“El PSOE ha traicionado a sus votantes”. No lo digo yo, que también podría, lo ha dicho Pablo Iglesias. No, Pablo Iglesias el fundador del PSOE no, por cosas de la vida murió hace muchos años, lo dice el joven Pablo Iglesias, ese chico con coleta que sale en la televisión y que en menos de cuatro meses ha revolucionado el escenario político español apelando a la capacidad de rebelión de la ciudadanía. ¿Curiosa coincidencia nominal, mera probabilidad estadística o algo más? En España hay muchos Pablos y un número considerable de Iglesias, pero, ¿cuántos Pablos Iglesias, que sean políticos de izquierda y se hayan rebelado contra el sistema bipartidista corrupto de sus respectivos tiempos?
Pablo el Joven nació en un barrio popular de Madrid y fue testigo con solo cuatro añitos de cómo el PSOE , liderado por la figura seductora de Felipe González, se convertía en el depósito de votos de una infantil sociedad democrática. Diez millones de españoles vivieron en 1982 un sueño colectivo. España era socialista. Las plazas se llenaron, las urnas rebosaban de papeletas con el puño y la rosa. Seguramente el niño Pablo Iglesias estaba en una de esas calles abarrotadas de esperanza en los brazos de sus papás.
En los 80 Pablo fue perdiendo la inocencia. A medida que crecía y abandonaba la infancia, el país se fue despertando del sueño del socialismo con el telón de fondo del terrorismo. Avances sociales sí, Europa, la Otan, desarrollo, carreteras, pelotazos, felices 80, tristes 90 y un sentimiento de desengaño creciente a ritmo de corrupción y políticas alejadas de un programa socialista. La pubertad le llegó con la sensación de que además de los Juegos Olímpicos y la Expo había muy poco que celebrar.
Cuando Pablo empezó a estudiar en la universidad pública, España ya no era socialista. Llegó el aznarismo en medio de la gran crisis, la corrupción y la decepción. El PSOE se había dado de bruces contra el muro de la política real. Con los vientos populares parecía que España navegaba a toda vela. El milagro español decían. Aznar logró convencer a los españoles que era de centro, cambió la peseta por el euro, nos animó a que comprararamos pisos y a pedir créditos. Los españoles lo creyeron durante ocho años, cubrieron de ladrillo la faz de la Península y las islas, hasta que mintió descaradamente con el Prestige, Irak y el 11M. Pablo estaba allí, en las manifestaciones que lo denunciaban, junto a esos pancartistas como los bautizó el bueno de don José María.
Pablo, como tantos otros jóvenes, vio en Zapatero un rayo de esperanza. Ya era un licenciado en Derecho y en Ciencia Políticas y llevaba en sus genes el activismo. Escribía, hablaba se organizaba con otros jóvenes inquietos. Claro que, Zapatero, detrás de su rostro seráfico de ojos azules, escondía el alma del último traidor. “No os defraudaré”, pregonó anticipando el desenlace decepcionante de sus gobiernos. Vaya que si nos traicionó. Vaya que si nos mintió. “Vaya, vaya”, pensó Pablo. Y entonces, en su conciencia y en la de todo el país resonó la gran pregunta: ¿Qué respuesta tenía la izquierda y los socialistas ante el panorama desolador de la crisis con dos millones de familias en el paro y cientos de desahucios al orden del día?
Quizás la respuesta se encuentre en otra frase pronunciada por Pablo Iglesias, no, el joven no, el otro, el fundador del PSOE, cuando afirmó que los socialistas no mueren, los socialistas se siembran. Tal vez, y solo tal vez, el Movimiento 15M, las plataformas antidesahucios, las mareas de colores y las formaciones como Podemos formen parte de esta simiente, las portadoras de un espíritu socialista aliado con los desfavorecidos más allá de una P, una S, una O y una E.
¿Y si este Pablo fuera la reencarnación del otro Pablo? Y si desde el plano intemporal hubiese previsto la andadura de su querido PSOE desde el 82 hasta nuestros días, y si hubiese elegido retornar con el mismo nombre y el pelo largo a certificar la defunción de su criatura y el nacimiento de otra?. Mi hipótesis es descabellada, lo admito. Implica creer en una serie de premisas inaceptables para un servidor que nunca creyó en materias de la espiritualidad, pero confieso que esta idea mariposea en mi mente desde que le escuché la frase al joven Pablo.
Otro oportunista que se suma al carro. Date prisa porque la economía se recupera y pronto sereis cadaveres.