@V. R. / El viento se llevó el fútbol, pero no pudo con la afición. Ni con la emoción. El derbi entre Formentera y Peña respondió a todos los tópicos típicos de estos encuentros, aunque la fiesta vivida en la grada lo ensanchó. No estuvo en el campo el presidente de la Federación Balear, Miquel Bestard, que había anunciado su presencia. Y es que eso de viajar cuando hace mal tiempo es pesado, y si no que se lo digan al Formentera o a cualquier habitante de la isla.
Si no has ido jamás a Formentera para asistir a un partido oficial de un equipo que lleva dos play-off seguidos y va camino del tercero y eres el presidente de la balear, ya no te esperan y a lo mejor ni te quieran. El vilipendiado club de Sant Francesc sobrevivirá a la pereza y la dureza facial de un organismo al que el fútbol pitiuso se la trae al pairo, sin más. A menos, eso sí, que haya de por medio algún evento de carácter internacional o una entrega de premios donde hacerse la foto, que eso gusta a todo el mundo. Hasta cuando llueve.
Desplantes aparte, quien sí dio la cara fue la afición. Tanto la local como la visitante, que cruzó es Freus como no hizo ningún otro representante federativo para disfrutar del fútbol más auténtico, de ese que no necesita grandes focos para merecer la misma consideración que el que se ve por la tele, porque a pequeña escala el fútbol modesto también es fútbol y es grande y además sostiene desde la base el gran negocio que envuelve a este deporte y del que viven quienes lo dirigen.
El primer equipo de la Peña partió con destino a Formentera a las nueve de la mañana en el Posidonia, que al tercer intento logró atracar en el puerto de la Savina. Más tarde, a las doce, embarcaba su afición, un grupo formado por unas ochenta personas que se animó a cantar el himno del club a mitad de trayecto, cuando las olas mecían con vigor el barco en el tramo más movido del viaje entre ambas islas.
Mientras la afición peñista almorzaba paella en un restaurante de la Savina, la del Formentera hacía lo propio en las instalaciones anexas al estadio para coger fuerzas antes de perder la voz.
Coincidieron en el campo poco antes del comienzo del partido, compartieron grada y anécdotas y ni siquiera la rivalidad entre ambas por un puesto en la cima de la Liga las distanció de la posibilidad de disfrutar juntas de uno de los choques más esperados de la temporada tanto en Formentera como por la gente de Santa Eulària En el descanso, los de casa invitaron a los visitantes a un chocolate caliente con el que digerir mejor la segunda parte en una tarde gélida y desapacible en el termómetro pero cálida en las gradas habida cuenta del hervor de las dos hinchadas, 700 personas en total.
Ni un mal gesto de unos con otros en todo el encuentro empañó un partido de guante blanco, salvo un anecdótico intercambio de palabras entre algunos aficionados locales y varios futbolistas de la Peña cuando estos últimos abandonaban el terreno de juego para subir al autobús, ir al barco y volver a casa, de donde algunos no se movieron. A esos ya no se les echa de menos y el fútbol algún día les acabará echando del todo. Tiempo al tiempo.