La enorme tensión que existe en la costa de Ibiza y la atmósfera reduccionista que impera en las relaciones entre los distintos ayuntamientos de la isla, donde cada uno hace la guerra por su cuenta, responde a un denominador común: la falta de liderazgo, autoridad y capacidad reguladora por parte del Consell Insular, que hasta ahora no ha ejercido sus competencias en materia turística. Esta exasperante dejadez de funciones ha derivado en una situación insostenible, por el caos y el abuso de las actividades musicales en el exterior, en horario diurno, hasta que la experiencia vivida por causa del Covid-19 ha dictado su ley.
La inacción enquistada de la primera institución pitiusa ha acabado despertando el ansia de liderazgo del Ayuntamiento de Sant Josep, que se ha puesto a regular por su cuenta asuntos que por ley le corresponden al Consell y que han agravado, aún más, el desbarajuste. En el pleno celebrado en febrero de 2017, se sometió a votación una propuesta que acabó siendo aprobada con los nueve votos a favor del PSOE y doce abstenciones del resto de partidos. En ella se suspendían las actividades secundarias con aforamiento superior al número de plazas autorizadas para la actividad principal, y también las actividades con aforo superior a 200 personas en actividades turísticas de restauración y clubs de playa, y/o 500 personas en el resto de actividades turísticas.
La norma, en definitiva, finiquitaba los clubes de playa y los hoteles-discoteca que ofrecen espectáculos musicales con baile en el exterior. A continuación, sin embargo, llegaba la trampa saducea: La norma no sería de aplicación para los expedientes presentados al Ayuntamiento con anterioridad a la adopción de este acuerdo, es decir, un blindaje ad hoc.
El Pleno, en conclusión, no solo bloqueaba el desembarco de nuevos competidores de ocio diurno, sino que además consolidaba a los ya existentes, incluidos sus aforos. Vayamos al caso específico del complejo Ushuaïa, autor intelectual de este desafuero, incluida la denominada ‘Tower’. ¿De cuánta gente estamos hablando? ¿Qué volumen oficial tiene esta actividad? Averiguarlo implica darse de bruces frente a la opacidad y nula predisposición de las administraciones a facilitar unos datos que deberían ser públicos y accesibles.
A través del registro de actividades turísticas del Consell sabemos que la sala de fiestas Ushuaïa tiene asignada un aforo de 7.866 personas, distribuidas 70 en barra, cero en sala y 7.796 en terraza; o sea, casi ocho mil plazas de aforo en una sala que no existe.
En cuanto al Ushuaïa Tower, solo hemos encontrado sendos acuerdos de la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Sant Josep. El primero, de 18 de febrero de 2016, que en su punto 6.4 dice: “Concesión de permiso de instalación a Fiesta Hotels Resorts SL para instalación de actividad secundaria de música al exterior en el edificio Ushuaïa Tower planta cubierta, con denominación Ushuaia Tower”. El segundo, de 11 de agosto del mismo año, identificado como APJ-49/13, que recoge el acuerdo para conceder actividad secundaria de música en el exterior al Ushuaïa Tower.
A pesar de que los aforos con los que se permite esta actividad no vienen reflejados en documentación pública, podemos hacer un cálculo sencillo, teniendo en cuenta que el espacio habilitado en la azotea, sobre la novena planta, es de unos mil metros cuadrados y que la regulación actual establece que los aforos en actividad de baile permiten dos personas por metro cuadrado; es decir, 2.000 clientes como máximo. Cuando se produce una emergencia, las discotecas a nivel de suelo están conceptuadas para ser evacuadas en dos minutos sin obstáculos en las puertas de emergencia, convenientemente señaladas y los desniveles substituidos por rampas. ¿Qué ocurriría si en la Tower se produjera una emergencia que afectara a la seguridad de las personas situadas en esta azotea?
Los ascensores quedarían automáticamente inutilizados, la escalera principal quedaría a disposición de los auxilios que operen desde el exterior, como bomberos, sanitarios y evacuación de heridos. Esa cantidad ingente de público debería salir por la escalera de emergencia adosada y colgada en la fachada exterior del edificio desde la novena planta. ¿Y si se desatara el pánico? ¿En que tipo de responsabilidades incurren técnicos y políticos y el propio Ayuntamiento en caso de un accidente grave?
Desconocemos el aforo total de la azotea y terraza de la piscina de la Tower y también del Hard Rock Hotel, donde se celebra la fiesta ‘Children of the 80’s’, pero sumados a los casi 8.000 del Ushuaïa seguro que superan las 15.000 personas. Entre los tres hoteles anexos, más de la mitad de la población de todo el municipio de Sant Josep. Ahora que el Consell trata de retomar la negociación del PTI, tenemos que hacernos otra pregunta: ¿Hay PTI que soporte esta carga humana, con desplazamientos diarios multitudinarios y una concentración de personas contradictoria con el ambiente y las estructuras y equipamientos de la zona? La cantidad de individuos que allí se acumulan en exceso es necesaria para equilibrar el resto de la isla con sus propias actividades.
Frente a dichos interrogantes, me viene a la memoria una frase pronunciada por Abel Matutes: “Mientras tengamos peligro de pandemia, Ushuaïa no celebrará una fiesta”. El propietario del hotel-discoteca adquirió este compromiso ante todos los ibicencos, durante una entrevista en la TEF, el 3 de junio de 2020. Haciendo ‘honor’ a la palabra empeñada, el pasado 31 de julio, con la isla desbordada por los contagios, el hotel-discoteca Ushuaïa reabrió sus puertas, dando inicio a la temporada de fiestas.
Durante todo el mes de agosto, dicho establecimiento sigue programando sus eventos habituales, ahora a la manera del Lío, según expresión del gerente de Ocio de Ibiza. Entendemos entonces que se sirven cenas durante las actuaciones musicales y artísticas que allí suceden, con un nuevo formato de captación de clientela del exterior, mesa reservada, medidas covid, cámaras de los teléfonos móviles tapadas por decreto y discreción máxima, al estilo de quien opera en la clandestinidad.
Anuncios y contenidos públicos en redes sociales han sido sustituidos por SMS, WhatsApp y citas concertadas, donde se ofertan entradas con la fiesta de David Guetta como gancho, además de Black Coffee, Tale of Us y otras. Las mesas de la primera fila en la noche de Guetta, a 20.000 euros, una ligera subida de precios, ya que hace dos años la misma mesa salía por 4.500. Únicamente se libran de pagarlas los clientes del hotel, que tienen acceso gratuito. Aunque con mayor discreción, la fiesta continua con música al aire libre, famoseo a ultranza y público exterior. ¿Ha acudido, por cierto, la policía local a comprobar que allí todo se ajusta a las normas anticovid, como han hecho con otros muchos establecimientos de menor capacidad? Y si no es así, ¿se le permitirá el acceso al evento, promocionado como una fiesta privada aunque se nutra de la clientela del exterior? Llegados a este punto, me viene a la memoria algo que dijo el ministro socialista José Luis Ábalos al principio de la pandemia: “No se perdonará a quien busque rédito político de una tragedia nacional”. Y yo añadiría que económico tampoco.
En las ruinas de la vieja ciudad romana de Pompeya ha sido descubierto un espacio insólito llamado termopolio, donde se vendía comida caliente y bebidas; el antecedente de nuestros restaurantes. Allí se atendía sobre todo a la gente pobre, que no podía permitirse instalar una cocina en su propia casa y por eso estos lugares eran desdeñados por las clases pudientes. ¿Qué pensarían los pobres romanos de ayer que frecuentaban su termopolio, si hoy pudieran infiltrarse en la fiesta de David Guetta? Probablemente se quedarían atónitos ante esta imborrable personificación de la culpa apetecida y la emocionada clandestinidad del placer.
¿Considera “normal” todo lo acontecido durante estos años? Yo le respondo que no, que han ocurrido una serie de acontecimientos que obligarán a los responsables a rectificar su comportamiento, en función del compromiso social y político contraído. Sobre todo porque ahora el Covid ha forzado a reconsiderarlo todo; de la A a la Z. Los tribunales superiores de Justicia de las distintas comunidades autónomas están aprobando o cancelando las medidas de contención que van proponiendo los gobiernos autonómicos, según el comportamiento de la pandemia; es decir, son los protagonistas de las decisiones que oportunamente se deben aplicar. Esta acumulación de personas con aforos multitudinarios en la zona mencionada serán objeto de consideración por parte de la Justicia.
No podemos olvidar tampoco que el sector de las salas de fiestas, al contrario que Ushuaïa, ha permanecido cerrado todo el tiempo de pandemia, sin que se le diera la oportunidad de demostrar su capacidad de gestión. A las salas de fiestas, a diferencia de los botellones y las fiestas ilegales, nadie va a pelearse. Cabe, asimismo, distinguir de una vez por todas la diferencia entre ocio nocturno y diurno, sobre todo para que no se siga demonizando al primero. El origen lícito” es aquel que está avalado por la ley. Cuando los fondos son de origen lícito, no son fruto de una actividad ilegal. Pero si el dinero proviene por ejemplo de la corrupción, entonces tiene y está considerado como un delito penal por nuestras leyes. Las perdidas del ocio nocturno suben a más de 5.500 millones de euros desde la irrupción del Covid y no disfrutan de la igualdad de oportunidades reconocida en nuestras leyes.
La Justicia, aunque sea lenta, acaba llegando. El 28 de noviembre de 2020 se produjo una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Balears que, al no haber sido recurrida, es firme. Determina que los establecimientos hoteleros pueden ejercer actividades musicales, pero exclusivamente para sus propios clientes alojados. Roma locuta, causa finita (Roma ha hablado, el caso está cerrado). La “normalidad” a la que alude el director insular de Turismo ha sido cualquier cosa menos normal. Este maniqueísmo practicado durante tantos años, el Covid lo ha finiquitado.
En definitiva, volvemos a estar frente a un relato travestido de un cinismo subliminal que ha hundido ya una parte sustancial del sector turístico y la oferta complementaria tradicionalmente existente. El Covid, paralizando las actividades musicales diurnas, ha servido en bandeja a los políticos la posibilidad de implantar el sistema “agógico” musical que la isla necesita.
Esta misma semana, en una entrevista, le preguntaban al director insular de Turismo si, dando por buenos los resultados cosechados este verano a pesar de que el ocio nocturno permanece cerrado, se puede vivir sin discotecas. Él contestó que claro que sí, que se puede, pero que volveremos a una normalidad parecida a la que teníamos antes del Covid”.
El cambio de modelo turístico se ha producido ya. Este pandemónium organizado alrededor del Ushuaïa y hoteles vecinos ha dado un giro copernicano, destruyendo el modelo de Claudio Ptolomeo, según el cual el centro de gravedad que ocupan estos hoteles constituye el núcleo del universo, alrededor de que giran todos los astros del planeta Ibiza. La música que ha servido como arma de fuego durante tantos años también servirá para firmar la paz. Inexcusablemente, la música necesita una nueva regulación de horarios para todas las actividades musicales, que sea acorde al día y la noche.
La música ambiental debe ser el patrón exclusivo de expresión artística en el exterior, de forma que no se produzca una distorsión con el medio ambiente. Hay que prohibir expresamente la música de baile exterior en todo el territorio y la costa, durante las 24 horas del día, y regular los horarios para las discotecas, salas de fiestas y cafés conciertos, de forma que trabajen desde las 22.00 hasta las 6.00 horas, toda vez que la música de baile con espectáculo en su particular régimen de horarios es patrimonio exclusivo de las mismas. Los clubes de playa, estrenando una nueva regulación de forma que las actividades secundarias no puedan superar en número ni cabida a la actividad principal, y obligados a la música ambiental y con horarios definidos. Los conciertos y actos culturales al exterior son acontecimientos puntuales y corresponde a las administraciones locales determinar con qué condiciones y frecuencias se producen.
Esta nueva situación a la que el Covid nos ha abocado, exige una revisión integral de las nuevas circunstancias en las que nos encontramos. Este nuevo planteamiento necesariamente deberá ser expuesto ante los tribunales de Justicia, para su consideración a efectos de darle validez.
Pepe Roselló
Space tenia una fiesta de 22 horas seguidas, lecciones tuyas ninguna.
Deu meu.
Hemos comprobado este verano que tanto el centro de Ibiza como todos los bares y restaurantes, están trabajando mucho mas que cuando había discotecas abiertas. Las discotecas son necesarias para que los jóvenes y menos jóvenes bailen. Bailar es una actividad sana y necesaria para los humanos (se puede comprobar desde las tribus milenarias). Ibiza es pequeña, con las discotecas que ya había, existía un equilibrio economico. Al incrementar con 3 espacios de baile en 3 hoteles, mas diversos beach club danzantes, este equilibrio se ha roto. «Blanco y en botella». El dinero se lo ingresan unos pocos propietarios de dichos espacios, y el resto de restaurantes y bares, sobre todo los pequeños se hunden.
Quina sort arribar amb salut als seus anys sr Roselló, però de memòria no anam massa sobrats es veu, quan era vostè el que feia i desfeia per platja den Bossa no lhi feia tanta pudor sa familia que lhi llogava el seu local, amb uns aforaments i uns horaris que feien borronar. Es veure només la palla en ull aliè no és de bon cristià, ara ve es temps d’esclovar metlles potser seria una bona feina en comptes d’escriure tantes asenades
Dicotèques,Hotels mosisicals y drogue a Ervissa es lo mateix desde els anys 70. Sa esfonsat els hotels y el torisme que venia de forma familiar se na nat a prendre pel c-l.
Por qué siempre raja de Ushuaïa? No es Destino Ibiza un modelo de negocio exactamente igual y sin embargo nunca lo menciona? Claro, los negocios de sus amiguetes se ven con diferentes ojos, no?
Se le ve demasiado el plumero señor!