@Susana Prosper/ Mucha gente, cuando imagina a alguien que vive en el campo, lo ve sentado en un porche, rodeado de flores. Y sí, solemos hacerlo, pero hay muchas tareas que realizar antes de sentarse a descansar. La vida en el campo, la auténtica vida de campo, es laboriosa. Y no hablo ya, de si encima se tienen animales o una huerta. En el campo es trabajo cosas que en la ciudad no lo son. Allí hay gas ciudad, agua corriente y calefacción central. Aquí, por ejemplo, el agua adquiere una importancia especial. Tenemos pozos, cisternas, en las que acumulamos el agua de lluvia y eso implica muchas cosas. Hay que tener limpias las terrazas por donde pasará el agua, controlar el momento en el que los pinos florecen, para cerrar los pozos, ya que el polen de pino pudre el agua, y no hay que olvidar mirar al cielo durante el invierno para pedirle que llueva. Que llueva prudentemente, para que así la tierra absorba bien y no destroce los caminos, ni inunde las casas. Hoy llueve, pero ayer ya cerramos el pozo. Ya los pinos cubren todo de polvo amarillo. Me reconforta pensar que se riega el campo, pero esta lluvia ya no saldrá por mis grifos.
Regar no es salir y vaciar el barreño a lo loco, pudiéndose hacer a lo cuerdo. Aunque habrá quien piense, al verme fregar saliendo y entrando mil veces, que es una auténtica locura.
Esta atención a las nubes y a las lluvias, hace que no malgastemos ni una gota. En casa, por ejemplo, el agua usada se utiliza para regar. Sería un derroche abrir la manguera y hacerlo con agua limpia. Así que regar se convierte en otro trabajo. Con la ayuda de un barreño voy fregando los cacharros y regando. También lo hago con el agua de la lavadora. El proceso lleva su tiempo, pero reconozco que es de los momentos del día que más me gustan. Requiere pensar en muchas cosas; en qué planta necesita agua hoy, en cual no, en qué tipo de agua se echa a cada una de ellas, ya que a veces hay restos de café o té que les viene muy bien. Son pequeños detalles que me gusta tener en cuenta. Regar no es salir y vaciar el barreño a lo loco, pudiéndose hacer a lo cuerdo. Aunque habrá quien piense, al verme fregar saliendo y entrando mil veces, que es una auténtica locura.
En el campo hay muchas tareas que hacer, de ahí que se necesiten muchas cosas y se procura que las cosas tengan muchas vidas. Un palo de escoba, un cubo viejo o una caja de supermercado, son cosas útiles. Se podría creer que padecemos síndrome de Diógenes, al ver los almacenes repletos de trastos, pero es necesario tener cuerdas, linternas, herramientas de todo tipo, palos, cubos, botes, alambre… En fin, cosas que por supuesto en un piso no harían más que estorbar. Una garrafa vacía, por ejemplo, es algo muy útil aquí. Puede tener un montón de utilidades. Todo el papel y cartón se usa para prender el fuego, y las botellas de cristal también se reutilizan para el vino que muchos payeses elaboran en sus casas. Todo lo orgánico, vuelve a la tierra o sirve de alimento para los animales. Mondas de fruta, hojas de verdura, cáscaras y pieles, al descomponerse son un abono ideal y cierran el ciclo. La basura que sí es para tirar la procuramos acumular un poco, para que así el viaje en coche al contenedor sea lo más rentable posible.
Yo ya no sabría vivir en una ciudad. Me perdería en el metro y me daría vértigo cruzar una gran avenida.
Otra cosa a tener en cuenta es que en el campo no se baja un momento a la calle y se compra lo que haga falta. Aquí hay que tenerlo previsto. Por eso procuramos que haya, además de comida, cosas como pilas, bombillas, velas, mecheros, cerillas, un botiquín bien surtido, incluso cerveza o vino, pero eso ya va al gusto de cada cual.
Habría mucho que decir de la cantidad de cosas que se hacen en una casa en el campo. Sí diré que mucha gente que sueña con vivir así, no aguantaría un invierno. Igual que yo ya no sabría vivir en una ciudad. Me perdería en el metro y me daría vértigo cruzar una gran avenida. Para vivir en el campo hay que ser fuerte físicamente, no tener reparos ni remilgos y sobre todo estar muy a gusto con uno mismo, porque aquí, al final, con uno mismo es con quien más rato se está.
También es cierto que los que dicen que les gusta el campo se ven en un chalé con luz y agua sin fin, jardinero que se encarga de la piscina, llamar al albañil cuando se rompe algo y el jeep en la puerta para ir a la ciudad.
Lo bueno del campo es que parece que no pero no tienes tiempo para aburrirte, siempre tienes que estar pendiente de algo. Los que viven en el campo se les nota, no se sienten cómodos dejando pasar toda la tarde en el sofá viendo la tele.
Tienes mucha razón.
Seducido por tu relato de las duras tareas del campo.
Gracias Prospero. Somos casi tocayos 🙂
Te admiro, pero ami el campo me va un ratito solo, lo siento
Lo heroico es vivir del campo!
Sí, eso son palabras mayores!
Según lo que veo parecemos almas gemelas. Yo tambien vivo en el campo y lo que cuentas que haces, tambien lo hago yo.El año pasado se mesecó el pozo y tuve que arreglármelas con camiones de agua. En estas condicioes he tenido que reducir los cultivod de huerta y dedicarme a la floricultura y el cuidado de los naranjos,limoneros,ciruelos y algunos planteles de aguacates. Tengo gallinas y dosgallos que estaban armando mucho jaleo y los he encerrado. Tendo un petirrojo que se ha asociado con las gallinas y ya me espera cuando llego. Alguna vez viene un erizo a comer de la comida de los gatos.Tengo un pomerania hembra que es lo más cariñoso que te puedas imaginar, no la puedo dejar nunca. Las gallinas comparten comida con multitud de gorriones y tòrtolas. En mi granero duerme un cernícalo y por los alrededores hay una colonia de alcaravanes.Los jilgueros, verderones, verdecillos, pardillos y algún que otro intruso aparecen por alli. Alguna vez he visto a una garza real por la alberca y una àguila perdicera revoloteando por los alrededores.