EL SIMBOLISMO DE LA MEMORIA
@L.F./ Recién traspasado el ecuador de la década de los 80 y tras la publicación y consabido éxito de obras maestras como Maus, o Watchmen (ya reseñadas en esta sección) se generó un entusiasta movimiento que promulgaba la llegada a la “madurez” de los comics. La opera prima del binomio Gaiman/McKean, que a la postre desembocaría en una más que fructífera colaboración artística recurrente que nos ha brindado joyas como El Día que Cambié a mi Padre por Dos Peces de Colores, Orquídea Negra, Signal to Noise o La trágica comedia o La cómica tragedia de Mr. Punch, podría englobarse en ese nueva corriente del arte secuencial ideada, entre otras cosas, para que gente poco conocedora del medio se acercara a este sin juicios de valor preconcebidos.
El desembarco no fue sencillo, pero la apuesta personal de Paul Gravett, renombrado especialista británico del género y en su momento co-editor de la revista Escape, consiguió que Violent Cases se hiciera un hueco en Titan Books, una editorial que hasta la fecha había apostado siempre por los retapados y reimpresiones seguras. Esta novela gráfica de 44 páginas sin superhéroes ni ciencia-ficción de por medio, de carácter experimental y concebida por dos autores noveles completamente desconocidos fue un auténtico acto de fe por parte de la compañía. Un acto de fe que se vio merecidamente recompensado con éxito unánime entre crítica y lectores, además de venir acompañado de jugosos contratos con D.C, para quien Gaiman crearía The Sandman. McKean no se quedaría atrás y suyos son los lápices de otra obra fundamental del género escrita por Grant Morrison, Batman: Arkham Asylum.
El por entonces joven periodista Neil Gaiman (Reino Unido, 1960) desarrolla una biografía en la que un personaje indeterminado (retratado físicamente en el cómic como el propio guionista) rememora un suceso de infancia cuando menos curioso, ya que relata sus encuentros con un personaje muy peculiar, el osteópata del mismísimo Al Capone en persona. A lo largo de la narración se describen una serie de hechos donde las situaciones reales o imaginadas y las caras de los personajes se tornan confusas, tal cómo nos sucede a nosotros mismos con nuestros propios recuerdos más borrosos y alejados.
Aun así, el autor hilvana magistralmente una trama en la que tras haberse luxado el brazo en un forcejeo con su padre, el niño protagonista entabla amistad con el “médico” encargado de recolocar el hueso en su sitio. Autoexiliado en Gran Bretaña tras su caída en desgracia, el osteópata de Capone describe a su joven amigo el modus operandi de su patrón y los gánsters de la época dorada adornando la historia con cierto halo de romanticismo, sólo para descubrir en las páginas finales que tal vez no ha puesto suficiente tierra de por medio para escapar a su propio destino.
Dave McKean (Reino Unido, 1963), estudiante de Bellas Artes en el momento de acometer Violent Cases, recrea a la perfección el retrato de connotaciones oníricas ideado por su compañero de fechorías. El artista, clarísimamente influenciado por el rompedor estilo de Bill Sienkiewicz en El Caballero Luna y también de su Kingping para Daredevil, propone una sucesión de inquietantes imágenes desde las perspectivas más originales, integrando mapas, fotografías o carteles de viejas películas de cine negro en viñetas donde podemos disfrutar tanto de sus lápices en crudo como de la acertada paleta de grises, marrones y azules tenues predominantes en su trabajo, recuperados en posteriores reimpresiones tras una desacertada publicación original a blanco y negro por parte de Tintan Books.
Vilolent Cases es una de las operas primas más bellas contundentes jamás publicadas, todo un acierto que combina el simbolismo característico de su escritor y el personal trabajo de un ilustrador que oscila entre el realismo más detallado y sus interpretaciones deliberadamente toscas y sucias de los protagonistas. Y todo ello condensado en 44 páginas magistrales que en palabras del propio Gaiman fueron concebidas para ellos mismos, afirmando que el motivo principal de hacerla fue porque deseaban hacerla. Así de complicado y así sencillo.
Lluís Ferrer Ferrer (Cala Mastella, 1971) Especialista en tebeos y demás vicios insalubres, es el escritor (i)responsable de la trilogía ibositana (2008-09-10) traducida al castellano y recopilada en El Hondero (2013), de los guiones de la webserie Salvador, un superhéroe low cost (2012-13), y colaborador del programa televisivo/radiofónico de TEF y Radio Èxit, Supercultura Freak Chow (2013-14) otro despropósito relacionado con el mundo del cómic…como si no hubiera cosas más importantes que hacer.