@David Ventura/ Todo el mundo mira hacia Brasil. Ese país que es casi un continente, ese tesoro musical y cultural, esa nación que dejó de ser sinónimo de samba, futbol y favelas para convertirse en un país ‘emergente’ durante el gobierno de Lula da Silva, y que ahora vive resquebrajado entre el orgullo de acoger acontecimientos como el Mundial de Futbol o los Juegos Olímpicos de 2016, y la rabia y la indignación de ver como todavía millones de personas se han quedado al margen de la corriente de progreso por culpa de las endémicas corruptelas que frenan el avance de un país que debería ser imparable.
Brasil es el lugar que acoge algunas de las pasiones que explican el mundo, y en el epicentro de esta historia encontramos a un joven periodista portmanyí: Pablo Sierra del Sol, quien ha decidido liarse la manta a la cabeza y ha dejado un trabajo fijo en Ibiza para vivir de muy cerca la experiencia brasileña, y poder añadir su voz a otras voces que intentan explicar al mundo qué demonios está sucediendo al otro lado del Atlántico.
-¿Qué hace un joven portmanyí como tu en Brasil?
-Comprobar que el mundo no se acaba en la isla. Vivir, al fin y al cabo. Cada uno tiene su forma de vivir, sus circunstancias. A mí me encanta viajar y en el momento que decidí venir nada me ataba: mi compañera quería venir, no tenemos créditos por pagar, ni tampoco niños. ¿Por qué no?
Cuando viajas te llevas el trabajo en tu maleta y internet te permite contar historias
-Supongo que el objetivo es encontrar algún trabajo, alguna colaboración o corresponsalía. ¿Está siendo complicado? ¿Has encontrado quien quiera comprar tu trabajo?
-Ese punto es el más complicado y el que te echa más hacia atrás antes de dar un paso así. Cuando decidimos venir, hace un año, queríamos intentarlo. Lo ves todo más fácil, y más con un Mundial y unos Juegos a la vista. Pero es que el mundo es muy grande y hay muchos periodistas. No pudimos llegar hasta finales del mes de mayo cuando arreglamos unos problemas de papeleo con la rápida burocracia española. Respecto al curro, estamos intentando colaborar con medios y agencias españoles, pero es complicado: o ya tienen sus corresponsales o no tienen dinero para gastar.
Lo bueno de ser periodista es que cuando viajas te llevas tu trabajo en la maleta. Por eso empecé a escribir para la revista digital Negra Tinta: vas captando historias que sientes que debes contar y, si nadie te las compra, internet te permite publicarlas. Tenemos tres meses de visado. Cuando pasen ya veremos qué hacemos, pero Brasil, con sus contrastes y sus chapuzas, mucho más acusadas que en España, tiene gancho para un periodista extranjero
-Brasil tiene sus tópicos y estereotipos, pero supongo que te has encontrado con una realidad diversa y casi inabarcable. ¿Qué es lo que más te ha impactado, por inesperado, de Brasil? ¿Cual es el Brasil que nunca nos imaginaríamos?
-Son cosas que están escondidas detrás de la barrera que forman carnaval, fútbol, caipirinha, tanga y samba. Una de ellas es la religiosidad del brasileño. La diversidad de creencias es proporcional a la diversidad de caras que te puedes encontrar (negros, mulatos, rubios, judíos, libaneses, japoneses… algunos mezclados entre ellos). Sólo en el barrio en el que vivo, Vila Isabel, cerca de Maracaná, en Río de Janeiro, hay cinco o seis tipos de iglesias. Católica, luterana, baptista, evangélica… Además de locales más pequeños donde hay iglesias más personalistas. Aún no la he visto, pero sé que hay hasta iglesia coreana. Y sinagogas y mezquitas, claro. Sienten mucho su fe, porque cada uno parece tener una diferente, en un país al que asociamos rápidamente a la sexualidad, que también existe y la hay, claro. Pero ese contraste golpea al europeo.
Se han construido estadios enormes en ciudades donde la gente no va al fútbol
Ese mestizaje también se ve en la comida: pocos extanjeros pueden imaginarse que Brasil es un paraíso para los amantes del sushi. Pero volviendo a los tópicos, por lo que puedo decir después de tres semanas aquí, también se cumplen. Lo que ocurre es que este país es tan grande y con tantos cambios -solo conozco Río y Sao Paulo, y se parecen entre sí como Sevilla a Barcelona- que es duro sacar una definición de cómo es el brasileño. ¿Les gusta el fútbol? Depende. La Fifa ha construido macroestadios en ciudades donde a sus equipos va a animarles la misma gente que al Sant Rafel. Y hablamos de ciudades del tamaño de Valencia, como Manaus o Brasilia, no de un pueblecito de 2.000 habitantes
-En los telediarios de aquí nos han llegado imágenes de los violentos disturbios, las huelgas, las protestas de los maestros de escuela. La sensación es que estamos ante una sociedad informada, concienciada, con valores cívicos, y no una manada de tipos embaucados por el ‘opio del pueblo’. Desde cerca, ¿qué impresión te han causado las protestas?
-Yo soy de una generación que asocia brasileño con Romario o Ronaldo y sus historias de chico morenote que sale de la favela para ganarse el pan y conseguir que sus familias progresen, al más puro estilo jugador NBA. Para los niños que crecimos en la España de los 90 eso era Brasil: pobreza, mulatos y balón. Eso solo ha cambiado en parte. Cuando empezamos a leer los periódicos vimos que un señor llamado Lula se convierte en presidente de Brasil. Pobre, campesino, activista clandestino durante la dictadura y fundador del Partido de los Trabajadores.
En 2002 gobierna la izquierda en Brasil por primera vez en medio siglo. Vivimos el conocido milagro Lula. Salen millones de personas de la pobreza. Crece el Pib y se logran los eventos. Brasil está en el mapa, es referencia. Lo más exportable: la mayor parte de favelas de Río se pacifican (a base de tiros de la poli militar, eso sí). Ahora la ciudad es tranquila: puedes caminar por muchas zonas sin que te atraquen a punta de pistola. Es idílico, ¿no?
El gobierno del PT ha degenerado en una corrupción total
-Supongo que este relato tendrá su cara B, ¿no?
-Claro. A grosso modo, Lula es Felipe González a la brasileña, y el PT el PSOE. Ahora están en su 92 particular, pero a las riendas de un país mucho más complejo y desigual que la España que crecía en los 90. El tema está en que Lula, el viejo Lula de la gente, es ahora millonario. Ahora el PT explota de corrupción, llegando a entrullar a gente que había sido exiliada o vivía en la clandestinidad. Al otro lado, la derecha made in Latinoamérica aguarda la vez para las elecciones de octubre.
-Es una vieja historia pero más exagerada todavía, y fascinante. Sirve para realizar una reflexión amarga sobre cómo cambia el poder a las personas.
-Eso se llevaría mejor si durante esta década se hubieran mejorado los servicios sociales, pero no se ha mejorado casi nada. Una profe en huelga me lo decía el otro día: «Nuestro sueldo medio está en 700 euros al mes y el metro casi solo conecta las zonas ricas de la ciudad. Cada viaje en bus es un euro y tardas una hora y media. El alquiler en el extrarradio son 400 euros. Cómo pagas? Cómo vives?», y en paralelo llevan gastados 100.000 millones de euros en el Mundial.
Se te parte el corazón. Te gusta el fútbol, pero sabes que te están robando. A muchos de ellos les pasa igual. No a todos. Hay gente rica y gente muy pobre que sólo quiere coger la bandera. El nivel de protestas de ahora no se puede comparar con las del año pasado. Vinimos en julio del 2013 y lo de la Copa Confederaciones quemaba aún. Pero tambié sé que hay gente que se ha anestesiado por miedo a la policía: aquí no van con bromas.
Bahía es Senegal y en el sur hay pueblos alemanes. Brasil es una mezcla total
La variedad de orígenes y de razas añade un plus de complejidad a esta sociedad. Mi generación es muy joven para recordar a Ayrton Senna o Oscar Schmidt. Eran más blancos que la leche. El italiano y el alemán siguen teniendo mucha fuerza aquí. Sao Paulo es el ejemplo. Nunca he estado en un barrio más lujoso como la zona rica de esa ciudad que duerme soñando con dinero.
-Cuando observas un mapa de la ciudad, ¿hay como una zona de sombra imaginaria que son los barrios que es conveniente que no pises?
-Evitas las favelas, que hay por toda al ciudad, en cada ladera, donde es mejor entrar con alguien conocido. Me han dicho que entre algunas juegan una liga de fútbol ajena a cualquier federación. Eso es un buen reportaje, ¿no?
-Ante un país así, un periodista espavilado y con ganas de contar historias debe enloquecer, ¿no? A priori, es un país fabuloso para ejercer este oficio. Aunque supongo que las miserias y las servidumbres mediáticas serán idénticas que las de aquí.
-Sí, es maravilloso para trabajar de periodista. Mira, para acabar te cuento el viaje que me gustaría hacer en plan periodístico: empezar en Salvador, que es Senegal, a Río Grande do Sul, una mezcla de Argentina, con sus gaúchos, y Alemania-Holanda, con pueblos cerveceros que cultiban tulipanes. Yo creo que cuando escuchas a esos mostachudos falando peortugués piensas que están doblados. Ese cambio es Brasil, debe serlo. Para bien o para mal. Y mira que estamos dejando fuera injustamente a la amazonia. Pero ahí solo llega Blatter para construir macroestadios en medio de la selva.
Ah! Y el tópico que nos hemos dejado de los brasileños: es gente muy abierta. Te echa una mano y te da palique a la mínima. Parecen alegres, pero con escuelas y hospitales públicos lo serían más. ¿Nos suena la historia, no?
Artículos de Pablo Sierra del Sol en Brasil:
-Un iceberg llamado fútbol
-Sao Paulo protesta mientras Río se arregla
-Cinelandia: Un Broadway reivindicativo
-Fachada de Carnaval para la Copa