@Julio Herranz/ La política usa a menudo la expresión ‘verso suelto’ para señalar a figuras y personajes singulares que no se atienen de buena gana a esa molesta cadena de la disciplina de partido. Gentes con personalidad fuerte, con carisma y poder propio, a las que le cuesta a menudo decir amén a la autoridad del jefe y salen a menudo por peteneras ante el todos a una fuenteovejero que exige la sumisa tribu para que no se noten las disidencias internas ante la galería mediática, siempre alerta a publicitar esas desaveniencias cuando el partido no le es afín, tanto como se esmeran en ocultarlas cuando son del bando contrario. Aquello tan manido y tan verdad que decía Alfonso Guerra de «quien se mueve no sale en la foto». Y si hay un ‘verso suelto’ nacional que da el cante ante los suyos con un desparpajo sin complejo alguno, esa es Esperanza Aguirre, quien, además, tiene en su haber la ironía lírica de ser pariente directa del poeta Gil de Biedma. Y a gala que lo lleva la doña alcaldable, no lo quieran los dioses
Ser un ‘verso suelto’ como sinónimo de libertad antes las convenciones sociales, las normas que los ‘bienpensantes’ (fea y limitadora palabreja) quisieran de obligado cumplimiento.
Pero no quería uno esta semana referirme a tal expresión por su vertiente política; aunque es que, ay, me sale sin querer. Tan contaminados estamos de ella que nos salta cual liebre a nada que bajemos la guardia. ‘Sign of the times’, que cantara el Prince. La idea era más abierta y general: ser un ‘verso suelto’ como sinónimo de libertad antes las convenciones sociales, las normas que los ‘bienpensantes’ (fea y limitadora palabreja) quisieran de obligado cumplimiento para que una sociedad funcione según los criterios de la moral dominante, que suele ser más bien castrante para los disidentes y contestatarios que prefieren ir a su aire, críticos y respondones cuando lo estimen necesario. Aunque sólo sea por el saludable derecho al pataleo que alivie en algo la tensión interna que nos producen esas ruedas de molinos indigestas que nos quieren imponer por la cara los que ostentan el ordeno y mando. Pues no, gracias.
Así, durante los 41 años que uno lleva ya residiendo en Ibiza, he procurado en la medida de lo posible no involucrarme directamente en ningún partido ni en ninguna asociación. Lo que no quiere decir en absoluto que no participara, y participe, en las movidas e iniciativas que me motiven. Sobre todo, claro, las de carácter cultural; aportando mi esfuerzo, tiempo y dedicación para llevarlas a cabo con la mayor difusión posible. Antes más que ahora, la verdad; porque los años no pasan en balde y las energías e ilusiones públicas van mermando lo suyo en función de las decepciones y desencantos acumulados. Pero, tal decía una canción de La Movida, dejándolo más bien en como «un cierto desencanto entusiasmado», valga el oximorón y la paradoja.
Lo que me lleva, ay, a volver a la política. Ahora para justificar que en estos momentos de ilusionantes y necesarios cambios no quiera participar de pleno en ningún partido o movimiento ciudadano de los tantos que se están poniendo en marcha en nuestras geografías patrias. Y me han ofrecido varias opciones para que lo haga; todas con la mejor intención y sabiendo, pues no lo oculto, de que pie cojeo en cuanto a justicia social, igualdad y compromiso con los más necesitados. Si he renunciado a dar la batalla directa en este terreno ha sido, simplemente, para poder seguir siendo un ‘verso suelto’, con criterio propio y sentido crítico insobornable por ninguna disciplina de partido. Lo que, dado mi carácter, no me sería fácil de asumir sin riesgos para el partido que me fichase; pues me conozco y sé que tendría que tragar demasiados sapos para evitar molestar a los compañeros cuando alguna cosa me soliviante.
Si he renunciado a dar la batalla directa en este terreno ha sido, simplemente, para poder seguir siendo un ‘verso suelto’, con criterio propio y sentido crítico insobornable por ninguna disciplina de partido.
En fin, una postura que me está resultando, incluso, más bien incómoda de cara al trato con conocidos más o menos próximos y cómplices; porque noto, aunque ninguno se haya atrevido aún a decírmelo a la cara, que consideran que opto por una salida ‘cobarde’ a la hora de arrimar el hombro a la causa. Allá ellos. A estas alturas de la película y siendo testigo directo de cómo han caído en mi estimación política torres bien altas, no soy capaz de sentirme de verdad involucrado con ningún partido o movimiento afín. Aunque no por eso dejo de votar, como siempre lo he hecho. Suerte a los mejores.