¡NO A LA SOPA!
@L.F./ Esta es una de esas semanas en las que resultará difícil reseñar al personaje de turno sin parecer pretencioso ni caer en la pedantería. Y es que arriesgarse con la creación más celebrada de Quino (Joaquín Salvador Lavado, Argentina, 1932) un fenómeno que ha traspasado todas las fronteras de lo cultural, periodístico, social e incluso político, es una empresa harto complicada, pero oye, ¿quién dijo miedo? Mientras quedemos “expertos” inconscientes con la temeridad enarbolada por bandera ¡voto a brios que no quedará en esta sección tebeo sin reseñar por complicado que parezca, pardiez!
Mafalda tiene seis años, es argentina y residente en el Buenos Aires de los años 60’, detesta la sopa, adora a los Beatles y se hace todo ese tipo de preguntas incómodas para las que nadie parece tener respuesta. Su pandilla está conformada por la advenediza Susanita, una repipi ultraconservadora que solo aspira a casarse y tener
hijos; Manolito el hijo del tendero, cuya avaricia y neoliberalismo aplicado sonrojaría al mismísimo Ebenezer Scrooge; y el mejor amigo de la protagonista, Felipe, cuya vagancia militante y totalitaria le convierten en uno de mis personajes favoritos de todos los tiempos. Más tarde llegarían la pequeña Libertad (a mi modo de ver, una incorporación tardía e innecesaria), que hace justo honor a su nombre en relación a su insignificante tamaño; el también insípido y extraño Miguelito, y el inevitable hermano pequeño de Mafalda, Guille, otra vaca sagrada que se ganó mi simpatía en una apoteósica tira en la que se quejaba de que le dolían los pies; al hacer notarle su hermana que era por haberse puesto los zapatos al revés, este continuó el berrinche con más aspavientos si cabe, añadiendo que ahora lo que le dolía era el orgullo….descomunal.
El elenco de protagonistas se completa con los padres de Mafalda, un retrato fiel hasta la crueldad de la clase media y sus mediocres aspiraciones consumistas con todas las consecuencias, tanto de la década de los sesenta como en la de hoy mismo porque, no nos engañemos, el éxito fenomenal de Mafalda se debe precisamente a su atemporalidad, que la convierte en un referente de rabiosa actualidad gracias a las muchas facetas y conceptos desarrollados sin tapujos por Quino, ya fueran de vertiente social, económico o político.
La totalidad de las tiras de prensa publicadas desde 1964 hasta 1973 pueden disfrutarse de una tacada en un práctico y manejable volumen recopilatorio titulado Mafalda, todas las tiras, y es allí donde podemos constatar de primera mano que el ejercicio literario del autor es de un lúcido y visionario que asusta, adelantado en muchas décadas a su tiempo. Es precisamente esa cualidad la que confiere a su trabajo la categoría de obra maestra, aunque por ponerle una pega me atrevería a decir (cosas de la inconsciencia y la temeridad, ya me entendéis) que el apartado gráfico es más bien pobre, incluso rayano en lo insuficiente, diría yo. Tanto da, aun así, la pequeña Mafalda marcó (y aun hoy todavía) un hito insuperable en la historia del género, llegando a tener a todo un país pendiente de sus tiras, que eran devoradas con avidez antes incluso de echarle un ojo al periódico para ser comentadas in situ a pie de calle. Legendaria es la frase: “Ché, ¿leít·te la tira de Mafalda de hoy?”
Lluís Ferrer Ferrer (Cala Mastella, 1971) Especialista en tebeos y demás vicios insalubres, es el escritor (i)responsable de la Trilogía ibositana (2008-09-10) traducida al castellano y recopilada recientemente en El Hondero (2013), y de los guiones de la Webserie Salvador, un superhéroe low cost (2012-13)