Por D.V: Guillem Martínez es, actualmente, uno de los pensadores más influyentes de nuestro país. Creador del concepto Cultura de la Transición (CT), es uno de los impulsores del volumen ‘CT o la Cultura de la Transición’ (Random House Mondadori), un libro que se ha convertido en unas gafas dotadas de rayos X que nos permiten observar la realidad con una mirada nueva.
En el último año y, especialmente, a partir del estallido del movimiento social de los indignados, se han ido alzando voces que ponen en tela de cuestión el status quo en este país. Dentro de este status quo, la CT es una forma de control social a través de la cultura que modula lo que se puede decir y lo que no se puede decir, y que durante tres décadas ha sido la única voz autorizada a realizar un discurso propio (y autocomplaciente) de la realidad española. Una CT cada vez más cuestionada ya que nunca el sistema bipartidista que nos gobierna -y que surgió tras los consensos de 1977 y los Pactos de la Moncloa- ha sufrido un descrédito mayor, ya sea por la metástasis de la corrupción en los partidos dominantes, por su incapacidad para hacer frente a la crisis económica o por las tensiones territoriales del Estado.
Uno de los culpables de este cuestionamiento ha sido el libro colectivo ‘CT o la Cultura de la Transición’, una recopilación de artículos que realizan una enmienda a la totalidad al modelo de sociedad que surgió de la transición. Este título ha sido el ensayo más influyente en España en el último año y ya va por la tercera edición -lo cual, en España, para un ensayo, es algo heroico- y se ha convertido en materia académica en las universidades extranjeras. Así, el concepto de CT ya ha merecido un artículo en la Hispanic Review de la Universidad de Princeton y un debate en la Universidad de Burdeos.
Tras este influyente ensayo y tras el concepto CT encontramos al periodista catalán Guillem Martínez. Firma habitual en el periódico El País, autor de ‘Grandes Hits’, ‘La canción del verano’ o ‘La Barcelona rebelde’, Martínez se ha convertido en uno de los principales teóricos de esta nueva forma de analizar el estado de las cosas.
Con Martínez charlamos de la CT, de los cambios profundos que se están produciendo en la sociedad española, de los horizontes que se están dibujando y de que manera este combate cultural alcanza a lugares como Eivissa y Formentera.
-¿Cómo ha actuado la CT en nuestra sociedad a lo largo de sus 35 años de hegemonía?
-La CT es una cultura vertical. Desde la cúpula del Estado se fijaban los marcos de lo posible y los temas a tratar, que descendían como cultura hacia la sociedad. El llenapistas, el único tema discutible aceptado, era el debate territorial. Jamás la economía, la corrupción, la calidad democrática, la representatividad, o temas que afectaran a la cohesión social entorno al modelo político español, como la corrupción de la monarquía.
-Usted finaliza este artículo con la frase: “El combate cultural ha empezado. Bienvenidos a él”. En estas pequeñas islas como son Eivissa y Formentera, ¿de qué manera se puede formar parte de este combate cultural?
-Mediante el planteamiento de conflictos. La CT, el sistema español, es una máquina de aplazar conflictos. Planteémoslos. En la cultura, en la política, en la sociedad. Critiquemos libros, políticos, políticas, dinámicas. La crítica es el primer paso de todo.
-Leo en su artículo: “En un sistema democrático los límites de la libertad de expresión no son las leyes, es la cultura”. ¿Considera que en el último año se han ampliado los límites de la libertad de expresión? ¿Se habla ya de cosas de la que antes no se hablaba? (al margen de la monarquía, tema del que es muy obvio que ha dejado de ser un tabú).
-La CT se ha revelado como un sistema de mecanismos muy capaces de crear cohesión social a través de mecanismos culturales –pero, snif, no económicos ni a través de derechos-, pero no de describir la realidad cuando la realidad consiste en una radical crisis económica y de derechos. Han cambiado los marcos. Ejemplo: en el periodo que señalas, el periodismo de declaraciones –ponerle una alcachofa a un político y que hable sin ser cuestionado-, ha dejado de funcionar. Ahora se identifica a la CT en los medios por su capacidad de ridículo informativo. La CT, canta.
-¿Se puede cambiar a los partidos mayoritarios desde dentro? ¿Son capaces de autoregenerarse? ¿O la solución vendrá de fuera?
-El otro leí un tuit divertido: “XXXX se metió en la mierda para cambiarla desde dentro”. ¿Se puede uno introducir en, ejem, la aludida mierda y transformarla en nata? Ni idea. Los grandes partidos parece que van a bajar en picado. Es posible que el PSOE ceda en número de votos a IU la hegemonía de la izquierda. El PP también baja. Quizás cierta regeneración –y cierta continuidad también- de los partidos llegue desde otros partidos. En breve, es posible que haya grandes cambios políticos. El Estado, en el siglo XXI, está perdiendo su soberanía, por lo que un Estado puede admitir muchísimos cambios políticos sin pestañear. A cambio de seguir pagando deuda.
«La democracia es algo más que la ley d’Hont»
-A la circunscripción electoral de Eivissa y Formentera le corresponden dos diputados al Congreso. Si no sucede una hecatombe, estos dos diputados serán siempre -y hasta el fin de los tiempos- uno del PP y otro del PSOE. ¿Hay vida al margen de la ley d’Hont? ¿Se puede construir democracia -en el amplio sentido de la expresión “construir democracia”- al margen del trámite de votar?
-El sistema d’Hont y las listas cerradas, según está descubriendo la historiografía, fueron una imposición alemana. Son parte del sistema. Y yo no descartaría tampoco una hecatombe del sistema. Si se produce, será en breve. La crisis económica es llamativa. Empieza a haber, literalmente, hambre. Y eso tendrá sus consecuencias. ¿Otra democracia? Se está haciendo. Y con cierta rapidez, dentro de su lentitud. Ya veremos como acaba. En todo caso, se está democratizando, a través de la asociación de personas, el consumo, la cultura, el trabajo, el ocio. La sociedad está consumiendo más democracia de la que ofrece el sistema, que sólo ofrece voto, d’Hont, listas cerradas y ausencia de cambios.
-¿Cree que el malestar actual se traducirá en votos?
-En gran parte, snif, el malestar sólo se puede traducir en votos. Sorprendentemente, no se han traducido aún en votos para la extrema derecha, como el Grecia. Estas cosas animan.
-En una sociedad cada vez más informada, observamos a menudo casos flagrantes de falta de ética que ofenden al sentido común: el salto de Rato en Telefónica o las corruptelas de Unió y la negativa de Durán i Lleida a dimitir han sido los últimos casos [cuando se realizó esta entrevista aún no había estallado el ‘caso Bárcenas’]. Estas cosas suceden y aquí no pasa nada. ¿A la gente le da igual la corrupción? ¿Hemos sobrevalorado la cacareada “sociedad de la información”?
-Ignoro si somos una sociedad cada vez más informada. Disponemos, en todo caso, de más fuentes y puntos de vista. La corrupción es un tema implícito al sistema político español. La corrupción no es una serie de casos aislados. Es un mapa del sistema político. ¿A la gente le da igual? Eso lo debería estudiar la sociología. ¿Por qué el electorado valenciano, madrileño o andaluz vota lo que vota sabiendo que es corrupción? ¿Por qué el electorado catalán vota también mayoritariamente una coalición explícitamente corrupta? Es la pregunta del millón. Supongo que la sociedad vota al sistema porque lo que no es el sistema da aún más miedo. Ni idea.
«Nos dirigimos a una sociedad en la que los conflictos seran más visibles»
-Leo en su libro: “la relación del Estado con la cultura en la CT es la siguiente: la cultura no se mete en política -salvo para darle la razón al Estado- y el Estado no se mete en cultura -salvo para subvencionarla, premiarla o darle honores-”. ¿Ha existido un ‘soborno’ de la cultura?
-En materia de cultura, las izquierdas, en la Transición, se sumaron al proyecto aportando dos desactivaciones: las movilizaciones sociales y la cultura. La cultura quedó desactivada. Dejó de ser una herramienta de crítica y transformación, dejó de observar la realidad con cara de póquer. A cambio recibió reconocimiento del Estado. Es decir, subvenciones y honores –premios, autoridad, posibilidad de ser reconocido por el poder-. Y sí, es un soborno. Pero también, y sobretodo, es una dinámica cultural. Ningún escritor, cantautor, periodista, o dirigente de UDC reconocería, incluso ante el espejo del WC, que ha accedido al soborno o a la corrupción. Simplemente observarían que han triunfado o no en su campo. Un campo, por otra parte, my subnormalizado desde los 70’s.
-En el ámbito del movimiento 15-M se escucha bastante la expresión “nosotros no somos de izquierdas y de derechas”. ¿Esto es una prueba del desprestigio que ha adquirido el concepto de izquierda?
-No lo sé. Lo he escuchado varias veces en diversas y contradictorias personas. Unas veces es un intento de no politizar el 15M, otras es despiste, y otras es la formulación de un incipiente auge de la cultura libertaria. Lo libertario está adquiriendo fortaleza. Tanto las izquierdas como las derechas recurren a esa cultura para formularse. Posiblemente, lo libertario será el gran qué del siglo XXI.
-¿Cómo imagina el futuro post-CT? ¿La llegaremos a echar de menos?
-Una sociedad no más conflictiva, pero sí con capacidad para dibujar sus conflictos. Una sociedad menos buen rollo, y más beligerante. Grandes choques culturales y políticos. Muchos grupos sociales y culturales en conflicto. Todo esto siempre ha sido así. Pero ahora podremos visualizarlo y participar en ello sin cara de tontos. También veo un mercado, snif, más potente. Y la necesidad de construir herramientas para defendernos del mercado y del mercado cultural.
¿Añoraremos la CT? Aunque cueste creerlo, la CT domesticó a la derecha. Ya veremos qué derechas nacen ahora, sin necesidad de justificarse culturalmente a través de un buen rollo formal. Socorro.
Gràcies, David!
D res!
Gràcies, David!
D res!