@Julio Herranz/No quise acompañarles en la visita, porque hacía unos meses que la había visto y me había cabreado bastante ver el abandono en que se encuentra la cueva en la que Rafael Alberti se refugió con María Teresa León durante el verano de 1936, huyendo de los fascistas que querían capturarlos al comienzo de la Guerra Civil. Está al final de la hoy tan sufrida Platja d’en Bossa, a la derecha de la torre de defensa de la Sal Rossa; y ya nada en ella recuerda aquel episodio trascendente en la biografía del poeta del Puerto de Santa María y de su esforzada y valerosa amante de entonces.
Fue hace unos días, durante las vacaciones de Semana Santa. Los amigos en cuestión la encontraron fácilmente siguiendo mis indicaciones de cómo llegar a ella, y confirmaron mi impresión al respecto. Luego, tomando unas cañas, les recordé la loable iniciativa que en 2003 tuvo el gobierno progresista del Consell d’Eivissa de colocar unas placas en la cueva como testimonio del caso. En una de ellas se precisaban los datos histórico-literarios y en la otra unos versos del autor de Marinero en tierra escritos en su exilio argentino que precisaban: «Azul se estira Ibiza./ Allí fui prisionero/ en un monte pinos.» Placas que desaparecieron hace ya algunos años y que los sucesivos gobiernos del PP que siguieron al que presidió Pilar Costa no se han preocupado para nada en reponer. Cuantas menos huellas queden en la isla del paso del poeta ‘rojo’ de la II República, mejor. Cabe deducir ante tal estado de cosas.
Placas que desaparecieron hace ya algunos años y que los sucesivos gobiernos del PP que siguieron al que presidió Pilar Costa no se han preocupado para nada en reponer. Cuantas menos huellas queden en la isla del paso del poeta ‘rojo’ de la II República, mejor.
He buscado ahora en mis archivos periodísticos la noticia del homenaje y se diría que han pasado más de trece años. Al acto de colocación de las placas en la cueva asistió la viuda de Alberti, María Asunción Mateo, de quien ya he opinado en esta sección, criticándola por la explotación económica que hace de su ilustre marido. En la entrevista que le hice apunta que no era la primera vez que venía a Ibiza: «Pero nunca estuve con él, lo que me habría gustado mucho, porque tenía una memoria cinematográfica y se acordaba de todo». «A pesar de las duras circunstancias que le tocó vivir en la isla, en una estancia corta pero intensa, guardó siempre un recuerdo muy lírico de aquellos días».
Mateo también elogió la figura de María Teresa León, quien con el tiempo sería la primera esposa de Alberti, señalando que, al principio, su relación con el poeta «fue muy conflictiva, pues ella estaba casada y tenía dos hijos». Todo un escándalo; pero es que con Rafael siempre llegaba el escándalo, tanto vivo como después de muerto. Lo que hay que pensar es que fue un gran poeta. Todo lo demás es ‘pecata minuta’, precisó la viuda, quien durante los dos días que pasó en Ibiza también descubrió una placa conmemorativa en la calle Mayor, 7, de Dalt Vila, donde la entonces pareja de amantes vivió un tiempo. Además, también visitó Pou des Lleó, punto en el que Rafael y María Teresa fueron «rescatados» por las tropas republicanas, pudiendo al fin abandonar la isla. Cerrándose el homenaje con una conferencia de su viuda en el Consell en la que hizo un breve recorrido por la vida y la obra del poeta, seguida de un recital en el que participamos varios poetas locales.
Me ha parecido oportuno recordar aquí el abandono en que se encuentra la cueva refugio de Alberti para pedir a los políticos que salgan de la cita de mayo que vuelvan a colocar las mencionadas placas, o cualquiera otra iniciativa que se les ocurra.
Ahora que se acercan unas elecciones en las se intuye (al menos es el deseo de la gente más sensible a la cultura) que pueden haber cambios en los colores de las instituciones de la isla, me ha parecido oportuno recordar aquí el abandono en que se encuentra la cueva refugio de Alberti para pedir a los políticos que salgan de la cita de mayo que vuelvan a colocar las mencionadas placas, o cualquiera otra iniciativa que se les ocurra, para que la memoria de aquel episodio singular no caiga en el olvido definitivo. Petición que, incluso, hago extensiva a los actuales responsables políticos, que se apuntarían así un tanto de mérito de cara a la aún necesaria reconciliación de los antagonistas de aquella criminal lucha fraticida, que aún colea más de lo que debiera a estas alturas de la película. Pero, la verdad, no tengo muchas esperanzas en que les apetezca hacer por fin justicia con la memoria histórica.