@R. Beltrán/ Dicen que hoy es el día más triste del año. Que todos nos sumiremos en el lodo de la frustración por haber llegado a este punto de enero sin cumplir ninguno de los propósitos de Año Nuevo, que los kilos de los excesos navideños seguirán molestándonos al subir la cremallera y revelando nuestra incapacidad para renunciar a los placeres. Además, las tarjetas de crédito nos pasarán hoy el primer cargo de todo lo dilapidado en fiestas.
Dicen que el Blue Monday, el Lunes Triste, nació cuando una empresa de viajes pagó a un psicólogo para averiguar qué día del año nos sentimos más miserables. Sería para lanzar su catálogo Especial Escapadas de Invierno o la Semana de Oro de los Cruceros. Sería para programar sus descuentos de tal manera que el porcentaje de rebaja maride lo mejor posible con el estado de ánimo del posible comprador.
Dicen que este lunes nos deprimiremos porque todavía no nos habrán ingresado la nómina. Además, es lunes y llueve, cuatro palabras que dispersan cualquier necesidad de justificar el bajonazo moral de los afectados por la catástrofe del Blue Monday.
¿Se anudarán más sábanas hoy en las cárceles? ¿Se venderán más cuchillas de afeitar de las antiguas, de las que piden venas a gritos? ¿Se vaciarán más botellas de vino barato, de ese que sabe tan acre como el pesar? Creo que no, que los problemas del primer mundo seguirán sustentando la industria del suicidio sin grandes cambios en su curva de demanda.
En el primer mundo el hambre engorda, la miseria es así de cínica.
Lo que no dicen es que si el propósito de Año Nuevo es encontrar trabajo, nadie espera al lunes para desesperarse. También se callan que las lorzas de Navidad no son tales, que si hay que recortar en la cuenta del supermercado los macarrones y las patatas son mucho más baratos que el pescado fresco y la ternera. Porque en el primer mundo el hambre engorda, la miseria es así de cínica.
Tampoco teme a la Visa quien no la tiene, quien la llevó al banco hace meses para anularla y se la cortaron delante de sus ojos con una tijeras que querían decir algo más. Porque no hay nóminas antihistamínicas contra el ácaro de la caída, no hay paciencia que te suavice la caída cuando has de saltar porque otros detrás de ti aguardan la primera línea del precipicio.
Disculpen la amargura, pero creo que tenemos derecho a estar tristes cuando nos dé la gana.
Què bé escrius, Rebecca!
Què bé escrius, Rebecca!
Molt honrada de que m’ho diguis tu, Miquel. Gràcies!
Molt honrada de que m’ho diguis tu, Miquel. Gràcies!