar a ningún tema poético, ya sea escatológico ya sea otros ítems más manidos como la luna o el almendro en flor. ¡Es muy dícil dedicarle un poema a un almendro sin parecer cursi!
En estos versos intento explicar la extrañeza que produce un almendro. Hace miles de años que florecen y parece que nos quieren transmitir un mensaje épico, poético, milenario… y se enfrentan a un mundo que no tiene tiempo ni ganas de observar. El poema del almendro, en realidad, habla de la imposibilidad del poema del almendro.’Porque hoy has florecido entre los brutos/ -y la culpa no es tuya ni es de nadie-,/ has florecido antiguo dentro de un mundo viejo,/ un mundo de humo y luces y pantallas’.
Hay poemas que no entiendo pero no me importa, porque son bellísimos, como ‘La hija que no ha nacido’ que habla del ‘ínfimo holocausto de las tardes‘. En el poema ‘Titanio’ encuentro el verso ‘puedo hablar de los deseos del frío,/ de la quietud y el eco de los polideportivos‘. ¿Cómo surgen estas imágenes? ¿Hay un esfuerzo consciente para provocar imágenes o metáforas chocantes?
Puede parecer un tópico pero disfruto mucho el momento de escribir los poemas porque nunca sé hacia donde irán, qué dirección tomarán. La imagen esta del ‘polideportivo’ surgió de súbito de un recuerdo infantil en el polideportivo de Blanca Dona. Lo más divertido de escribir es recuperar estas imágenes que están encerradas en tu cabeza y que las rescatas y aparecen sin saber cómo.
El momento de escribir un poema no es comparable a ningún otro, salvo cuando otra persona lo lee y te explica las emociones que le ha generado.
¿Se puede hablar de alguna escuela o estilo predominante hoy en la poesía española? ¿Tiene sentido hablar de etiquetas?
En los últimos diez años hay un consenso general en señalar que la principal característica es que no hay características. Lo único que está claro es que la poesía se escribe de una forma muy distinta en España que en América Latina. Y en las Canarias, que están en medio, hay un estilo híbrido. ¡No lo digo de broma, es verdad! En España hablar de corrientes no tiene sentido, lo único cierto es que la forma como se escribe poesía aquí, mucho más clásica, no casará nunca con las influencias y la poesia latinoamericana.
Un amigo prosista siempre dice que los poetas, en general, son mala gente, monstruos de vanidad y egocentrismo. Me comentaba que muchos asesinos de masas como Mao o Radovan Karatzic habían publicado poesía y que detrás de cada genocida siempre había una pulsión poética. ¿Es verdad que este gremio está lleno de hijos de puta?
Los poetas somos el gremio con más enemigos poetas y con más pequeñas y mezquinas rencillas. Esto ya sucedía en el Siglo de Oro y me parece algo maravilloso. Sería genial que, como entonces, toda la mala baba se tradujera en obra y dirimiéramos nuestra rivalidades a través de los versos, y no en el facebook o en los blogs. Los poetas somos pocos y, honestamente, creo que podríamos ser más felices.