@Ben Clark/ Cuando la poesía llega, uno, por lo general, no tiene la culpa. Llega la poesía y, casi siempre, le encuentra a uno trabajando, intentando no trabajar, observando a las muchachas en las terrazas veraniegas o arreglando la cisterna que, sí, vuelve a gotear. La poesía, como bien sabe Víctor Peña Dacosta (Plasencia, 1985), tiene sus cosas y hay que quererla por lo que es, como se puede querer a una amiga algo descocada que nos llama a altas horas de la madrugada para hablar mal de un amigo en común. La huida hacia delante habla de las leves satisfacciones que esconde la frustración diaria, de la existencia anodina dentro del marco atenuante del amor y del lento ascenso hacia el cadalso del funcionariado. La voz poética que recorre el libro es la del joven macho heterosexual y futbolero que abre su corazón al mundo después de haber dedicado media vida a leer poesía. Se trata, pues, de un hombre que sabe lo que se hace, dentro y fuera del campo. El poemario contiene muchas citas —demasiadas, me atrevería a decir y encima ninguna mía— pero no contiene ninguna del poeta que más he recordado leyendo (muchas veces en voz alta) los engañosamente sencillos versos de Víctor Peña Dacosta: José María Fonollosa. Cierto que hay un guiño —imagino que habrá más— en el título del poema ‘Ciudad del hambre: Casablanca’, pero sorprende que el poeta no decidiera incluir a Fonollosa entre la nómina de poetas con cita —demasiados, si quieren mi opinión, y encima yo no estoy entre ellos—. Si insisto en el tema de las citas es porque su presencia —y este es, creo, el motivo de su número— no complementa, como ocurre en casi todos los poemarios, los poemas sino que forman parte de la obra, como si al poeta le resultara muy difícil o casi imposible separar sus lecturas de su proceso creativo, algo que, por otro lado, nos deja claro con sus distintos textos donde incluye un emtiviesco ‘featuring’ en el título: ‘Un cierto fugitivo (featuring Álvaro Valverde)’; ‘A usted. En desobediencia. Featuring Almudena Guzmán’.
El fastidio y la resignación a la hora de pagar impuestos se enfrenta a la reducida presencia de lo sublime, momentos cada vez más apagados que se circunscriben al sexo —y al onanismo— y a las experiencias que nos hace sentir nuestro equipo. No querría dar a entender, con esto, que es un poemario plano ni vulgar. En absoluto. Se trata de un libro sincero y muy bien escrito —¿hace falta algo más?— que habla de la vida de una persona joven que siente la afrenta de la madurez cerca y que se atreve a introducir su hastío en sus poemas. La huida hacia delante no hace trampas, no busca metáforas enrevesadas para hablar del coñazo que supone pasar el tiempo entre supermercados, estados de Facebook y leves punzadas de culpa mientras buscamos cualquier distracción (el poema ‘Posmodernidad’ dice «Mi abuela muere lentamente / en la habitación de al lado / mientras yo veo un capítulo / de Mad Men con los cascos puestos / pensando: “joder, qué bien / reflejan la sociedad / de los cincuenta los guionistas / de la HBO”».
He disfrutado mucho de su libro, que es el primero pero en absoluto primerizo, y creo que Víctor Peña Dacosta posee una voz poética contundente y actual, en total sintonía con el sentir de una generación que huye hacia donde puede, confiando en que sea hacia delante.
Ediciones de la Isla de Siltolá
Sevilla, diciembre 2014
84 páginas
PVP: 12 euros