Despacito, despacito, repítanmelo otra vez, lo quiero oír de nuevo, que quizás me esté quedando sordo o mis cortas entendederas no den para más. ¿Me cuentan ustedes con gesto compungido que quieren pactar, en comandita con el segundo partido de la oposición, una ley de transparencia que combata la corrupción generalizada y propicie la regeneración de la joven, pero muy deteriorada democracia española?
Perdonen que no me asistan más luces y que me muestre tan descreído, pero ¿he creído interpretar que piden ustedes disculpas a la ciudadanía, que se rasgan las vestiduras, como buenos fariseos, ante el cúmulo de porquería que atasca nuestras instituciones, que les corroe la indignación ante el alcance indiscriminado de la podredumbre y que se ofrecen como los únicos fontaneros capaces de solucionar este siniestro?
Excusen mi descortesía, quizás no descodifique correctamente su mensaje. ¿He podido escuchar de su boca la parábola del campo de trigo donde habita la cizaña y que, interpretando el papel esforzados labradores, se aprestan a erradicar la plaga de una vez por todas de sus partidos y de la actividad política como si no hubiese sido sembrada por la misma mano y abonada con idéntico estiércol?
Corríjanme si me equivoco, necesito volver a escucharlo. ¿Es verdad que muchos de sus ya excompañeros ibicencos, baleares, valencianos, madrileños, etc., han pasado de ser unos honrados servidores de la cosa pública, colegas de cañas y confidencias, a unos apestados que no merecen el beneficio de la duda, ni siquiera estar en la lista de sus contactos de whatsapp, por si las moscas?
Aclárenme por favor una última cuestión y reitero que esta desconfianza me produce auténtica desazón. ¿En serio me prometen que ministros, presidentes y vicepresidentes autonómicos, alcaldes, presidentes de diputación, tesoreros, consejeros y concejales varios, han actuado a sus espaldas sin que sus ilustrísimas no hayan tenido más noticias de sus correrías que por los medios de comunicación o en el muro de su cuenta de Facebook?
A mí, por favor, me lo explican como al alumno más cortito de la clase, ese que siempre levanta la mano para desesperación del profesor porque no ha entendido nada de lo que le acaba de exponer. Así, despacito, una y otra vez, como la gota de agua que termina horadando la piedra por insistencia, me lo cuentan de nuevo, poniéndome ejemplos, gráficos y todos los materiales pedagógicos que haga falta. Porque, o mi torpeza es infinita, lo cual no es descartable, o ni el más tonto de todos los tontos de capirote puede creerse ni una palabra de las que sus honorables señorías pregonan.
¡Qué diáfanas y cercanas suenan, en cambio, las palabras halladas en esa misma biblia sobre la que muchos de ustedes juran, más bien perjuran, cumplir fielmente con las obligaciones de servicio público cuando toman posesión de sus cargos!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos! Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia!
Mateo 23:25
Vicente Curbelo