@Julio Herranz/ La noticia me pilló en mi Rota (Cádiz), donde estaba pasando una grata semana de vacaciones con el pretexto de una boda familiar (razón, sí, por la que falté de nuevo a esta cita sabatina con Noudiari.es). Fue mediante una llamada de mi querido y viejo amigo Mario Riera; ‘viejo amigo’ por el largo tiempo que hace que nos conocemos, no por su edad, cuarenta y pocos: había ganado el accésit del Premi Baladre que organiza el Institut d’Estudis Eivissencs con su poemario Fill, en el que reflexiona sobre la experiencia de la adopción del primer hijo del matrimonio que forma con Elisenda Belda. Un encanto de criatura, Haben, que hace las delicias de la pareja y de todos los que le conocen. Una criatura feliz que va engrosando la nómina dels nous eivissencs, abiertos al mundo desde una postura acaso más libre y cosmopolita que la de sus mayores.
El poeta y psicólogo ibicenco estaba bien contento, como es natural; y con el eco de la buena nueva salí a hacer mi paseo terapéutico matutino, que no perdono ni en vacaciones. Las buenas costumbres saludables me mantienen en forma, digamos. Apenas había gente en la hermosa playa de mi pueblo, tan ligada a mis mejores recuerdos de infancia y adolescencia. Así, chino chano y a un ritmo rápido, la memoria se me fue a los lejanos años ochenta, cuando conocí a Mario gracias al reclamo de un programa nocturno que uno hacía por aquel tiempo en Radio Diario. Le atrajo la música y la poesía que ponía o decía en las ondas, algo insólito en Ibiza por aquellos años. Y a veces pasaba a verme por los añorados estudios de Vía Púnica, con su compañero y amigo Juan Antonio Roig, quien, mira por donde, con los años también escribe poesía y gana incluso algún premio. Inevitable, pues, el claro sentimiento de orgullo por la deriva literaria que muestran ambos. Hay otras formas de paternidad que los que no tenemos hijos sentimos particularmente; y quisiera pensar que algo tuvo uno que ver en el despertar de ambos a una sensibilidad propicia para las letras en particular y el arte en general.
Un encanto de criatura, Haben, que hace las delicias de la pareja y de todos los que le conocen. Una criatura feliz que va engrosando la nómina dels nous eivissencs.
Así, al poco tiempo de iniciar nuestra amistad Mario me mostró algunos poemas que iba escribiendo. Tímidos, balbuceantes y limitados en la forma a la corta edad que tenía; pero ya con claras señas vocacionales en las que vi que la semilla era buena y prometía. El tamaño de lo que llegará a crecer dependía del trabajo que se tomara para desarrollar el pequeño árbol que ya apuntaba con ganas. Tuvimos algunas charlas ‘técnicas’ al respecto y le fui dando algún que otro consejo ‘profesional’ que siempre agradecía. Como ése de que en poesía lo importante es leer mucho, escribir mucho y romper mucho. Una regla útil que uno a su vez aprendió de otros colegas mayores. O que para destacar entre los que intentan abrirse camino en la lírica es fundamental encontrar una voz personal, un tono que nos signifique entre el tupido bosque de aspirantes. Con sinceridad, emoción y exigencias formales. En fin, esfuerzo y ganas de avanzar en un camino que suele ser ingrato en lo público aunque conforta en lo privado cuando la inspiración nos echa una mano.
En poesía lo importante es leer mucho, escribir mucho y romper mucho. Una regla útil que uno a su vez aprendió de otros colegas mayores.
Ha llovido mucho desde entonces y la obra poética de Mario Riera tiene ya varios libros en su haber, tanto en catalán como en castellano; aunque es ésta última lengua la que, literariamente, mejor domina, pues fue educado en ella. Y hasta escribió una obra de teatro ‘social’ sobre el drama de la expropiación de Ca na Palleva por culpa de la construcción de las autovía, un recuerdo que no se ha borrado de la mente de los tantos que se comprometieron en la lucha y el compromiso con la sufrida tierra ibicenca. Es decir, que hace mucho tiempo ya que vuela solo y con garantías de que sabe lo que busca y quiere. Un camino que uno sigue con atención y cariño; razón por la cual vuelvo a insistir en que la noticia del reconocimiento, tan ibicenco, de los Premis Baladre, me ha dado una gran alegría. Como, por cierto, también me he alegrado de que el premio principal de esta edición haya sido para ‘Joan des Pou’ por su libro de relatos El Vencill del Carnisser, que reúne cuatro historias nostálgicas sobre el Sant Antoni de antes del turismo. También es buen amigo y escribe muy bien. Así que encantado con el fallo, tan acertado. Un fuerte abrazo a los dos.