@C. Vidal / Muchos decibelios, cerveza en grandes cantidades, riffs de guitarra atronadores, una vieja leyenda que sigue en plena forma y metal, mucho metal. Los Vagabundos, Indulgentes, Leo Jiménez y, principalmente, U.D.O., que al final y al cabo jugaba en casa por eso de que la mayor parte del público era alemán, protagonizaron un gran concierto en el Baluarte de Santa Llúcia que, por un día, fue completamente heavy.
Los Vagabundos y el grupo local Indulgentes caldearon el ambiente, muy frío al principio de la tarde. Los primeros sorprendieron a propios y extraños, sobre todo porque su mezcla de flamenco y rock es bastante peculiar y quizá desentona algo en un festival de metal. Los ibicencos, por su parte, pusieron toda la carne en el asador y derrocharon fuerza y ganas, llevándose bastante aplausos del no demasiado público que, en ese momento, se había acercado a Dalt Vila.
Poco a poco, sin embargo, se fue llenando el recinto. Los pasajeros del Full Metal Cruise tenían claro que habían ido a ver a U.D.O. y, según se acercaba la hora, su presencia era cada vez más numerosa, hasta llegar a cerca de un millar de personas. No todos, por lo tanto, tuvieron la oportunidad de contemplar la actuación de Leo Jiménez aunque, seguramente, se sorprendieron por la calidad del proyecto en solitario del excantante de Saratoga.
Jiménez, sin duda una de las voces más importantes del panorama nacional, y que no sólo es conocido como cantante heavy, sino también por su papel de Jesús en el musical de Jesucristo Superstar, interpretó temas habituales en su repertorio como Caminos de agua, No hay más canciones para ti, Misantropía y Volar e, incluso, se lució con las versiones de Domination, de Pantera, y Painkiller, de Judas Priest.
El único punto débil de su actuación, teniendo en cuenta el público que tenía delante, llegó cuando Jiménez y su grupo pisaron el freno para tocar Hijo de la Luna, una versión metalera del tema de Mecano, que a muchos headbangers les puede parecer algo así como una herejía y, acto seguido, la balada Parte de mí, dedicada a su difunto abuelo. Por suerte, remontaron el vuelo con un clásico como Painkiller y se despidieron con mucha energía con Resurrección.
La hora de Udo
A las 21.30 horas, con puntualidad germana, llegó el turno de U.D.O. Parece mentira, pero Udo Dirkschneider, con 63 años y mucho trayecto en esto de la música, mantiene el tipo como nadie en directo. Vale que no se mueve demasiado, pero su voz sigue siendo tan potente y ronca como siempre. Vestido con su habitual ropa militar y acompañado por una banda a la que prácticamente dobla en edad, a excepción del bajista, Fitty Wienhold, que es casi de su quinta, Udo no defraudó. Nunca lo hace.
Los alemanes tocaron varios temas de su último trabajo, Decadent (2015), como Speeder, con el que abrieron el concierto, o Pain, además de otras canciones más antiguas de su amplio repetorio, que comprende casi una veintena de discos desde 1987. De esta forma, se escucharon medios tiempos como Never cross my way o Tears of a clown, hasta otros más duros y rápidos como The bullet and the bomb, Untouchable, Metal Machine o Metal Heart.
Para lo último, sin embargo, dejó lo que para muchos es lo mejor. I’m a Rebel y, sobre todo, Balls to the walls, dos de los grandes himnos heavies de la década de los 80 de los legendarios Accept, resonaron con fuerza en Dalt Vila. Era el perfecto final de un concierto que echó el telón a las 23.00 horas exactas porque, sólo dos horas después, el Full Metal Cruise zarpaba de la isla. El año que viene, con el Wacken Ibiza, habrá mucho más heavy.
Y yo que pensaba que las ordenanzas actuales no permitían el consumo/venta de alcohol en lugares públicos y ademas organizados por una institución publica